"Nos hemos arrodillado ante un enemigo que no veíamos"

Manuel Espadas
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Entrevista Ángel Ruiz-Moyano, secretario general de Cáritas Diocesana de Ciudad Real

Ángel Ruiz-Moyano, a las puertas de la sede de Cáritas en Ciudad Real. - Foto: Pablo Lorente

Cáritas Diocesana de Ciudad Real pone el broche hoy, en la misa del Corpus Christi en la Catedral (12 horas), a su semana de la Caridad más singular, sin la posibilidad de salir a la calle para estar cerca de los ciudadrealeños e imbuida aún en una frenética actividad provocada por los graves efectos económicos y sociales que ha traído de la mano la pandemia del coronavirus. Precisamente, esta organización católica, cuya razón social no es otra que ayudar al necesitado, bautizaba su campaña de Caridad como ‘Corpus en tiempos de incertidumbre’, utilizando como lema ‘Y levantándose, vino a su padre’, con un cartel en el que aparece la obra de Rembrandt ‘El Retorno del Hijo Pródigo’, como metáfora del padre que vuelve a reconfortar al hijo que se siente solo.

Ese padre es Cáritas, y sus hijos son los miles de ciudadrealeños que ya se sentían desamparados por la vida, por la fortuna, por la comunidad... y cuya existencia se ha hecho aún más complicada por los estragos sociales de la irrupción del COVID-19. Según los últimos datos, esta organización ha prestado su ayuda a más de 2.800 familias sólo en los tres primeros meses del confinamiento, cuando en todo 2019 este número fue de 4.700. Y otro dato significativo: más de un millar de personas han recurrido durante este tiempo al amparo Cáritas por primera vez.

Al frente de la secretaría general de Cáritas Diocesana de Ciudad Real se encuentra desde 2016 Ángel Ruiz-Moyano de la Torre, un ciudadrealeño de 51 años que está siendo testigo directo de una situación de necesidad en la sociedad inédita en los últimos tiempos.

¿Cómo está viviendo Cáritas esta Semana de la Caridad tan especial y condicionada por la situación de alerta sanitaria?

Este año no hemos podido salir a la calle, con nuestras mesas de sensibilización, para estar cerca de la gente, no solo buscando un donativo sino también una implicación de pensamiento. Pero hemos intentado mantener viva la llama a través de la redes sociales, preparando la celebración del Corpus con una serie de actos, como testimonios o recuerdos de nuestros trabajadores y voluntarios.

Han hecho suya la frase pronunciada por el Papa Francisco que definía a Cáritas como ‘la caricia de la Iglesia a la sociedad’. ¿De qué manera ha podido seguir funcionando la asociación sin la posibilidad de ese contacto cercano con las personas?

Es una frase que define muy bien nuestra función. Por esto mismo hemos elegido como imagen de la campaña ‘El Retorno del Hijo Pródigo’ de Rembrandt, por la necesidad que hay de poder volver al contacto con la gente. Cáritas se basa en la cercanía, en la mirada, en la escucha... Que el que llegue se sienta acogido, más allá de la ayuda material o económica que le podamos prestar. Pero nos hemos tenido que reinventar a la hora de actuar, trabajando desde casa, llamando por teléfono, pero intentando no perder la esencia de ese contacto con las personas. Y ahora miramos al futuro, en el que no sabemos muy bien cómo van a ser las relaciones sociales, pero con la ilusión de seguir estando al lado de la gente.

Más de mil personas se han dirigido a ustedes por primera vez durante la pandemia. ¿Cómo actúan? ¿Hay que atenderles de un modo especial?

Sí, es una situación especial. Los que llegan por primera vez actúan con temor y temblor, e incluso con cierta vergüenza, como preguntándose ‘quién me lo iba a decir a mí’. Nuestra virtud es conseguir que al final el sentimiento que prime sea el de agradecimiento. La clave es compartir su sufrimiento.

¿Se están enfrentando a la situación de necesidad más grave que se haya vivido en la sociedad española?

Creo que sí. La crisis de 2007 también provocó un panorama difícil, pero fue diferente porque afectó a un sector específico de la población.  Esto ha sido una crisis sanitaria que nos ha afectado a todos por igual, y que ha derivado en una crisis social y me atrevería a decir que institucional. Desde Cáritas hacemos lo que podemos para la reconstrucción.  

¿En algún momento durante la pandemia se han visto ustedes desbordados por la situación de necesidad de la sociedad?

Quizás como colectivo no, pero personalmente sí ha habido casos de trabajadores y voluntarios que se han visto superados emocionalmente por alguna situación en concreto, como cuando acudimos a naves industriales abandonadas a llevar comida o algo de dinero a los trabajadores temporeros que allí viven en unas pésimas condiciones, o como cuando vamos a pisos de mujeres que ejercen la prostitución y que quedaron totalmente aisladas. Estos dos sectores son los que nos preocupan mucho por su nivel de exclusión. Esta crisis ha puesto de manifiesto unas carencias muy importantes.

¿Cómo ha afectado interiormente el COVID-19 a Cáritas? ¿Han sufrido ustedes muchos contagios, o incluso algún fallecimiento?

Hemos sufrido contagios y algún compañero ha fallecido. Lo que hicimos desde el primer momento fue dejar en casa a muchos de nuestros voluntarios al ser personas con edad elevada y de riesgo. De los 1.545 voluntarios que tenemos en la provincia sólo 150 han estado en activo, y eso nos ha mermado como organización. Hemos tenido que realizar un trabajo más discreto, desde casa, pero siempre muy pendientes de la gente.

Pese al confinamiento, sus cinco centros de acogida han seguido funcionando. ¿Cómo lo han hecho?

Nos hemos reorganizado para respetar unas directrices que hiciera seguro su funcionamiento. Los centros han estado cerrados, sí, pero activos. A las personas que han llamado a sus puertas se les ofrecía entrar con la condición de guardar el confinamiento, con el compromiso de quedarse en el centro, y así lo hemos hecho, tanto en los centros de personas sin hogar que tenemos en Ciudad Real, Puertollano, Alcázar y Daimiel, como el de adicciones de la capital.

En estos tiempos de necesidad es cuando mejor se mide la generosidad de una sociedad. ¿Qué nota le pone a los ciudadrealeños?

Creo que ha habido una respuesta generosa de los ciudadanos, empresas, entidades financieras, fundaciones... No se puede medir la generosidad por la cantidad, porque en muchas ocasiones es más solidario el que da poco que el que da más porque el primero tiene menos. Toda ayuda es de agradecer. Siguen entrando donativos de la gente pese a que saben que están delante de un futuro incierto.

¿Qué tipo de aportaciones necesita Cáritas en este momento?

Las aportaciones económicas son bienvenidas. Creemos que es el modo de ayudar a los necesitados más versátil y más digno. Somos partidarios de dar 20 euros para ir a hacer la compra que obligarles a hacer fila delante de una institución social para conseguir alimentos. Hemos intentado reconducir las donaciones de este modo, no queremos ni filas y ayudas en especie. Sabemos que entregando dinero existe el riesgo de que nos engañen sobre su destino, pero apostamos por confiar en las personas.

Al hilo de esta última reflexión, ¿qué opina del recién aprobado por el Gobierno ingreso mínimo vital? ¿Cree que será una herramienta importante en la lucha contra la pobreza y la exclusión?

Es algo que Cáritas ya incluía en sus propuestas. Creo que con ello las familias van a poder hacer frente a carencias importantes, pero su puesta en funcionamiento debería estar acompañada de un refuerzo de los servicios sociales por parte del país. Hay que estar cerca de las familias, orientándolas, para que esa ayuda sea efectiva y vaya a los que más la necesitan.

¿Es de la opinión de que esta crisis global va a dejar una sociedad compuesta por mejores personas, como algunas voces han proclamado?

Yo soy optimista por naturaleza. Creo que vamos a aprender algo de esta lección. Nos hemos arrodillado ante un enemigo que no veíamos y nos hemos dado cuenta de que el ser humano no es capaz de controlarlo todo. Alguien nos ha puesto frente a una realidad que nos ha hecho arrodillar y aprender a vivir con menos recursos y posibilidades, y nos hemos dado cuenta de que de un día a otro nos podemos ver en una situación de exclusión con la que no contábamos, y eso nos debe hacer recapacitar. Además, esta crisis nos ha afectado a todos, incluso a los que más dinero tienen, porque la salud no entiende de dinero. Nos hemos dado cuenta de que podíamos haber enfermado, haber muerto y habernos marchado solos, sin poder estar acompañados de nuestros familiares.

Entonces, ¿se le puede sacar un lado positivo a todo lo que se está viviendo en la pandemia?

Creo que sí. Hemos aprendido a valorar la esencia de lo cotidiano, de poder saludar y abrazar a alguien, y hemos vuelto a disfrutar de estar mucho tiempo con la familia, metidos en casa. Ojalá y todo esto quede en nuestro paladar. A esta crisis sí se le pueden arañar aspectos positivos.

Afortunadamente, los peores momentos de la pandemia ya han pasado y la provincia entrará este lunes en la fase 3 de la desescalada. ¿Existe el riesgo de que la sociedad olvide demasiado pronto todo lo sucedido y que baje la guardia en la lucha contra el virus?

En este sentido, la sociedad se divide en las personas que no se han visto afectadas por la enfermedad, las que sí han caído enfermas y las que han perdido a seres queridos, y estos tres grupos están viviendo esta situación de crisis de un modo distinto. Creo que los del primer grupo corren el riesgo de querer volver a la normalidad antes de lo que sería prudente.