La mujer trató de defenderse, su hija no tuvo opción

Pilar Muñoz
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El fiscal eleva a 50 años la petición de condena para el homicida de Daimiel al considerar ahora el agravante de parentesco en el caso de la hija de su mujer, ya que vivía con ellos

La mujer trató de defenderse, su hija no tuvo opción

La escena del doble crimen de Daimiel revela el brutal ataque sufrido por una mujer de 46 años y su hija de 18 que murieron la mañana del 13 de febrero de 2017 acuchilladas por el marido de la primera. Hasta ayer el jurado que enjuicia los hechos en la Audiencia Provincial sólo tenía la versión del encausado, que únicamente ha respondido a preguntas de su abogada, y la declaración de testigos de referencia.

Los forenses siempre dicen que los cadáveres hablan. La posición en la que aparecen, las heridas que presentan. Y, los cadáveres de Ana Belén Ledesma y de su hija Ana María Pérez (ambas nacidas en Bienservida, Albacete) revelan el brutal ataque que sufrieron. El daimieleño Manuel José Yébenes, de 60 años, primero acabó con la vida de Ana María, que no tuvo oportunidad de defensa, y después fue a por su mujer, quien sí trató de defenderse agarrando el cuchillo por la hoja para tratar de evitar la agresión, pero su marido «presionó» hasta seccionarle los tendones de los dedos. A Ana María le asestó 15 cuchilladas, ocho de ellas afectaron a estructuras vitales, y a su madre Ana Belén nueve, subrayó el médico forense Jesús María Martín Tabernero, que describió las heridas que presentaban las víctimas y los destrozos internos que causaron y que evidenció la autopsia.

Martín Tabernero, que compareció junto a sus compañeros del Instituto de Medicina Legal de Ciudad Real Luis García y María Eugenia Pulgar, detalló las heridas señalando las fotografías de los cadáveres proyectadas en una pantalla, primero en la escena del crimen y después sobre la mesa de la sala de autopsias. Unas imágenes tremendas que el procesado trató de evitar, aunque hubo momentos en los que miró de soslayo, cabeza gacha.

El cadáver de Ana María estaba al fondo de la vivienda de la calle Arenas de Daimiel, decúbito lateral, en medio de un enorme charco de sangre. A juzgar por cómo se encontraba el cuerpo, el agresor la pilló prácticamente por sorpresa. Una de las cuchilladas que le asestó el marido de su madre en el tórax le causó grandes destrozos, como revelaría más tarde la autopsia.

El cuerpo sin vida de su madre Ana Belén Ledesma,  decúbito supino, estaba fuera de la casa, con el rostro ensangrentado, heridas en el cuello, abdomen y en ambas manos que hablan de su intento de evitar que su marido siguiera asestándole cuchilladas. Las lesiones en las manos «son el paradigma de las heridas de defensa», apuntó el forense Jesús Martín Tabernero. «La víctima agarró el cuchillo por la hoja para defenderse pero el atacante presionó y seccionó los tendones de los dedos». Pero la herida mortal fue la del cuello. «Una cuchillada de arriba abajo que produjo una hemorragia brutal», aseveró el forense, quien añadió que perforó el pulmón izquierdo.

Los cadáveres hablan, indican la hora y causa de la muerte, pero a partir de aquí, respecto a cómo ocurrieron los hechos, los forenses confesaron que se mueven en el terreno de las hipótesis. Barajan la tesis de que Manuel Yébenes pudo discutir con su mujer Ana Belén, la hija oye los gritos y sale en defensa de su madre. El hombre se revuelve y le asesta una, otra y otra cuchillada, la chica cae al suelo y posiblemente recibe la puñalada mortal. Después sale tras su mujer, probablemente ya herida, y le asesta otras puñaladas, hasta ocho.

Los forenses Javier Fernández y María Eugenia Pulgar, del Instituto de Medicina Legal de Ciudad Real, también desmontaron la tesis de la defensa respecto a que el procesado no estaba en sus cabales cuando acabó con la vida de su mujer y de la hija de ésta. Según los forenses, el acusado no tenía mermadas sus capacidades cognitivas ni volitivas, no sufren patología mental

A la vista el plenario, al dar por reproducida la documental, el fiscal Jesús Gil modificó sus conclusiones y elevó a 50 años de cárcel la petición de condena para el encausado al considerar que el agravante de parentesco ya que la hija de Ana Belén vivía con ellos.