Un viaje urbano en tiempos de pandemia

M. Lillo
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El transporte público ha sufrido la merma de viajeros derivada de la reducción de la movilidad por el COVID. Quienes se suben a él destacan el servicio, su carácter económico y conexión de la ciudad

La parada del Hospital General es una de las de mayor flujo de viajeros del autobús urbano. - Foto: Tomás Fernández de Moya

Con menos usuarios y una buena valoración por parte de los viajeros, el transporte público no ha podido sortear el impacto de la pandemia. Al igual que otros medios de transporte, el autobús urbano ha sufrido el duro golpe que ha supuesto el COVID en cuanto al número de viajeros, que ha pasado de casi 2 millones en el año 2019 a apenas un millón en 2020. El férreo aislamiento en casa que implicó el primer estado de alarma y las restricciones dictadas meses después,  así como las implantadas en la actualidad han menguado la cifra de personas que se venían subiendo al mismo. En este ‘viaje’ del transporte público en estos tiempos de pandemia siguen confiando, no obstante, usuarios como Mónica Ruiz Céspedes.  

Alrededor de las 12.30 horas se sube en la parada de la línea 2, saluda al conductor por su nombre, Javi, y se agarra fuerte a una de las barras que hay hacia la mitad del vehículo. «Tengo los huesos mal», afirma esta jubilada que prefiere no salir en las fotos, pero que es muy habladora. Para ella es un servicio fundamental, el que la traslada desde el barrio de La Granja, donde reside, hasta el centro, y viceversa. «Me deja en la puerta de mi casa», dice tras recordar que para ella es gratuito. También lo es para Francisco Moreno, que a sus 81 años, asegura que lo usa por que las piernas no le aguantan, por lo que es habitual que se suba en él en la calle Toledo y vaya hasta la calle Paloma. «Según las horas hay más o menos gente», comenta en relación a la afluencia de público que suele tener, aunque en ese momento viajan sólo dos personas en el autobús. «Lo utiliza mucha gente mayor», afirma, por su parte, otra usuaria, tras subirse al mismo cargada de bolsas. Es María Valencia, jubilada y quien lo utiliza «casi a diario» desde la zona de la plaza de toros hasta el hospital, el AVE o el centro para hacer compras. Reconoce sus precauciones frente al ‘bicho’, con  la mascarilla FFP2 y un pequeño bote de gel hidroalcohólico que se saca del bolso.

Las medidas anti-Covid las destaca el conductor de esta línea. Francisco Javier Carretero explica que las ventanas van abiertas, de manera que el autobús «no va cerrado en ningún momento», del mismo modo que recuerda que se abren sus puertas para la bajada y subida de usuarios, permitiendo así la mayor entrada de aire. También indica que los vehículos «se desinfectan todos los días» y los viajeros portan su mascarilla en todo momento. Reconoce el descenso de usuarios que ha supuesto la pandemia, como le ha pasado a otros medios de transporte en estas circunstancias excepcionales, de manera que actualmente son principalmente los mayores quienes lo utilizan, aunque la demanda depende de horas, con picos como en la entrada y salida de colegios y  puestos de trabajo. «Además, ahora no puede venir la gente de los pueblos y eso también se está notando, ya que antes por ejemplo venían al hospital y aprovechaban para dar una vuelta al centro o ir de compras», una movilidad entre municipios prohibida por el cierre perimetral aprobado por Sanidad.

Francisco Moreno es uno de los usuarios habituales.Francisco Moreno es uno de los usuarios habituales. - Foto: Tomás Fernández de MoyaEn la parada del Hospital General está Prado, quien reconoce que antes lo usaba más pero ahora le da «respeto» por el COVID y por tener una enfermedad, por lo que aguarda a que la recojan en coche. No obstante, lo valora bien y destaca que es «económico y conecta muchos puntos de la ciudad».

También lo hace Pilar, vecina de la capital y quien suele usarlo desde la carretera de La Atalaya al hospital, en un servicio «puerta a puerta». El coche lo coge poco y en su lugar cuenta con un abono mensual que considera económico. Considera que el cierre de establecimientos y la situación actual se ha traducido en un descenso de la demanda. «No va muy lleno pero tiene demanda», comenta esta viajera, que concluye que según la línea que coja tarda sólo 20 minutos.