Redimir penas con trabajos

Ana Pobes
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El convenio que el Consistorio tiene con el Ministerio permite a penados cumplir sus condenas con trabajos en beneficio de la comunidad en las áreas de parques y jardines y limpieza

Redimir penas con trabajos - Foto: Rueda Villaverde

Son las diez y media de la mañana de un día cualquiera. Carlos Manuel ya lleva tres horas barriendo las hojas caídas en el Parque de Gasset con la llegada del otoño. En los últimos días ha entrado a ‘formar parte’ del área  municipal de parques y jardines, pero será de manera temporal y hasta que salde su deuda con la justicia. Él es uno de los penados que cumple su condena con trabajos en beneficio de la comunidad gracias a un convenio que el Ayuntamiento firmó hace ya varias legislaturas con el Ministerio del Interior, a través de Instituciones Penitenciarias. Junto a él, otros compañeros de ‘faena’ como Faustino, que realiza tareas de mantenimiento en el Parque del Pilar, y Pedro (nombre ficticio para este reportaje) que se dedica a labores de limpieza en otra zona de la ciudad; La Atalaya. Los tres redimen penas con trabajos para el Ayuntamiento a través de las áreas de parques y jardines y limpieza.  

Se trata de personas que han cometido un hecho delictivo de escasa gravedad o bien no cuentan con medios económicos suficientes para hacer frente a la multa impuesta en sentencia, y que muestran un especial interés en redimir su condena con la realización de trabajos con una finalidad social. Uno de esos casos es el de Carlos Manuel, padre de tres hijos de quince, once y tres años que llegó a Ciudad Real hace ahora quince años en busca de una vida mejor para dejar atrás República Dominicana, su país natal. Sin dejar la escoba, su principal elemento de trabajo, relata a La Tribuna cómo un conflicto con uno de los clientes de la discoteca en la que trabaja como portero de seguridad le llevó a tener que pagar unos 700 euros como condena. Pero sus escasos recursos económicos le impiden pagar esta multa. «Tengo tres hijos y solo trabajo los fines de semana como portero, por lo que pagar ese dinero suponía dejar a mi familia sin las necesidades más básicas, por eso decidí realizar estos trabajos. Prefiero barrer que pagar», comenta uniformado con un chaleco reflectante y ropa deportiva. Esa disputa le ha obligado a tener que coger la escoba cada día desde el pasado 7 de octubre hasta el día 23, fecha en la que dará por finiquitada su sentencia. 

Cuando apenas han salido los primeros rayos de sol, Carlos Manuel inicia una nueva jornada de lo que se ha convertido su nuevo trabajo en las últimas semanas. Son las siete y media de la mañana. Es el momento de empezar a barrer cada rincón del Parque de Gasset, uno de los pulmones verdes de la ciudad y por el que ha paseado en varias ocasiones pero que gracias a estos trabajos conoce ya a la perfección. Hojas, hojas y más hojas sobresalen por el cubo, ese al que las va echando con ayuda de dos tablillas. No usa recogedor. Hay que dejar todo impoluto y «así es mucho más fácil». Tras dos horas y media llega el turno del bocadillo. «No fumo pero por lo menos me siento», comenta entre risas. A partir de entonces, tres horas más para concluir una jornada que no será remunerada.  

Su esperanza ahora es conseguir un empleo fijo mejor, «pues ser portero de una discoteca no compensa. Entro a las seis de la mañana y salgo a las dos de la tarde. La gente a esas horas ya va algo perjudicada y te saca de quicio. Por eso estoy aquí, por pelearme con un cliente. De momento, sigo trabajando en la discoteca pero busco un empleo mejor,  aunque a los españoles no les gusta muchos los latinos y es complicado», argumenta. 

Con el Parque de Gasset como escenario califica de «muy buena» esta nueva experiencia. Aunque a sus 36 años barrer no es nuevo para él, porque siempre ha limpiado y ayudado en casa, sí lo es hacerlo como penado, aunque confía en que ésta sea la primera y la última. «Espero que nunca más tenga que hacer estos trabajos para pagar una multa pero que no sea la última si me pagan por hacerlo. Nunca había barrido un parque, y si algún día me dan trabajo en el Ayuntamiento ya sé cómo hacerlo»,  señala mientras acumula más hojas en un pequeño montón. 

El cumplimiento de la pena se desarrolla siempre bajo el control del juez de vigilancia penitenciaria. La administración penitenciaria asume el seguimiento y sometimiento de la persona a la pena, así como del cumplimiento efectivo del trabajo impuesto. No todos los reclusos o condenados pueden acogerse a este convenio. 

Para la Concejalía de Medio Ambiente, en palabras de su responsable, Mariana Boadella, la iniciativa, que busca también la inserción social, está siendo un éxito. «Cuando los jueces determinan penas, en ocasiones ellos pueden optar por cumplir la sentencia en jornadas de trabajo en vez de hacerlo en un centro penitenciario», explica la edil. Desarrollan principalmente las labores «más básicas» de cada servicio, y según sus necesidades, continúa explicando, se da también la posibilidad de realizar los trabajos en fin de semana. Es el caso, por ejemplo, de Pedro que trabaja los sábados y domingos por la zona de La Atalaya. 

Cada jornada en beneficio de la comunidad computa por cuatro días de sentencia, según Boadella. Así por ejemplo, con los datos encima de la mesa, en lo que va de año en el servicio de limpieza se han registrado 340 jornadas de trabajo «tanto en fines de semana como en el turno  de lunes a viernes», mientras en el área de jardines se han contabilizado hasta el momento 240 jornadas. El Ayuntamiento «está computándolo  en jornadas de trabajo» pero Boadella señala que «siempre hay una, dos e incluso tres personas por servicio, y suelen cumplir penas de unas 80 jornadas máximo», por lo que haciendo cálculos «pueden pasar al menos unas diez personas al año». 

El objetivo de estos trabajos, continúa explicando, no es solo aportar un beneficio a la comunidad sino también buscar una reinserción en la sociedad. De hecho, comenta, en varias ocasiones se ha planteado en la concejalía la posibilidad de que aquellas personas a que se las sanciona por hacer pintadas en edificios y mobiliario urbano se dedicaran a limpiarlas. «Me gustaría que la gente sancionada por ese motivo se dedicara a limpiar sus propias pintadas pero hay tanta burocracia detrás que al final no llega a compensar. En cambio, los trabajos con estos penados es diferente porque ya lleva un rodaje y es algo que está muy controlado por la Administración. Todo ello sin olvidar que a nosotros también nos supone un trabajo y una dedicación, ya que hay que llevar un control de las horas y de la asistencia, por lo que también se requiere la colaboración de los servicios», argumenta. Así, en el hecho de que no se presenten a trabajar llevaría «abrir un expediente y comunicárselo a la administración correspondiente». 

De momento, el Ayuntamiento «está contento» con esta iniciativa que da la oportunidad «aquellas personas reinsertables que por diferentes circunstancias han cometido un error en su vida». Sin duda, una oportunidad para ellos pero, sin duda, también un beneficio para la sociedad.