Aurora Gómez Campos

Aurora Gómez Campos


Un polémico juego con un calamar

20/10/2021

Cómo olvidar a aquellos niños que corrían golpeándose la nalga como si fueran arreando a su caballo y que jugaban a las películas del Oeste?-Cuánto se divertían. Durante años los niños aprendían que había que matar indios a mansalva, sin contemplaciones. Algunos western son verdaderas recreaciones de un genocidio, porque eso fue lo que hicieron los colonos ingleses en el norte de América, y nadie se escandalizaba.
Hay cierto escándalo social con la serie coreana El Juego del Calamar porque es violenta y los niños juegan a «luz roja-luz verde» en el patio del colegio, imitando uno de los juegos que se practican en la serie. No deja de sorprender por qué los niños han tenido que ver una serie coreana para empezar a jugar al viejo escondite inglés, que no otra cosa es ese juego «luz roja-luz verde». Y tampoco deja de sorprender por qué primero los niños ven una serie para adultos y posteriormente los propios adultos se escandalizan por que los niños ven la serie. Parece obvio que los padres y madres adultos deben velar por que sus hijos no accedan a contenido propios de adultos. 
Una vez asumido que hay padres y madres que no pueden controlar que sus hijos accedan a contenidos adultos, resulta conveniente ubicar el escándalo en su debido lugar. La serie El Juego del Calamar no tiene un contenido más violento que el Sargento de Hierro (Clint Eastwood, 1987) en la que Clint realiza una oda a la ordinariez o que la película En busca del arca perdida (Steven Spielberg, 1981) en la que Indiana Jones se carga, látigo en ristre, todo lo que se mueve alrededor del puñetero arca. Pero, en estos casos la película viene envuelta con los celofanes del patriotismo y del héroe de aventuras.
Durante años los niños han podido ver Los Simpsons justo a la hora de comer. Una serie de contenido claramente adulto que los niños veían porque se presentaba en formato de dibujos animados. Los Simpsons, aparte de su genialidad, no es una serie adecuada para niños y, sin embargo, no se oían muchas quejas por la inadecuada hora de su emisión.
El Juego del Calamar es una serie de calidad que pone sobre la mesa, ni más ni menos, que la cuestión del precio que cada persona puede ponerse a sí misma. Un precio en dinero y también un precio moral. ¿Hasta qué extremos de violencia y egoísmo puede alguien llegar si la presión es la suficiente?, ¿en qué punto de la supervivencia nace el derecho a matar al contrincante para salvar la propia vida?, ¿no es la vida diaria un juego del calamar en el que uno trata de mantenerse dentro del juego para no ser expulsado? 
Todo ello además de que el formato infantilizado de la serie plantea si el juego que debe practicar cada niño es ese ensayo necesario de la vida y de la muerte en el que los niños deben aprender a perder y, sobre todo, a ganar. Porque lo peor, decididamente lo peor que le puede pasar a una persona es que alguien, en su propia vida, le ordene: «Tú no juegas».
Sólo quien se queda en la superficie de las imágenes puede acudir al escándalo y no entender la gran carga de profundidad moral que la serie plantea. Y es que la superficialidad siempre es fácil y escándalo es alimenticio para la miopía mental.