Editorial

La reforma laboral y el chantaje de los socios de investidura

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La negociación para dar luz verde a la reforma laboral se ha enquistado y cada día parece más lejana su aprobación. Pese al acuerdo que la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz y los agentes sociales alcanzaron a finales del pasado ejercicio para sacarla adelante y eliminar los aspectos más lesivos de la anterior, los socios de investidura del Gobierno de coalición -PNV, ERC y Bildu- no parecen estar por la labor de respaldar el "lavado de cara" de la norma que en su día aprobó el PP de Mariano Rajoy. El tiempo corre en contra de un Ejecutivo que no tiene intención de cambiar una coma, como así exige la patronal, del decreto que el próximo día 3 de febrero tiene que aprobar el Congreso, pese a que sabe que puede contar con el apoyo de Ciudadanos lo que salvaría ese match ball y, al mismo tiempo, podría convertirse en el principio del fin de la legislatura.

El último que ha querido mandar un mensaje al Ejecutivo ha sido el PNV. Los nacionalistas vascos, por boca de su presidente, Andoni Ortuzar, ya han advertido que para que su formación respalde la reforma deben prevalecer los convenios autonómicos, algo que no se contempla y que se ha convertido en una dádiva más, un nuevo peaje, que el Gobierno ha de conceder si quiere el apoyo de los jeltzales. Otuzar no ha querido perder la oportunidad para avisar a Sánchez de que la entrada de Ciudadanos en esta nueva ecuación supondría dinamitar el pacto de investidura y haría muy complicada la aprobación de iniciativas y leyes en lo que les queda de mandato. ERC y Bildu también se mantienen firmes y consideran que la reforma laboral no cumple las expectativas de la derogación total que se había prometido e incluso van más allá, asumiendo las tesis de los sindicatos más radicales que acusan al Gobierno de ser cómplice de la precariedad y la explotación.

España necesita aprobar la reforma laboral para enviar certidumbre a Bruselas y el Gobierno no se puede permitir seguir cediendo al chantaje de una serie de partidos que, aunque fueron fundamentales para que Pedro Sánchez superara la investidura, han demostrado por activa y por pasiva que no tienen ningún sentido de Estado, sino que lo único que pretenden es dinamitarlo todo, defender sus propios intereses y seguir creando grietas y diferencias entre la ciudadanía. El PP, que mira los toros desde la barrera, ni está ni se le espera y la opción de Ciudadanos, que ha visto en la actual situación un balón de oxígeno, gana peso y Sánchez no debería descartar esa mano tendida para dejar de seguir siendo rehén de los independentistas.