De juzgados arracimados y 'exiliados' a un edificio de cine

Pilar Muñoz
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Cuando la Audiencia estaba a punto de 'reventar' hubo que buscar hasta tres sedes alternativas para juzgados y dependencias; la peregrinación acabó en 2006 con la nueva sede junto a los multicines

El juez Mejía (derecha), Martín-Gil (en el centro) y Román Fonseca rememoran el cambio de la Audiencia a los Juzgados. - Foto: Tomás Fernández de Moya

En la primavera de 2006 se obró el milagro y brotó una planta largamente cultivada. Los juzgados de Ciudad Real se desplegaban, se expandían y se abrían a los ciudadanos en un edificio de nueva planta, acristalado, que miraba a la ciudad desde un cerrillo, el de las eras, al que le debe el nombre la calle donde se ubican. Atrás quedaban años de juzgados arracimados en la Audiencia Provincial de Ciudad Real y otros repartidos por la ciudad.

El cambio de los órganos judiciales al edificio de Eras del Cerrillo «fue radical, a mejor» fruto de una «reivindicación largamente sostenida en el tiempo por la autoridad judicial», recuerda a La Tribuna el secretario coordinador provincial, Jesús Martín-Gil Martín de la Sierra, tras remarcar que el primer proyecto para dotar a Ciudad Real de un nuevo edificio judicial empezó en 1999, pero no sería una realidad hasta 2006 después de un tortuoso y abrupto camino.

El AVE puso a Ciudad Real en el mapa hace 28 años. «Trajo cosas buenas, mejoró considerablemente el desplazamiento hasta Madrid, Córdoba y Sevilla, e incluso entre Ciudad Real y Puertollano. La Alta Velocidad Española trajo movimiento de viajeros y de negocio, de comercio, y todo ello genera también conflictos que acaban en pleitos. Por ello, se vio la necesidad de crear en Ciudad Real más órganos judiciales», apunta Manuel Román Fonseca con 34 años de servicio en la Administración de Justicia, en la actualidad en el Cuerpo de Gestión, en la Unidad Procesal de Apoyo Directo (UPAD) en el Juzgado Social número 3, que se creó por entonces, como también el Penal 3. En el edificio de la Audiencia Provincial ya no tenían cabida y los ubicaron donde y como se pudo.

En el Palacio de Justicia de la calle Caballeros esquina  con  Camarín «no cabíamos», asegura el juez Antonio Mejía, que desde hace unos años es el titular del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 2 de Ciudad Real.

Visita del entonces ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, el 10 de noviembre de 2008 al edificio de los nuevos juzgados, que entraron en funcionamiento en la primavera de 2006.Visita del entonces ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, el 10 de noviembre de 2008 al edificio de los nuevos juzgados, que entraron en funcionamiento en la primavera de 2006. - Foto: Rueda Villaverde Recuerda que en la década de los 90 estaban las dos secciones de la Audiencia Provincial, los juzgados de Primera Instancia e Instrucción que había entonces, la Fiscalía, el Registro Civil, las dependencias de abogados y procuradores, los servicios comunes... La Audiencia estaba a reventar y además no reunía las mejores condiciones para el trabajo. «Hemos llegado a celebrar juicios a 39 grados centígrados, a tener que quitarnos la toga por el calor asfixiante, y hubo una época que teníamos que ir a hacer pis al bar de enfrente porque no había agua corriente. No me pregunté por qué», dice sin perder la sonrisa el juez Mejía.

Eran tiempos difíciles, aunque en la Administración de Justicia nunca han sido fáciles. Pero ciertamente «se ha ganado mucho con el cambio de la Audiencia al edificio de los Juzgados», independientemente de que haya cosas que no entran en cabeza humana como por ejemplo que se construyera «un edificio completo en el siglo XXI sin parking». Pero eso es harina de otro costal.

El cambio de un edificio a otro posibilitó que todos los juzgados y la Fiscalía estuvieran bajo el mismo techo, lo que ha supuesto «una mejor prestación del servicio público al ciudadano». Al estar todos  los órganos unipersonales, la Fiscalía y la Subdirección del Instituto de Medicina Legal en el mismo inmueble «hay una mayor agilidad, coordinación y eficacia», apunta Martín-Gil. Según el secretario      coordinador provincial, «ha alcanzado su máxima dimensión de eficacia y eficiencia con la nueva oficina judicial en 2011, que estaba íntimamente ligada al edificio del Juzgado». Pero antes hubo que sortear varios obstáculos hasta conseguir un edificio de nueva planta.

Hasta en 4 escenarios . En el 90, el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria dejaba de ser un órgano bajo la jurisdicción de la Audiencia Provincial y pasaba a ser independiente, pero en el mismo edificio donde también estaban los juzgados unipersonales (Primera Instancia e Instrucción), el Registro Civil, la Fiscalía y otras dependencias, además de las dos secciones de la Audiencia Provincial. Todos apiñados. A modo de ejemplo, Román Fonseca explica que en Vigilancia Penitenciaria había seis trabajadores en una oficina diminuta.

 El edificio estaba tan saturado que incluso se ocuparon dependencias donde estaba la maquinaria de la calefacción para archivo y en el Juzgado de lo Penal se llegó a trabajar en los pasillos. Esta situación llevó a buscar otros espacios para el Juzgado y la Fiscalía de Menores, los penales que acabaron en unas dependencias de la ronda del Carmen pegadas al antiguo psiquiátrico llegando a servir de entretenimiento a pacientes de este centro. «De vez en cuando se daban un paseo por los Juzgados de lo Penal», recuerda divertido Román Fonseca.

Los Juzgados de lo Social estuvieron en otras dependencias de la calle del Río; unos años antes se ubicaron en el pasaje Gutiérrez Ortega, donde estaba la antigua Magistratura de Trabajo.

El Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 5, que fue uno de los últimos constituido, estaba en unas instalaciones de la calle Rosa perteneciente al antiguo instituto Alarcos, hoy museo convento de la Merced. Los órganos judiciales llegaron a impartir justicia en hasta cuatro escenarios repartidos por la ciudad.

El traslado al edificio de los Juzgados de Eras del Cerrillo «fue ilusionante, pese a lo engorroso de mover un monstruo en cuanto a material, documentos, ficheros. Supuso mucho trabajo, pero podía la ilusión porque el edificio iba a dar dignidad a la Justicia que se impartía, a nuestro trabajo». También se ha ganado en el trato al ciudadano. «Queríamos que el edificio acogiera a la gente, no que la asustara», precisa Fonseca.

La mudanza fue un proceso digno de elogio, asegura el juez Mejía  tras destacar que no se perdiera ni un  papel gracias a la labor «encomiable» de gestión dirigida por la juez decana, Isabel Serrano, y el entonces secretario coordinador, Santiago Rivera.

Román rompe una lanza por todos los compañeros  «muy comprometidos con el trabajo que realizan y que fueron muy celosos. Por eso no hubo problema alguno ni pérdida de expedientes, pese al maremágnum que se les vino encima».

Del edificio «se pueden decir muchas cosas, críticas desde el punto de vista arquitectónico por problemas que sigue arrastrando desde el principio, pero es amplio y desde hace 14 años estamos todos bajo el mismo techo. Se ha ganado en el cambio», concluye el juez.