José Rivero

Doble Dirección

José Rivero


Yo, Bono

12/01/2022

La reciente constitución del llamado Legado Bono, aposentado desde el pasado día 9 de enero en la Fundación Pablo Iglesias, abre nuevos interrogantes sobre el memorialismo político y sobre sus utilidades prácticas: ¿justificar un pasado o reescribir una historia? Un memorialismo, el de José Bono Martínez que debe recorrer los distintos altibajos –cimas y hondones, debe haberlas y haylas– de su dilatada carrera política, iniciada como diputado al Congreso por Albacete en 1979, tras su paso por el PSP de Tierno Galván quien, en sus memorias, Cabos sueltos, duda de la discreción habitual de Bono. Recalando en esa legislatura en la Mesa del Congreso como secretario primero, y en donde tuvo fricciones con el presidente de su mismo grupo político, Gregorio Peces Barba. Esas fricciones serían las que motivarían en 1983 su candidatura a la Presidencia para las primeras elecciones regionales en Castilla-La Mancha, donde permanecería como soberano en ejercicio, hasta 2004, año en que es nombrado ministro de Defensa del primer Gobierno de Rodríguez Zapatero. Justo al que se había enfrentado en 2000 en el 35 Congreso del PSOE y que había perdido por solo nueve votos efectivos. Abandonó en 2006 las responsabilidades de Defensa para recalar en la Presidencia del Congreso en 2008 hasta 2011.
  Un memorialismo entre la elefantiasis y el big data, en la medida en que se han depositado en la citada Fundación Pablo Iglesias, vinculada al PSOE, un total de 19.527 documentos de diversa entidad, interés y calado. Cantidad abrumadora que, por cierto, es solo una parte menor de los anunciados 117.000 documentos disponibles en su poder. Todo ello, todo ese legado ingente de papeles, notas, minutas, apuntes y fotografías –dice tener datadas y digitalizadas en su archivo hasta 57.000 piezas– que se agregan a su triple ejercicio anterior de memorialismo –Les voy a contar (2012), Diario de un ministro (2016) y Se levanta la sesión (2019)– componen una actualización eficiente del personaje del cuento de Borges Funes el memorioso (Ficciones, 1944), que es otro enlace con su alter-ego Rodríguez Zapatero, estudioso y divulgador reciente del escritor argentino al que admira y venera pese a su conservadurismo político, mientras que Bono Martínez se erige y encarna a uno de sus personajes como es el de Ireneo Funes, el joven uruguayo caído del caballo y afectado por una memoria prodigiosa.
Si Bono con este legado otorga privilegio a su afición por guardar papeles y chismes, al mismo tiempo señala a aquellos políticos rencorosos con la memoria y con los recuerdos, mientras que él se manifiesta como el rey de la transparencia.