El pintor y escultor Eduardo Barco (Ciudad Real, 1970) se ha sacudido influencias para seguir creciendo, se ha distanciado de referentes como Paul Klee o David Hockney para ahondar en el Quijote. Hoy presenta en el Museo del Quijote de Ciudad Real una colección de esculturas y algunas pinturas inspiradas en la obra cervantina. Esta muestra es fruto de la reflexión de Eduardo Barco sobre el Quijote y la situación del artista, que es «un poco quijotesca porque trabajas con sueños, ideas;y tiene un punto de locura en la creación», explica a este diario el pintor y escultor la víspera de la inauguración de su exposición. Está «ilusionado» porque vuelve a presentar parte de su quehacer artístico en Ciudad Real de la mano del Ayuntamiento y porque es la primera vez que expone en el Museo del Quijote. «Cada pintura, cada escultura es una aventura» en un camino empinado y escarpado en los inicios de la mayoría de los artistas, confiesa Eduardo Barco, tras una reflexión sobre el mundo del Quijote y el del artista que, a su juicio, tienen cierto paralelismo. Ambos cabalgan, sueñan y viven aventuras y desventuras. El ingenio del primero no tiene parangón, como en algunos artistas. Eduardo Barco es uno de ellos y una muestra son sus obras, tanto los dibujos y pinturas como las esculturas. Esa reflexión propició un proceso creativo con piezas de cerámica, de barro, de ese rojizo que da su tierra: La Mancha, que vuelve a adivinarse en la obra de Barco. «El paisaje de La Mancha, la llanura, el horizonte plano y su luz, es referencial», subraya el artista que ha concebido una muestra formada por 24 esculturas y seis dibujos. «No son trabajos pomposos, son obras sencillas», que no menores;una mirada extraordinaria del artista.
Desde hace años trabaja en Madrid, donde tiene su estudio. Ha iniciado una nueva senda en su vida: la docencia. Imparte clases en la Facultad de Bellas Artes.