300.000 voces para la UTCA

Hilario L. Muñoz
-

Patricia Cervera, madre de una paciente, presentará el 28 de mayo las firmas recogiendo para que Andalucía tome ejemplo de Ciudad Real

Mamá, ¿por qué ya no puedo llorar ni reír?» pregunta una hija con anorexia. La madre responde: «¡Jamás te voy a dejar que te apagues!». Tras este diálogo hay casi 300.000 personas que ya han solicitado a la Junta de Andalucía que tome ejemplo de Ciudad Real y que habilite una unidad  en alguna provincia. El diálogo está publicado por la granadina Patricia Cervera con su hija Aleixandra y forma parte de esa petición que ella inició y que ha calado, con cientos de familias que ahora programan una semana de reivindicaciones con motivo del 2 de junio, Día mundial de la Acción por los Trastornos de la Conducta Alimentaria para que se escuche su voz. Los actos, de hecho, arrancarán el 28 de mayo, con la presentación de estas firmas para mostrar que tras los trastornos hay miles de voces.

Cervera conoció la anorexia hace años, a través de su hermana, pero hace ocho años se instaló en su casa, cuando su hija tenía 13 años y pasaba del colegio al instituto. «Conocía los síntomas de la enfermedad pero el problema es que los padres no nos queremos creer que esto le puede pasar a nuestros hijos», por lo que al inicio hubo más negación de lo que estaba ocurriendo hasta que descubrió a su hija escondiendo comida. La llevó al pediatra y le dijo al doctor que creía que su hija tenía anorexia. «Era una niña muy alta, muy grande y siempre había estado con gente más delgadita por lo que se sentía como que desentonaba» así que empezó a comer sano a hacer ejercicio y «empezó a entrar en un bucle». «La puse en la puerta del hospital muy rápido a los dos meses o menos», afirma en uno de los fines de semana que pasa en Ciudad Real cerca de su hija pero alejada de su otro hijo, que se queda en Granada. 

«Una de las cosas que más me duele, porque ahora tengo la certeza, es saber que si mi hija hubiera recibido un tratamiento adecuado a su enfermedad se hubiera recuperado hace muchos años y no estaríamos hoy aquí», afirma. Además recuerda que si en ese momento hubiera existido este tratamiento no habría las secuelas a nivel físico o psicológico que tiene Aleixandra pero además no habría perdido el tren de la vida, ya que dejó «de estudiar». «Ha perdido muchas cosas que si se le hubiera tratado desde el primer momento hubiera podido disfrutar».

A partir de aquel momento en que fue a pedir ayuda a la sanidad comenzó lo que Cervera denomina una odisea por hospitales públicos y privados. «Un peregrinaje de pasillos, consultas y profesionales» y un peregrinaje de decepción, ya que esperaba que hubiera una situación mejor que en tiempos de su hermana, cuando había camas y una psiquiatra en el hospital de Granada. «Esperaba encontrarme que esto había avanzado y que se le podía ayudar» pero no hubo nada, pese a que con los años se ha puesto el acento en la enfermedad y existen llamadas cada poco tiempo de que es necesario estar alerta y vigilar las señales de esta enfermedad. Pese a que ella las vio, «durante 8 años, Aleixandra ha estado en estado de desnutrición severo». 

«Hay que decir que no enferman solo ellos, enfermamos toda la familia porque es una enfermedad devastadora», suma como puntos de conflicto en este tiempo en el que ha recibido consejos que «han ido del blanco al negro» y que han creado desconfianza en Aleixandra a la hora de recibir tratamiento por cualquier médico. En este punto, Cervera recuerda que su hija empezó como menor y que ahora mayor de edad es cuando recibe tratamiento. Llegó a Ciudad Real tras pasar unos meses en la unidad de Albacete, a la espera de poder entrar en la de Ciudad Real, por las listas de espera que hay. Los 21 años de Aleixandra hacen que ella decide estar en la unidad. 

La lucha de Patricia y de Aleixandra se ha «convertido en la lucha de toda Granada» ya que a sus voces se han ido sumando muchos pacientes, ex pacientes andaluces que ya habían estado en Ciudad Real y familiares que han ido descubriendo hasta dónde llega esta enfermedad. Con su ejemplo se ha roto el silencio que hay cuando la anorexia entra en una casa porque «no hay voces que se alcen ya que son las familias quienes tienen que pedir los recursos que necesitan».