Victorino, incontestable, marca la diferencia

Rafael Zaldívar
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Corrida triunfal con salidas en hombros del ganadero, Rubén Pinar y Manuel Escribano

Victorino, incontestable, marca la diferencia

Causa satisfacción reencontrarse con el espectáculo íntegro y con el toreo ejecutado como mandan los cánones. La corrida del sábado en Daimiel estuvo presidida por la seriedad de un encierro que fue un dechado de virtudes, especialmente en cuatro o cinco toros, destacando al segundo de la tarde y al sexto, dos ejemplares que fueron un modelo de bravura y nobleza. El cuarto, más en el otro tipo de Victorino, abierto de cuerna, se revolvía rápido y derribó a las plazas montadas, quedándose ‘sosote’ y apagado en el último tercio; pero sabiendo lo que se dejaba atrás. El quinto fue el típico toro negro, al que había que enseñar los caminos, cosa que hizo con inteligencia Rubén Pinar en unos doblones con autoridad. Había que poderle y se le pudo. El sexto, feo de tipo, al que se le pegó fuerte en el caballo, fue bien lidiado por ‘Lipi’, y desarrolló nobleza en la muleta de Román, que se dio cuenta de la transmisión en el toreo por naturales. ¡Qué pena de espada! Necesita continuidad el rubio espada valenciano.

El tercero, excelentemente presentado, cornipaso, estuvo incierto en los primeros compases, pues miraba mucho, se desentendía y no se dejaba hacer. Lo que se dice, incierto. Sin embargo, fue a más en la muleta, con fijeza y acudiendo al cite en las series de Román. Lo que  son los toros. En resumen, un encierro de triunfo gordo, teniendo en cuenta que hay que pisar unos terrenos comprometidos, claro.

El triunfador de la tarde, sin duda fue el Albaceteño Rubén Pinar, que se está convirtiendo en un torero hecho, poderoso, experto en corridas duras, que sabe torear despacio y con naturalidad. No se arredra y tiene una seguridad pasmosa en la cara de los toros. O mucho me equivoco, o se está gestando otro Dámaso González.

Victorino, incontestable, marca la diferenciaVictorino, incontestable, marca la diferencia - Foto: Jesús Monroy

Desde los recibos capoteros saliéndose hasta los medios, los doblones iniciales de faena, hasta los pases de pecho bien abrochados de las series sobre ambas manos, el manchego dio una dimensión de torero completo. Y luego, como endosa buenos ‘sopapos’ en las estocadas, el triunfo viene por añadidura. Cuatro orejas a ley.

Manuel Escribano, en el primero, astifino y con presencia, al que dieron dos puyazos como a casi toda la corrida, lanceó genuflexo y banderilleó de poder a poder y al violín. Bien Juan Sierra con el capote a una mano. Hasta eso se vio. Difícil el toro en el trasteo, noblote pero encastado y sabiendo quién mandaba. Sufrió dos coladas Escribano, dejando los mejores momentos con la zurda. Pinchazo hondo y pitonazo en el brazo. Oreja. En el cuarto, ya queda dicho, que engañó al principio. Un cuarto par con los rehiletes tuvo mucha exposición. Porfió frente a un toro que no se empleó. Lo mejor, la estocada delantera. Repitió trofeo.

Román se fue de vacío por el mal uso de los aceros; ya saben los aficionados que sufrió una cornada muy grave al entrar a matar y eso se recuerda durante un tiempo. En su primero fue a más en el trasteo muleteril, que terminó con molinetes aplaudidos. Necesitó el descabello tras dos intentos con la espada. Saludó. En el sexto, más entonado, lo perdió todo por los cuatro pinchazos, y la cosa quedó en una ovación. A hombros se llevaron al ganadero y a Pinar y Escribano.

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Victorino, incontestable, marca la diferencia - Foto: Jesús Monroy
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Victorino, incontestable, marca la diferencia - Foto: Jesús Monroy
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Victorino, incontestable, marca la diferencia - Foto: Jesús Monroy

Este año, Daimiel cierra su feria taurina con la medalla de oro. Que siga la racha.