Un patrimonio seducido por el duende andaluz

Diego Farto
-

El profesor de Historia del Arte Álvaro Notario y el artesano Jesús Díaz Hellín coinciden en el éxito del influjo sevillano

El Descendimiento, obra de Luis Marco Pérez - Foto: Rueda Villaverde

El patrimonio de Semana Santa en la provincia goza de buena salud a juicio de Álvaro Notario, profesor ayudante del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Castilla-La Mancha. En su opinión, tanto «en la conservación del patrimonio como en la adquisición de nuevas piezas», ya sea de escultura, bordados o piezas de orfebrería.

Sin embargo, reconoce que se está implantando un estilo andaluz, que poco a poco reemplaza la sobriedad castellana que era la nota dominante a principios del siglo XX. Notario vincula este cambio con la inauguración del AVE en los años 90 del siglo pasado. «Todos fuimos en AVE a Sevilla y nos gustó tanto lo que vimos que nos lo queríamos traer», rememora.

El profesor de la UCLM recuerda que en la Guerra Civil se perdió la mayor parte del patrimonio, sobre todo escultórico, pero a partir de ahí, «hubo una buena estrategia y, sobre todo, muy buenos consejos por parte de algunos párrocos, que asesoraron muy bien a las hermandades, a la comisión permanente, a la hora de generar un nuevo patrimonio escultórico».

El Resucitado, de Manuel Martín NietoEl Resucitado, de Manuel Martín Nieto - Foto: Tomás Fernández de Moya

Fruto de aquel momento fue la confluencia en la capital de tres escuelas de escultura que son las que se ven hoy, observa Notario, que destaca las aportaciones de Castillo Lastrucci y Antonio Illanes desde la escuela andaluza; Luis Marco Pérez, en representación del estilo castellano, que dotó a la capital de imágenes que son gemelas de otras de Cuenca (La Virgen de las Angustias, el Descendimiento), así como el dúo formado por José María Rausell y Francisco Llorens, representantes junto al catalán Claudio Rius de la corriente levantina.

Fue a finales de los 80 del siglo pasado y sobre todo en los 90, con la creación de nuevas hermandades, como la Flagelación o el Prendimiento, que llegan «los últimos coletazos de la escuela neobarroca sevillana». Las más recientes son la Virgen de la Salud, de la Hermandad del Prendimiento, obra de Dubé de Luque; y el Resucitado de Manuel Martín Nieto.

En este sentido, Notario cree que el Resucitado anterior «ha sido un Cristo que nunca gustó del todo, pese a ser Donaire un escultor muy prolífico, y que ha hecho muchas cosas para Ciudad Real, sobre todo en escultura civil», reflexiona. La nueva imagen «soluciona» su disparidad de estilos con respecto al aire general de la Semana Santa.

En cuanto a quién marca el paso en los cambios estéticos, Notario reconoce que tanto buena parte del público de la Semana Santa son a la vez hermanos de las cofradías, en tanto que los artistas «intentan amoldarse a los criterios, a las propuestas de las hermandades». En este sentido apunta: «Es la propia ciudad, la propia Semana Santa de cada sitio la que va forjando su idiosincrasia».

Pero además de este patrimonio material que son las esculturas, los bordados o la orfebrería, Notario resalta ese otro patrimonio inmaterial que son las costumbres asociadas a la Semana Santa, «los armaos, de Almagro, de Bolaños, de Aldea del Rey, todas estas pasiones vivientes que se hacen en algunos pueblos de la provincia o los Niños Jesús con atributos de la pasión sacan en procesión delante del Cristo de Medinaceli o la Hermandad de las Palmas», que ve esencial preservar en aras de la identidad.

Desde la artesanía. En ese idea del influjo andaluz coincide igualmente Jesús Díaz Hellín, bordador con taller en Alcázar de San Juan, quien resalta: «el tipo de bordado que hacemos es más tipo andaluz, que lo que quiere la gente de por aquí, no quiere nada de tipo castellano, que era más plano, más discreto, más sencillo».

Otro aspecto es el de la restauración de piezas, un punto en el que Díaz Hellín resalta que «hace unos años no se valoraba tanto restaurar una pieza que conservara la Hermandad, sino que le dedicaban a hacer algo nuevo», pero eso ha cambiado en los últimos años y se está empezando a restaurar esas piezas antiguas.

En ese proceso se ha producido esa sustitución de elementos de unas características más castellanas por otros más propios del Sur. «Ahora, entre los medios de comunicación, las redes sociales, con todo lo que se ve de Andalucía, la gente está más pendiente de todo eso y de ahí sacan muchas ideas de lo que realmente quieren», comenta.

El bordador reconoce que a la hora de recoger encargos puede haber hermandades que se dejen aconsejar por el profesional, pero otras «te vienen con la idea hecha». A ello se añade la disponibilidad económica y aunque los responsables de una cofradía tomen como motivo de inspiración lo que han visto en otra ciudad, «las hermandades de Castilla-La Mancha no suelen invertir tanto dinero como se puede invertir en otras zonas, por ejemplo, Andalucía», admite Díaz Hellín.

Actualmente, los artesanos que trabajan para la Semana Santa están saliendo del bache que les supuso la pandemia. El bordador alcazareño recuerda que en el periodo anterior «hubo unos años que el sector estaba como más animado, había un poco más de pujanza a la hora de encargar bordados», que se detuvo prácticamente en seco por efecto de la pandemia. Y este año, por fin, «se ha vuelto a notar, un poco más de auge, que la gente se va animando más, porque tenemos bastantes encargos para este año y para el año que viene ya hay también cosas firmadas», con el añadido de que los encargos que se reciben tienen un mayor peso económico.

Sin embargo, este repunte llega a un sector en el que es difícil garantizar la continuidad. «Es difícil encontrar a gente que quiera trabajar de artesano, por lo menos en lo que es el bordado, porque además es verdad que tampoco todo el mundo vale para esto», observa Díaz Hellín, que resalta que entrar en este mundillo requiere de cierta sensibilidad.