Almagro es su plaza, donde nos juntábamos hasta la madrugada

M. Sierra
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La actriz, a las puertas de subirse al escenario del Corral de Comedias, reconoce que la cultura se "volverá a llevar la peor parte de esta crisis" porque no es un bien de primera necesidad "aunque en el confinamiento haya sido cultura"

Almagro es su plaza, donde nos juntábamos hasta la madrugada - Foto: Pablo Lorente

Aunque la mascarilla le tape la cara por las calles de Almagro, la sonrisa se le dibuja en los ojos. Adriana Ozores (Madrid, 1959), con o sin mascarilla, sigue siendo uno de los grandes rostros de la escena. El año pasado, cuando la pandemia era cosa de la ciencia ficción, la actriz recibió el Premio Corral de Comedias, y hablaba de no haber descartado el teatro clásico de su vida. Un año después, vuelve a pisar las tablas del escenario más veterano de la muestra, el alma mater del Festival, para encarnar ahora los versos de San Juan dentro del ciclo ‘Alma y palabra’ de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Se declara admiradora de la poesía de San Juan. Invita a leerla sentada, tranquila, en el patio del Palacio de Valdeparaíso que parece otro escenario más de la cita cultural. Llega acompañada de un amigo, Lluís Homar, el director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, y cargada de recuerdos de otro tiempo en el que el Hospital de San Juan no tenía vestuarios y había que improvisarlos, con telas, en corrales cercanos.

 

Dicen que lo prometido es deuda, y usted es de las que cumple. Dijo que algún día volvería a los clásicos y aquí está, con ‘Alma y palabra’ justo un año después del compromiso.

¿Lo dije? No me acuerdo (sonríe). Para mí volver a Almagro es una maravilla. Estuve prácticamente nueve años viniendo todos los veranos, en momentos que considero cruciales de mi vida. El clásico, para mí, está unido a todas las vivencias de Almagro. Recuerdo, por ejemplo, el Hospital de San Juan, ahora tan maravilloso. Nosotros nos teníamos que cambiar en los corrales. Los camerinos se dividían con mantas. Eran otros tiempos, pero era muy divertido. Y ahora estoy otra vez aquí, encantada.

 

Fueron muchos años, pero hasta mañana no actuará por primera vez en el Corral de Comedias...

Sí. Como actriz, me estreno ahí, porque hasta ahora había visto actuaciones, pero no había hecho nada.

 

¿Cómo llega este proyecto, ‘Alma y palabra’, este dueto casi, a Adriana Ozores?

Llega porque entramos en conversación con Lluís Homar cuando él entra en el clásico. Nosotros ya habíamos trabajado juntos. Me llamó, me pidió que colaborásemos, que pensara en algo que me apeteciera hacer. Me quedé con la idea. Después, en diferentes conversaciones, me di cuenta de que había una gran afinidad en cuanto a la manera de entender la vida y la profesión y en cuanto a la manera de transmitir esta profesión a nuevas generaciones de actores. A partir de ahí, me habló de hacer los místicos cercanos, nuestros y me encantó. Además, me da la oportunidad de interpretarlos dentro de un concepto global que no hay que olvidar, que cualquier expresión artística nos coloca en un lugar idóneo para poder dar un paso más allá a nivel personas. Por eso, la Música callada de Frederic Mompou que va a interpretar el maestro Emili Brugalla se adapta a la perfección a estos versos. Y luego está la pintura de Velázquez. Nuestra labor como artistas es colocar a los espectadores en otro lugar para poder llevarlos a otros lugares.

 

¿Ahorraría dolores de cabeza leer a San Juan, por aquello de que su obra invita a reflexionar?

Absolutamente. San Juan es muy moderno. Usa un lenguaje tan imaginario, donde lo audiovisual está tan presente. Y es de una modernidad brutal, incluso para su propia época, de ahí que no le entendieran, aunque ese imaginario que propone sí lo entendían las culturas orientales. De hecho, aunque no lo puede decir, él bebe de esas fuentes, aunque no lo diga, y eso es modernísimo.

 

¿Cómo se ve el teatro tras una mascarilla?

El teatro detrás de una mascarilla se ve, sobre todo, con mucho susto porque no creo que la economía a lo largo de la historia fuera menos importante que lo que es ahora, y me refiero el poder pagar la luz y esas cosas. En este momento, la cultura es la que se lleva la peor parte, porque no es una primera necesidad, por mucho que nos duela decirlo, aunque el confinamiento lo que ha hecho ha sido consumir cultura. Y luego está el país donde vivimos, que no cuida de su cultura. No hablo de aquí, de Almagro, donde se la mima con esmero. Nos mecen en este municipio con todo el amor, pero en general los gobiernos no prestan la atención que se merece. Creo que vamos a estar vapuleados por varios flancos.

 

¿Cuál es ese lugar de Almagro que le lleva a sus años de clásico?

Creo que la plaza Mayor, porque era donde nos juntábamos hasta las 6 de la mañana hablando después de la función. Nos reíamos. Éramos gente muy viva, estábamos muy juntos. Almagro, más que un escenario, que es algo que he vivido en la calle Príncipe, es esa plaza, esa sensación de estar distendido, estar relajado, de estar en casa. Me lo decía el propio Brugalla: a él no le gusta Madrid, es un hombre de naturaleza y al llegar aquí dice que esto es otra cosa. Aquí puede ir a comprar una botella de agua a un pequeño supermercado y la señora "tiene el tiempo de no atenderte inmediatamente", y eso le parece maravilloso.