«El abogado nunca debeser un mercader del Derecho»

Pilar Muñoz
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Federico Castejón. - Foto: Tomás Fdez. de Moya

Lleva más de cincuenta años en Ciudad Real, pero no ha perdido el acento de su tierra. Federico Castejón nació en Córdoba en 1933. Estudió el Bachillerato y lo que entonces se llamaba Examen de Estado para ingresar en la Universidad, estudios que cursó en Sevilla y la carrera de Derecho en Granada, profesión que empezó a ejercer en Ciudad Real, donde ha sido decano del Colegio de Abogados durante más de 18 años y donde pergeñó el Consejo de la Abogacía de Castilla-La Mancha, convirtiéndose en su primer presidente.

Es abogado por vocación «necesaria». Entró a trabajar en un banco (su padre era director del Banco Hispano Americano) pero a él no le gustaba y decidió estudiar Derecho, la única carrera que entonces se podía cursar trabajando porque «no había Universidad a Distancia» y cualquier otra carrera de Ciencias precisa de tiempo para las prácticas del que carecía. No obstante, en su familia si hay un precedente en el mundo del Derecho, un tío suyo que fue magistrado del Tribunal Supremo y catedrático de Derecho Penal.

Federico Castejón se colegió en 1956 y, al año siguiente, se trasladó con toda su familia a Ciudad Real al ser destinado su padre a esta ciudad, «donde se jubiló de director del banco Hispano Americano», revive en la entrevista que mantuvo con La Tribuna en  su bufete donde sigue yendo a diario a pesar de estar jubilado para echar una mano a sus hijos.

Evoca sus inició en la abogacía, los tres años de pasantía preceptivos para poder ejercer. Estuvo de pasante en el bufete de Carlos Calatayud y empezó a trabajar como abogado el año en que contrajo matrimonio, 1962.

asesinato de un maqui. Aún recuerda su primer caso que, como se hacía entonces, le pasó Carlos Calatayud, porque «en aquella época cuando terminabas la pasantía el maestro te decía ya puedes ejercer, es decir, te daba la venia, entonces él mismo te buscaba un asunto interesante para que pudieras estrenarte. El primer asunto que llevé fue muy curioso porque fue el asesinato de un maqui en Almadén. Iban tres maquis huyendo, con destino a Francia y se detuvieron en una mina que todavía existe en la zona. Uno de ellos, vecino de Almadén, iba cojo y los otros dos pensaron que con él no iban a llegar a Francia y que si le dejaban acabaría por delatarles, por lo que decidieron tirarle al pozo de la mina». Pasado el tiempo, sigue relatando Castejón, «limpiaron el pozo de la mina porque se iba a explotar de nuevo y aparecieron los huesos  y entre ellos una tibia rota que denotaba que era de un cojo». Se empezó a tirar del hilo hasta llegar a descubrirse que era del maqui desaparecido y devanando la madeja, «averiguaron que los que lo habían tirado eran de Almadenejos y de Puertollano y que había un tercer implicado de Madrid».

 Castejón recuerda que se repartieron el caso entre Carlos Calatayud padre, Carlos hijo y él. «A mi me tocó en suerte la acusación contra el de Puertollano, que me acuerdo que se llamaba Segundo Caballero y era zapatero». Se celebró el juicio, se ganó y, a los pocos días, «me fui a ver a la novia a Pozoblanco (Córdoba). De vuelta se me rompió la moto y paré en Almadenejos, donde, curiosamente, fui a dar con el otro implicado en el caso, que se llamaba Paco Perona, quien me explicó que los habían puesto en libertad después del juicio». Habían pasado muchos años, aduce el veterano abogado dando muestras de una  memoria proverbial y una mente analítica.

A peor. De aquel primer caso hasta nuestros días ha pasado medio siglo, un plazo de tiempo suficientemente largo para que se aprecie una evolución en la administración de justicia. Contra lo que pudiera parecer, Federico Castejón cree que las cosas han ido a peor porque «entonces podías tener la tranquilidad de que quien te iba a juzgar eran personas con conocimiento. En aquella época los abogados aprendíamos en la sentencia, hoy en día no existe una preparación en los jueces como entonces que eran verdaderos  monstruos de la Justicia y del Derecho. Tu leías una sentencia y aprendías, ahora imposible. Al contrario, desaprendo», dice arqueando la ceja.

En su opinión, uno de los motivos de que las cosas no hayan mejorado es la falta de preparación de los jueces, que «antes estaban más preparados porque para que un juez llegase simplemente a un juzgado de una capital, no ya a la Audiencia Provincial, tenía que pasarse media vida por ahí, en otros juzgados y se iban forjando; ahora, como enseguida ascienden, no tienen práctica y el Derecho es mucho de práctica», sentencia el abogado.

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