Cándido Da Costa

Cándido Da Costa


Vinos del montón

07/12/2021

Todavía recuerdo cuando el único valor que tenía el vino era el de su graduación. Seguramente que ello se debía a que la uva de vinificación se pagaba a razón de los hectogrados... Tantos hectogrados, tantas pesetas. Y no había otro cantar.
En aquel entonces no era extraño escuchar frases como: «Yo no quiero ese vino porque es muy cabezón…» o «A mí dame una caña porque el vino me pone dolor de cabeza…».
Esta manera de valorar los vinos ha permanecido entre nosotros hasta hace bien poco. Así, los vinos solamente se distinguían entre tintos o blancos. Solos o con gaseosa. Y normalmente a granel con el envase de la garrafa de media arroba o el 'casco' que llevábamos desde casa para que nos lo llenaran en la bodega… Hoy aquello es historia.
En la década de los años noventa todo empezó a cambiar. Llegó el acero inoxidable a las bodegas de la región y con él el enólogo. Y elaborar el vino pasó de ser un trámite a ser un arte. Las bodegas empezaron a seleccionar las uvas adecuadas para lo que demanda el mercado y rechazar el resto. Esto en las cooperativas no fue tan fácil. El viticultor es el accionista de la bodega y le costó reconocer en el enólogo a la 'auctóritas' que tiene en su poder la rentabilidad de la explotación. No es fácil aceptar que un extraño meta sus narices en tu viña.
Poco a poco se fue aplicando la diferenciación en las liquidaciones de las entregas de uva según las distintas calidades del fruto y no según la graduación. La maquinaria productora iba engrasándose perfectamente y los vinos castellano-manchegos iniciaron su imparable escalada. Y los graneles de esta región empezaban a ser demandados, para su embotellado y venta en el mercadeo de destino.
La garrafa y el 'casco' sólo están en la memoria de los más mayores. Se acercan las fiestas de Navidad y de fin de año y los vinos que se acomoden a la mesa ya son embotellados y perfectamente marcados. Además de la graduación, las etiquetas hablan del origen, de la variedad de la uva, del año de cosecha y hasta de los alimentos con los que mejor combinan.
La celebración de los grandes acontecimientos conlleva la presencia de vinos diferenciados. Y los grandes vinos ya no son los de más graduación, pero tampoco los de afamadas zonas vinícolas, a pesar de la humildad manchega, cuyos consumidores todavía guardan los vinos exóticos como oro en paño para agasajar a las visitas que vienen de fuera, como si ofrecer lo nuestro fuera poca cosa.
Esta semana se ha celebrado la feria internacional del vino a granel, que ha cumplido su décimo tercera edición y que organiza la empresa de Manzanares 'Pomona Keepers', no en vano Castilla-La Mancha es el principal proveedor distribuyendo por el mundo el cuarenta por ciento de las exportaciones de vino. Ésta ha sido la primera feria presencial desde la pandemia, con expositores de más de 15 países y alrededor de 4.000 visitantes de 57 naciones que han acudido para hacer negocio y ofrecer sus vinos. Han participado más de 262 empresas, bodegas y cooperativas de todo el mundo, 70 de las cuales eran castellano-manchegas.
A pesar de que haya quien se empeñe en asimilar la palabra granel a algo sin padre ni madre, Castilla-La Mancha se afianza como la potencia vinícola capaz de atender cualquier demanda del mercado. Y prueba de que cuando se habla de vino a granel no se está  hablando de falta de calidades, sino a falta de envase, los vinos castellano-manchegos han cosechado todas las medallas de oro que ha conseguido España en los premios organizados por esta Feria. 
El sector vitivinícola de la región es conocedor de que el embotellado y el etiquetado de sus vinos aportan un gran valor añadido a su producto incrementando notablemente su precio y los ingresos al comprador, pero es imposible dar salida comercial en botella a la mayor producción del mundo. Es por lo que la diversificación está siendo la principal herramienta de nuestro sector presentando en los mercados el mayor abanico de vinos a base de una gran ramificación de variedades.
Esos graneles de Castilla-La Mancha se han hecho acreedores con toda justicia de todas esas medallas de oro por un jurado internacional sirviendo de plataforma para que las bodegas vayan lanzando su vino embotellado. Así, las bodegas y, sobre todo, las cooperativas han empezado a contemplar que el esfuerzo económico que hay que realizar para comercializar sus vinos embotellados se debe contemplar como una inversión y no como un gasto. Y los importadores de graneles de Castilla-La Mancha son los grandes conocedores de la maravillosa elaboración que se lleva a cabo en esta región, lo que demuestra que si aquellos rentabilizan los costes de embotellar y etiquetar nuestros vinos es por algo.
Por tanto, el granel no es un vino cualquiera. No es un vino del montón. Los compradores internacionales que asisten a la Feria Internacional de vino a Granel de Ámsterdam (World Bulk Wine Exhibition) lo han vuelto a poner de manifiesto un año más cerrando importantes operaciones comerciales.
Los viticultores ya han aprendido que el mercado del hectogrado pasó a la historia, que sus uvas han de tener la personalidad precisa para obtener los vinos que demanda el mercado mundial. Que los consumidores tienen sus gustos y que para gustos, los vinos. Y las bodegas también han aprendido que con esas uvas tienen garantizada el mejor producto… Lo que falta ahora es saber explicarlo.