Una deuda histórica con Ramón y Cajal

Elena Camacho
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El padre de la neurociencia y Premio Nobel de Medicina donó hace casi un siglo más de 28.000 objetos que aún hoy siguen esperando un lugar donde exponerse

Una deuda histórica con Ramón y Cajal

Santiago Ramón y Cajal, padre de la neurociencia, ganador del Premio Nobel de Medicina e impulsor de la actual infraestructura científica en España, donó más de 28.000 objetos para que a su muerte fueran conservados como símbolo del valor de la medicina española. Ochenta y siete años después, siguen almacenados en cajas en el Instituto Cajal.

«La historia ha tratado muy bien a Ramón y Cajal pero los españoles muy mal», resume el presidente de la Academia de las Ciencias (RAC), Jesús María Sanz-Serna.

Más de un siglo después de recibir el Nobel, el investigador sigue siendo uno de los científicos más citados del mundo porque probablemente es «uno de los tres o cuatro Nobel de Medicina más importantes de la Historia», pero «en España no le valoramos», lamenta. Prueba de ello es el estado de su tumba en el cementerio de la Almudena que, lejos de ser un lugar de culto como la de Marie Curie en Francia o la de Isaac Newton -enterrado en la abadía de Westminster-, está totalmente abandonada e incluso fue vandalizada hace tres años.

Unos meses antes a esa fecha, algunas de sus pertenencias (libros, objetos personales, dibujos o fotografías) aparecieron en venta en el Rastro de Madrid, «obras de arte en sí mismas» que estaban por los suelos del mercadillo, un «patético» ejemplo del abandono institucional a su figura, como denunció el entonces director del Instituto Cervantes, Juan Manuel Bonet.

Otro tanto se puede decir de su última residencia, un palacete ubicado en el número 64 de la calle Alfonso XII de Madrid, encargado al arquitecto Julio Martínez Zapata en 1912 y en el que Cajal instaló su laboratorio y pasó los últimos 23 años de su vida.

En 2017, el edificio fue adquirido por una inmobiliaria y aunque algunos grupos políticos solicitaron al Gobierno su reconversión en museo, las obras siguieron adelante. Hoy, es un edificio protegido que solo conserva la fachada, el portal y las escaleras originales de acceso a las viviendas, el resto son pisos de lujo con jardín y garaje robotizado.

«Ese palacete hubiera sido una ubicación excelente» para abrir un museo y defender la memoria de quien no solo fue un científico excepcional, sino también impulsor y presidente de la Junta para las Investigaciones Científicas, la primera infraestructura española de este tipo que tras la Guerra Civil pasó a ser el actual CSIC.

Pero la situación cambió hace un año. En febrero de 2020, el ministro de Ciencia, Pedro Duque, anunció el compromiso del Estado de poner en marcha un museo dedicado al científico. 

A pesar del freno que ha supuesto la pandemia en estos últimos meses, ya se han dado los pasos necesarios para constituir un grupo de trabajo técnico que impulse este proyecto olvidado.

Para el investigador Juan Andrés de Carlos, la creación de este equipo es un gran avance: «Nunca habíamos llegado tan lejos», afirma este experto del Instituto Cajal y responsable del legado del nobel. 

Posiblemente una de las iniciativas que más cerca estuvo de albergar el museo fue la que impulsó el expresidente del Colegio de Médicos de Madrid, Miguel Ángel Sánchez Chillón.

El lugar parecía adecuado, dado que la madrileña sede del Colegio de Médicos aún conserva el aula magna en la que Ramón y Cajal impartió clases de Medicina durante casi 30 años, pero el proyecto no prosperó porque Patrimonio Nacional (propietario del edificio que alberga el Colegio de Médicos) no autorizó las obras y porque el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) nunca aceptó desprenderse del Legado Cajal.

Otra posible ubicación sería el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid que hasta diciembre acoge una exposición temporal con objetos del Legado Cajal.

Acabe donde acabe, el patrimonio del científico es un tesoro de más de 28.000 piezas, desde preparaciones histológicas, dibujos, piezas de mobiliario como su mesa de trabajo o algunas sillas, manuscritos, premios y medallas, cámaras y fotografías en color porque «también fue pionero de la fotografía en España», recuerda De Carlos.

Este ingente legado incluye algunos de sus premios más importantes, como la medalla Helmholtz de la Real Academia de Berlín o la medalla Nobel, aunque para De Carlos una de las piezas más especiales de la colección son sus primeros cuadernos de laboratorio, «desde los que se pueden seguir sus investigaciones perfectamente».