Un cuento cada noche

Patricia Vera
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La maestra de Infantil María Rabadán comparte día a día la lectura de un cuento infantil para sus alumnos de Puebla de Don Rodrigo, pero son muchos más quienes la siguen para entretenerse.

Un cuento cada noche

Comenzó como una actividad más para sus «niños» de cuatro y cinco años y ha terminado por cogerle el gusto a contar cuentos ante la cámara. Las ‘culpables’ son las madres de sus alumnos, que tan encantadas quedaron con el primer vídeo que les envió para entretenerse durante el confinamiento, que la diversidad de sus destinatarios se ha ido ampliando. Esos primeros «niños» son sus alumnos del CEIP San Fermín, de Puebla de Don Rodrigo, donde María Rabadán da clase este curso, su destino provisional tras lograr la plaza en las últimas oposiciones.

«Las mamás de algunos pueblos no tienen los mismos recursos que tenemos en la ciudad», comienza reflexionando esta maestra de Infantil, aunque las considera afortunadas dado que en la Puebla quien más quien menos tiene una casa y el patio, por pequeño que sea, lo que «les da mucho desahogo». Lo cuenta desde su piso de Ciudad Real, donde teletrabaja junto a su marido, Miguel Hervás, y cuida de sus dos hijos, Miguel, de 6 años, y Jimena, de 4, que se han convertido en auxiliares de producción de estos vídeos caseros que ya se están expandiendo a otros colegios, gracias al boca a boca de sus colegas maestros y de las familias.

Así, cada día sus hijos eligen uno de los cuentos de su biblioteca familiar. «Por edad, son los que más saben qué les puede gustar a mis alumnos», describe, aunque sabe que sus vídeos están llegando también a Primaria. Para cuando acabe su repertorio personal, tiene un buen surtido de cuentos que le han hecho llegar virtualmente las familias destinatarias.

Cada tarde, preparan la habitación donde graban y se lanzan a ello. Con su voz dulce, de años de experiencia ante los más pequeños, encandila mostrando ilustraciones y narrando historias en unas circunstancias donde toda cotidianidad es un alivio. Les pide «las piernas cruzadas, los ojos de búho, las orejas de elefante» para estar atentos. «En clase casi siempre cuento cuentos y se me ocurrió que por qué no seguir haciéndolo», comenta. Era 22 de marzo y se atrevió con La casa de la mosca Fosca, de Eva Mejuto. La respuesta no se hizo esperar: «Me mandan whatsapp los niños diciendo que les gusta y las amigas, que se animan a compartirlo», cuenta con alegría por el éxito inesperado, «y las madres, a las que yo no quería agobiar, me piden más porque les viene muy bien para entretener durante una hora a los niños». Desde aquel primer día, ha grabado casi una decena y piensa continuar mientras dure el confinamiento. Han gustado mucho ¿Cómo te como? (28 de marzo) y ha dedicado Camuñas (30 de marzo) a los sanitarios.

Ella también esta viviendo el confinamiento atareada. Entre las obligaciones escolares de los niños, las labores de la casa, el teletrabajo y el cuentacuentos no para en todo el día. Aun así, saca tiempo para sumarse a la solidaridad ciudadana, por lo que ha confeccionado mascarillas junto a otras personas de la hermandad de Nuestra Señora de la Soledad.

La primera duda fue a qué plataforma subir el vídeo. «No tenía canal de Youtube y en estas circunstancias no me apetecía hacerlo», rememora, «algunas familias no usa email para comunicarse», añade, consciente de la brecha digital, «pero la mayoría tiene móvil y Facebook». Así que aprovechó su perfil personal (www.facebook.com/maria.rabadandelamo) de esta red social para subir los vídeos cada noche, una vez grabados en la intimidad de su hogar, para llegar al de sus alumnos para acompañarles a la hora de dormir.

Ahí termina la actividad, aunque suele incluir alguna propuesta solo para sus alumnos: «Dibujar, escribir el nombre del personaje que más le haya gustado...», acciones sencillas que le permiten seguir comunicándose con unas familias que buscan el entretenimiento como salida a la impotencia.