"El problema de los veterinarios es que no tienen recambio"

Juana Samanes
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Obsesionada con la infancia, esta cineasta está convencida de que la mejor forma de crecer es con amor, como el que le brindaron sus abuelos

"El problema de los veterinarios es que no tienen recambio"

Desde nuestro vecino país, Francia, aterrizan en nuestra cartelera multitud de películas, algunas llenas de sensibilidad como Una veterinaria en la Borgoña, dirigida por la joven Julie Manoukian, hasta ahora guionista, con la que rinde homenaje a los veterinarios rurales que se enfrentan, día a día, a jornadas laborales maratonianas.

El mundo rural se está quedando vacío en Europa. ¿Fue uno de los temas que le inspiraron para escribir esta película?

Sí, porque las campiñas francesas se están vaciando. Sabía que los médicos rurales lo estaban pasando mal por ese motivo, pero desconocía que ocurría igual con los veterinarios. Incluso me pareció más paradójico porque en mi país la mayoría de la gente de campo tiene ganado. Por ello, sería el final, porque si no hay veterinarios para cuidarlos no habría ganado. Para mí fue una auténtica bofetada descubrir la magnitud del daño que se produciría si faltan estos profesionales.

Su película rinde homenaje a los veterinarios rurales. ¿Cree que ese sentido de servicio no está arraigado en la gente joven, que prefiere una vida más cómoda?

Ese es el gran problema de los veterinarios rurales franceses desde hace 20 años. En las ciudades, las condiciones de trabajo son más fáciles, mejores horarios, más medios materiales e inversión en tecnología. Pero en el campo no es así. Las condiciones son muy difíciles porque deben acudir a urgencias a cualquier hora del día, todos los días de la semana, y no pueden tomarse vacaciones. Y veterinarios de mediana edad dicen que no hay remplazo, que los jóvenes no quieren sacrificar su vida como hicieron ellos. Yo lo entiendo, pero tendría que haber un cambio de mentalidad global, y en mi país se están planteando sobre cómo reclutar a veterinarios jóvenes. Los que son veteranos están convencidos de que si conocieran en qué consiste su trabajo y las satisfacciones que reporta cambiarían de opinión. 

A su protagonista la describe como una joven asocial, por las circunstancias personales que vivió en su infancia. ¿Su película también quería recordar lo importante que son las vivencias de los primeros años para conformar nuestra personalidad?

La infancia es una obsesión para mí, porque también está definida por la familia, las convicciones religiosas, los secretos... Cuanto más envejezco menos entiendo la separación que se hace entre niñez y edad adulta. Yo tengo la convicción de que me sentí muy nutrida en mi infancia por mi imaginación y por la gran relación que tuve con mis abuelos. Y el ambiente de amor en el que crecí lo transmito en las relaciones de mis personajes. 

No sé cómo eligió a Noemi Schmidt para la película, pero seguramente no hay muchas actrices capaces de manejarse tan bien con los animales, y menos tener una mascota que es una rata.

Yo estaba empeñada en que la mascota de Alex, mi protagonista, tenía que ser una rata. Tuve que insistir mucho y, cuando estábamos buscando financiación, a algunos no les parecía bien, pero no encontraba otro animal que pudiera sustituir el juego que me daba una ratita. Noemi tuvo ratas cuando era pequeña y, además, había rodado anteriormente un cortometraje con una, con lo cual estaba familiarizada y acostumbrada a ese animal.