"Estaba en una lista de los que no podían salir con vida"

R.Ch.
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Los exdiputados Miguel Ángel Martínez y Pedro Menchero recuerdan, 40 años después, el intento de golpe de Estado del 23-F

Las horas más tensas de la democracia - Foto: MANUEL P. BARRIOPEDRO

Nosotros combatimos por aquella Transición», reivindica Pedro Menchero, entonces, en 1981, diputado del Grupo Parlamentario Centrista por Ciudad Real y que recuerda ahora el alumbramiento de una recién nacida democracia que vivió tal día como hoy, hace 40 años, uno de sus momentos más críticos, con un intento de golpe de Estado que amenazaba con producirse «en cualquier momento» motivado «por las carnicerías que provocaba ETA, el descontento social y la crisis económica» que azotaba España en los inicios de los años 80.

En la tarde de ese lunes de hace cuatro décadas, el Congreso empezaba con la segunda votación para investir a Leopoldo Calvo-Sotelo como presidente del Gobierno cuando 200 guardias civiles irrumpieron en el hemiciclo con el teniente coronel Antonio Tejero a la cabeza y el ya famoso «¡Quieto todo el mundo!». Las balas empezaron a volar por encima de las cabezas de los diputados.

Entre los que estaban allí, el diputado ciudadrealeño Miguel Ángel Martínez. A sus 41 años era el secretario general del PSOE castellano-manchego. Hoy recuerda una situación «impensada», llena de incertidumbres y de listas negras de parlamentarios «que no podían salir de allí con vida». Él era uno. Así se lo comentó un joven agente ciudadrealeño que le identificó. «Se me acercó y, con mucho respeto y cariño, me preguntó si yo era Miguel Ángel Martínez. Cuando le dije que sí, me aseguró que estaba en la lista que tenían de los que les habían dicho que no podían salir con vida de allí. Tenía él veintipocos años, le recuerdo la cara perfectamente y que tenía más miedo casi que nosotros, porque les habían metido en los autobuses y se encontraron en esta situación. Si nosotros no sabíamos cómo iba a terminar todo esto, ellos tampoco».

El recuerdo «es imborrable», asegura también Menchero. España vivía una transición «que fue un gran pacto entre todos, que se hizo por el bien de todos y para salvar el principio de la democracia» pero hace 40 años todo se puso en duda subfusil en mano. «Se pasó mal, sobre todo en los primeros momentos, en los que no sabías quién había entrado, si eran guardias civiles o etarras disfrazados». En 1980, ETA mató a casi un centenar de personas en España. «A los pocos minutos se empezó a reconocer a los que estaban y nos íbamos enterando de lo que iba pasando por la ‘radio-macuto’, por lo que comentaban los ujieres, los periodistas o los que tenían una radio». Con el paso de las horas, las noticias empezaban a ser positivas «y la situación se fue relajando». El golpe no avanzaba y la joven democracia española superaba su prueba más difícil con un papel destacado del rey Juan Carlos I. Fruto de esas horas de incertidumbre se amontonan ahora las historias y las anécdotas, como la protagonizada por Manuel Fraga, «que a las 12 y poco de la noche dijo que ya estaba bien, harto y viendo que entraban en negociaciones, empezó a bajar por el hemiciclo y dijo que se iba a casa. Bajó como un torbellino y se fueron sumando varios diputados, entre ellos yo -relata Menchero- hasta que se enfrentó con la Guardia Civil a empujones. Nos detuvieron y nos hicieron retroceder, menos a Fraga, que se las tuvo tiesas con Tejero».

Al final de la noche, una de las imágenes que quedó grabadas para la historia fue la de Miguel Ángel Martínez saliendo del edificio del Congreso 18 horas después, «puño en alto y con el jersey que solía llevar yo entonces», relata el que años más tarde llegó a ser vicepresidente del Parlamento Europeo. El golpe había fracasado.

Echando la vista atrás, los dos diputados recuerdan que la Transición fue «una obra que salió bien», asegura Menchero, ingeniero que fue asesor de los ministros Loyola de Palacio y Arias Cañete y que considera «curioso» que ahora se planteen dudas sobre la democracia en España, algo que hace cuatro décadas «solo defendían grupúsculos de extrema izquierda, porque ni siquiera lo hacía el Partido Comunista. Lo extraño es que esas teorías han cogido cuerpo hasta el extremo de que lo manifiesta un vicepresidente del Gobierno. Es una involución».

Martínez coincide en señalar que desde la «’ventaja’ de haber vivido 30 años en el exilio, entre Francia, Austria y Bélgica, sé lo que es una democracia consolidada y lo que no y pienso que la nuestra está absolutamente consolidada, porque si no lo estuviera, no hubiera salido de aquel atolladero del 23-F». Las dudas en 2021 sobre la democracia española «son conversaciones de gente que no sabe qué es la democracia en los países más consolidados del mundo o que no tienen televisión y no han visto qué pasó hace unas semanas en el Capitolio de los Estados Unidos. Ningún sistema democrático está a salvo de que se pueda producir un incidente o de la chaladura de algunos cuantos chalados», asegura Martínez, que defiende una democracia «plena, pero que también se puede mejorar» y esa mejora debería ser, añade, una de las grandes preocupaciones de los políticos.