Hace seis años, ocupaba todavía el cuarto puesto de las lenguas más habladas del mundo. Pero ahora mismo, el español se sitúa ya en el segundo, por delante del inglés y solo a la zaga del chino. Además, 18 millones de personas lo estudian como idioma extranjero.
En Internet, donde es el tercer abecedario más usado, registró un notable aumento en la última década. Hasta el punto de que en la red social Twitter es ya el segunda lengua más empleada, tras el inglés y por delante del portugués y del japonés. En Facebook, que tiene mil millones de cuentas, 80 millones de personas se expresan en castellano.
Y por si fuera poco, para 2030, la estimación es que el 7,5 por ciento de la población mundial sea hispanohablante. Y «en tres o cuatro generaciones, el 10 por ciento se entenderá en español», según aseguró ayer Víctor García de la Concha, director del Instituto Cervantes y exdirector de la Real Academia Española (RAE).
Esas dos instituciones son las que, junto a la Asociación de Academias de la Lengua Española, organizan cada tres años el Congreso Internacional de la Lengua Española, que del 20 al 23 de este mes celebrará su sexta edición en la ciudad de Panamá.
El idioma de Miguel de Cervantes está viviendo un importante empuje en Estados Unidos. Con unos 50 millones, es el primer país del mundo de habla no española con mayor población hispanohablante. Y no solo eso, se estima que en 2050 superará a México, el país con más hablantes de castellano.
Es además, con cerca de 900.000 alumnos, la lengua extranjera que más se estudia en sus universidades. «Yo he leído todas las obras de Gabriel García Márquez en inglés, mi hija las ha leído en español», afirmaba ya el expresidente Bill Clinton hace unos años.
Por todo esto, el Instituto Cervantes, encargado de difundir el idioma y la cultura nacional en el mundo, acaba de abrir un observatorio para el estudio del español en la Universidad de Harvard, que quiere convertir en referencia internacional para el análisis prospectivo de la situación de la lengua en el continente americano.
China es otro de los países en los que el Instituto Cervantes sigue detenidamente la evolución del español. Frente a los 1.500 del año 2000, en el gigante asiático hay en estos momentos más de 25.000 alumnos de educación superior que lo estudian en las 90 universidades que lo imparten y allí ha habido que rechazar un 70 por ciento de las solicitudes de cursos de castellano por la escasez de profesores cualificados para impartirlos.
Y es que China «exporta» estudiantes a 34 centros hispanoamericanos y 22 españoles que pueden llegar a convertirse en el futuro en los profesores de la lengua de Miguel de Cervantes que hacen falta en ese país.
Pero entre toda esta pasión que despierta en el mundo, se esconde aún un viejo debate sobre la adscripción geográfica del idioma. El español nació en España, pero con una población de algo más de 47 millones, los hablantes en el país europeo suponen una pequeña parte de los de América Latina, donde viven más de 600 millones de personas.
Una tarea de todos. «El español no es solo de España. Nosotros somos únicamente la décima parte de los hispanohablantes y por tanto la responsabilidad de la difusión de ese patrimonio corresponde al conjunto de todos los países», señaló De la Concha.
Dos años después de dejar la dirección de la RAE, donde lo sucedió José Manuel Blecua, el filólogo aterrizó, en enero de 2012, en la del Instituto Cervantes, una institución que hace del español una política de Estado que no hacen los países latinoamericanos.
Desde su cargo y en estos difíciles tiempos de crisis y de recortes en España, De la Concha se ha propuesto «compartir el liderazgo de la difusión del castellano con todos los países hispanohablantes», llevando a cabo un proceso de «iberoamericanización» a través de distintos acuerdos con Estados e instituciones del centro del continente americano.
Poco a poco se avanza en la superación de los viejos esquemas criticados en América Latina. Hasta hace relativamente poco, por ejemplo, la RAE se resistió a superar los tiempos del «limpia, pule y da esplendor» y a asumir que los españoles no marcan la pauta viva del idioma, sino que esta es mucho más universal.
La institución, que este año cumple 300 años de vida, ha dado pasos con la publicación, por ejemplo, de la Nueva Gramática, del Diccionario de Americanismos y del Diccionario Panhispánico de dudas, obras consensuadas con la Asociación de Academias de la Lengua Española.
Y es que a nadie se le escapa, en estos momentos, que la suerte del español se juega en América Latina. O como decía hace un tiempo el académico nacional Juan Luis Cebrián: «El castellano del siglo XXI será lo que Latinoamérica decida y ordene».