Melancolía por la plaza que fue

R.Ch.
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El arquitecto, escritor y colaborador de 'La Tribuna', José Rivero, presenta hoy (18h. Plaza de los Mercedarios) su último libro sobre la plaza Mayor, un espacio marcado por «desaguisados» históricos

Melancolía por la plaza que fue - Foto: Tomás Fernández de Moya

Cuatro décadas después, «regreso al lugar del crimen». El arquitecto, escritor y columnista de La Tribuna, José Rivero (Ciudad Real, 1951), presenta hoy su último libro, Plaza Mayor. Permanencia y transformación, de la mano de la editorial Serendipia y en el que da cuenta del proceso de definición formal del espacio central de la capital, desde el momento de la fundación en 1255, de mano de Alfonso X ‘El Sabio’, hasta nuestros días, atravesando las «inclemencias del tiempo» que han impedido una espacialidad conforme a su alternativo valor simbólico.

En 1981 escribía en la revista Almud sobre este espacio al que regresa de manera «no premeditada, porque no es que me hubiera hecho un juramento de no volver a escribir sobre arquitectura en Ciudad Real, pero no tenía ni ganas ni interés por los desaguisados que se han producido». Frente a la razón lógica prevalece la razón instrumental de una obra que presenta como «un toque de atención, porque hay cosas que se pueden modificar» y que gestó en los meses de confinamiento. El libro presenta un abundante apoyo de imágenes, algunas de ellas inéditas, que dan traslado de las dificultades fundacionales en la definición formal de Villa Real con una curiosa omisión:la ausencia de un templo religioso en el espacio de la plaza.

La «melancolía y el desánimo» han sido las premisas de las que parte un repaso que incluye historias de derribos en los años en los que Ciudad Real estrenaba la democracia y de decisiones «equivocadas de arquitectos importantes», coronado por un Ayuntamiento de Fernando Higueras «que ni coordina con lo que hay alrededor ni conecta con la fachada donde han puesto el jardín vertical y que hubiera lucido más, por ejemplo, en los jardines del Torreón». 

Ya en 1977 «el horizonte era lamentable», afirma Rivero que añade que «desde entonces, gestos positivos, muy pocos» para la vieja almendra central de la ciudad, en la intersección de las vías reales que atravesaban el Pozuelo Seco de don Gil.