Pedro Pardo: El valor de la bondad (I)

Vicente Castellanos*
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Se cumplen 20 años del fallecimiento del querido y añorado sacerdote Pedro Pardo García

Pedro Pardo: El valor de la bondad (I)

El 4 de octubre de 2001, hace veinte años, fallecía en Madrid el reverendo Pedro Pardo García a la edad de 66 años, después de complicarse de forma irreversible una operación en que le fue amputado un dedo del pie derecho. Pedro Pardo venía sufriendo durante años dolencias de estómago y su deterioro era evidente en los meses anteriores. Sin embargo, nadie esperaba el fatal desenlace de aquella madrugada, que sorprendió a todos sus amigos, que eran muchos, a lo largo de la mañana y que llenó de lágrimas a los vecinos de la barriada del Pilar, donde fue párroco durante 27 años, de Poblete, de donde era párroco desde 1990, de Aldea del Rey, su localidad natal, y de todo Ciudad Real. Quedaron especialmente impactados “sus chicos”, como él les llamaba, un puñado de hombres y mujeres de la barriada del Pilar o afines a ella, nacidos todos entre 1948 y 1950, que habían vivido su adolescencia y juventud al lado de este sacerdote, al que consideraban su segundo padre, el hombre que enderezó sus vidas y les dio un camino de vida y servicio para transitar. Ellos son los que hoy en día forman la Asociación Amigos de Pedro Pardo, una agrupación muy activa al servicio de su memoria y que honra todos los valores del querido sacerdote: la entrega, la ayuda a los demás, la compañía incesante y una implicación activa desde el punto de vista social en auxilio de los más necesitados en coherencia vital con los valores del Evangelio.

   Pedro Pardo García nació en 1935 en Aldea del Rey en el seno de una familia pobre y humilde compuesta por su padre, Pedro Antonio, hortelano, su madre, Isabel, sastra, y sus dos hermanas, que nacerían en los años siguientes, Teresa y Ramona. Los años de guerra (1936-1939) fueron una dura prueba para esta familia, obligada a vivir de alquiler y a trabajar para sus convecinos más favorecidos para poder sobrevivir. A los cinco años, una tarde de intensa lluvia, Pedrito, como le llamaban todos, se encontró con el cura del pueblo, don Juan Manuel, que le invitó a que le ayudara en la iglesia y con gran contento empezó su colaboración, que no cesó hasta el día de su muerte. Pedrito era un chico extrovertido, alegre, teatral, que tomó como un auténtico oficio las tareas en la parroquia del pueblo, que desarrolló con total prioridad y responsabilidad.

   Animado por el párroco Pablo Martín y por el maestro de Aldea del Rey, Upiano Trujillo, Pedro Pardo marchó del pueblo hacia la capital provincial, Ciudad Real, con doce años de edad, para entrar en el Seminario menor en 1948. Durante los dos primeros años, correspondientes a los estudios de Latín, dentro del Plan Especial de los Seminarios Españoles, estuvo en el antiguo Instituto Popular de la Concepción de la calle de la Mata, habilitado para acoger a los muchos alumnos que se registraban en 1º y 2º de los estudios del Seminario en aquellas fechas. Posteriormente pasó al antiguo Seminario diocesano, ubicado en la calle Alarcos y hoy desaparecido. Allí completó los diez años restantes de su formación como futuro sacerdote, tres años más de Latín, tres años de Filosofía y cuatro años de Teología, dentro de un régimen estricto de internado acorde con los tiempos que se vivían, considerados históricamente como los años del nacionalcatolicismo, que se consumaron tras la victoria de Franco en la Guerra Civil.

   En realidad, la vida de Pedro Pardo tuvo que amoldarse a tres épocas históricas muy diferentes de la historia de España y de la historia local: el nacionalcatolicismo referido, la época de apertura eclesiástica sin precedentes que supuso el Concilio Vaticano II y los años que siguieron, y la etapa de España en democracia (1975-2001), que fue una fase de fuerte secularización de la sociedad española.

   La primera etapa, coincidente con su formación en el Seminario, le condujo a una consolidación de sus talentos como buen estudiante y buen músico, pues la música, de la mano de maestros consagrados como Agustín Sánchez de la Nieta, Pedro Rebassa Bisquerra o Salomón Buitrago Gamero, profesores del Seminario, se convirtió en su pasión y en la vía para trasladar a los demás su profundo espíritu evangélico. El 19 de junio de 1960, junto a once compañeros de promoción, Pedro Pardo recibía las órdenes del presbiteriano en la parroquia del Cristo de Miguelturra y el día 28 de junio oficiaba su primera misa (cantar misa, es la expresión) en la iglesia de San Jorge Mártir de Aldea del Rey, donde acudieron todos los aldeanos, incluso los segadores, que pararon ese día para asistir al canto de misa de Pedrito.

   El obispo de la Diócesis Priorato de las Órdenes Militares en Ciudad Real, Juan Hervás Benet, tuvo a bien encomendar como primer destino de Pedro Pardo el Camirro (Capilla misionera rodante), una caravana tirada por un Land Rover que recorría las fincas y pueblos más alejados de la provincia de Ciudad Real con el objetivo de evangelizar a las gentes que no disponían de un sacerdote ni una parroquia cercana, una tarea intensamente misionera y difícil, pues en no pocas ocasiones podían encontrase, los dos sacerdotes que la llevaban a cabo, con hostilidades consecuentes de la pasada Guerra Civil. Sin embargo, todo lo que Pardo refirió de esta fase, cuando solo contaba veinticinco años de edad, se resume en el cariño de las gentes de la Mancha y en una experiencia muy gratificante que duró aproximadamente dos años y medio. De alguna manera, la teoría del Seminario se convertía en vida y experiencia directa que influyó decisivamente en su apostolado posterior, muy entregada a las necesidades sociales.

   En diciembre de 1963 Pedro Pardo fue nombrado párroco de una parroquia muy pobre de la zona fuera de rondas de Ciudad Real, una barriada creada en 1946 dentro de la política de casas baratas del primer franquismo para localizar y controlar a la población conflictiva, alejada de la zona centro. Era la barriada del Pilar y su parroquia, consagrada en 1960 con el nombre de Parroquia de Nuestra Señora del Pilar, cuya infraestructura amenazaba ruina inminente. El segundo destino de Pardo no era, pues, mejor que el primero. El propio sacerdote confesó en una entrevista a Lanza que en los primeros meses no se atrevía a salir de casa pues en el barrio había un fuerte sentimiento anticlerical y sufría continuamente el trato despectivo de algunos vecinos que se cruzaban de acera cuando le veían o incluso escupían en el suelo con gesto de evidente rechazo. El barrio estaba sucio, no disponía de canalización de agua y el desafecto se podía cortar en el aire. Sin embargo, fue precisamente esto lo que motivó y justificó toda su intensa labor posterior de evangelización, que duró 27 años, hasta 1990, y cuya consecuencia fue la completa transformación de la barriada, sobre todo cuando don Pedro descubrió el corazón tan grande de cada uno de sus habitantes y empezó a trabajar con la juventud del barrio, motor del cambio en muy poco tiempo.

*Vicente Castellanos Gómez: doctor en Historia por la UCLM, catedrático de Educación Secundaria con ejercicio de la docencia en IES Santa María de Alarcos de Ciudad Real, donde es jefe del departamento de Historia, investigador, autor del libro Musicalerías: Ciudad Real, música y sociedad (1915-1965) y de La Unión Patriótica en la provincia de Ciudad Real (1923-1930). Compositor y cantautor. Ha editado tres discos. Ha coordinado doce libros de la Editorial Santa María de Alarcos y es autor de numerosos artículos y capítulos de libros. Trabaja como profesor asociado de la UCLM, campus de Ciudad Real, impartiendo clases de Historia en Relaciones Laborales, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales.