40 años de una ley que desató la polémica

Agencias
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El Congreso aprobó hace cuatro décadas, con una España que venía de una dictadura muy marcada por el catolicismo, la norma que permitía el divorcio, una regulación que levantó entonces las críticas de los sectores más conservadores

40 años de una ley que desató la polémica - Foto: Freepik

Hace 40 años, las Cortes Generales aprobaron una ley del divorcio que generó largos e intensos debates alrededor de la familia, de la libertad individual o de si el matrimonio debía ser o no indisoluble.

España venía de una dictadura, fuertemente marcada por el catolicismo, y con una democracia aún inmadura los parlamentarios más conservadores veían el divorcio que traía el Gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo como un «ataque» a los valores cristianos más profundos.

«Se trata de una ley moderada y realista, una norma que se sitúa en los límites mínimos de lo que puede ofrecerse con respeto y con seriedad a una sociedad joven y evolucionada. Una ley pragmática, alejada de todo dogmatismo doctrinario», defendía en la tribuna del Congreso el entonces ministro de Justicia de la UCD, Francisco Fernández Ordóñez, un 17 de marzo de 1981.

Un proyecto de ley que culminaría con su aprobación definitiva el 22 de junio y que derogaba la de 1932 de la II República, considerada por los políticos más progresistas de entonces como una de las mayores contribuciones a la «liberación de la mujer» tras haber estado sometida durante la Monarquía.

Lo cierto es que la iniciativa de 1981 que «modifica la regulación del matrimonio en el Código Civil, y determina el procedimiento a seguir en las causas de nulidad, separación y divorcio» tuvo un largo proceso de tramitración y debates.

Recibió hasta siete enmiendas a la totalidad: por la derecha, del grupo de Coalición Democrática, y por la izquierda comunistas, republicanos y socialistas.

Del Senado vinieron 22 enmiendas que fueron rechazadas y la más polémica fue la relativa al artículo 87, la llamada cláusula de dureza que obligaba a que pasaran cinco años de cese efectivo de la separación para poder legalizar finalmente el divorcio.

«Esto no se consigue de ninguna forma, ni siquiera con una pareja de la Guardia Civil. Si ellos siguen insistiendo en que no quieren seguir viviendo juntos, ni aunque les apliquen la cláusula de dureza van a hacerlo», argumentaba desde el PSOE el diputado Virgilio Zapatero.

En la tribuna, socialistas y comunistas hablaban de libertad sexual, de relaciones con hijos extramatrimoniales -que en los 80 estaban aumentando- o de acabar con el llamado divorcio con culpa.

«A veces parece que el divorcio es para los españoles el problema de los problemas. Y, sin embargo, está claro que esta medida aparece hoy en España, a finales del siglo XX, como un debate tardío», argumentaba Fernández Ordoñez mientras afirmaba que «no tiene sentido la negativa al divorcio basada en la defensa de la familia». «La familia ya se ha deshecho mucho antes por el desamor, el abandono, o por el adulterio», puntualizaba.

«Señor ministro, la familia como institución, y no como simple negocio privado, está en sus manos. Por favor, retire esta ley», le respondía el diputado Manuel Díaz-Pines de Coalición Democrática.

Díaz-Pines calificaba el divorcio como un «mal social irreversible, que destruye la institución del hogar» y preguntaba entonces si la nueva norma daba garantía jurídica frente al que defendía el «matrimonio para siempre» o si respetaba la naturaleza «propia del matrimonio católico indisoluble».

«¿Respeta el acuerdo jurídico con la Santa Sede?, ¿impide una cierta forma de repudio?, ¿respeta el programa de UCD? Mi personal respuesta a estas preguntas es claramente negativa», afirmaba toda vez que José Antonio Escartín, del grupo centrista, también se quejaba que no había un arbitrio judicial que estableciera «la posibilidad del juez de denegar» el divorcio.

En frente, Josep-Pi Sunyer, de ERC, que clamaba por una «auténtica» ley de divorcio más flexible y no tan «encorsetada». «Es inaceptable que se diga que ataca a la familia. El divorcio en sí no es bueno ni es malo: es un simple remedio», incidía el republicano.

Desde el Partido Socialista, Antonio Sotillo Martí rechazaba «una separación regulada con cicatería y tímido en articulado».

Durante el debate hubo partidos que retiraron sus enmiendas de totalidad, como la del nacionalista vasco de izquierdas Juan María Bandrés que ironizó con que «no fuera que sonase la flauta por casualidad, se retirara esta ley del divorcio y dentro de unos meses nos viniera otra notablemente empeorada».