30 años de compañerismo, anécdotas y más de un susto

Pilar Muñoz
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Desde su nacimiento el 26 de octubre de 1990, 'La Tribuna' ha informado al lector de lo que ha acontecido en la provincia con la implicación de una redacción que conserva su esencia

Redacción actual de La Tribuna de Ciudad Real. - Foto: Foto Tomas

Con tan solo cinco números cero salimos a la calle un 26 de octubre de hace 30 años. Fue una noche de nervios rematada con una cena en el Almanzor y pendientes de todo lo que acontecía en la rotativa de Albacete. A primera hora de la mañana corrimos al quiosco para ver la acogida. Fue una sensación única, una emoción sin adjetivos.

A finales de agosto de 1990 la redacción estaba configurándose en la entreplanta de la Plaza del Pilar de Ciudad Real. En la primera reunión ya intuímos cómo era Manuel López Camarena, director fundador de La Tribuna. Nos dio una charla sobre el rigor y la importancia de no confundir los significados del verbo advertir. A esas advertencias se uniría otra cuando estábamos de fiesta:  ¡Hay que hacer un periódico!

Las fiestas de La Tribuna eran célebres. Hay muchas anécdotas, entre ellas la protagonizada por el entonces magistrado presidente de la Audiencia Provincial, Julián Pérez Templado, que no dudó en ponerse detrás de la barra para servir alguna copa al personal.  En sus salas de vistas se juzgó al Vaquilla y a otros dos presos por el motín de Herrera de La Mancha, pero también a un subcomisario de Puertollano por violación. Siendo Pérez Templado presidente de la Audiencia Provincial (luego presidió el Tribunal Superior de Justicia de Murcia) fue enjuiciado un juez por acabar presuntamente con la vida de su mujer de un golpe. El padre de la víctima también acabó en el banquillo por asestarle un hachazo a su yerno el juez.

Integrantes de la primera redacción de La Tribuna de Ciudad Real.Integrantes de la primera redacción de La Tribuna de Ciudad Real. - Foto: LTLa Tribuna en seis meses consiguió ser la cabecera más leída de la provincia. En treinta años ha  informado de varios cientos de juicios, ha visto en el banquillo a un catedrático de universidad, un psicólogo e incluso a un cura por abusos a menores. Ha habido crímenes espeluznantes, pero los casos de pederastia son difíciles de digerir.

 Recuerdo que fuimos a un pueblo siguiendo el rastro a un pederasta. Era una noche cerrada de invierno y cuando llegamos a la casa, en las afueras, no se veía casi nada ni a nadie. Tras llamar de forma reiterada nos abrieron el presunto pederasta y un amigo y cuando la puerta se cerró tras nosotros, tanto el fotógrafo Carlos Sendarrubias, como yo, pensamos dónde nos habíamos metido. La cosa se puso tensa, pero pudimos salir y volver a la redacción para contar su versión. El hombre fue condenado.

La cárcel de Herrera también ha dado para mucho. En una visita al penal, con esa sensación del cierre de puertas conforme avanzas al interior, estando en el patio donde había un grupo de presos, uno gritó: «Hola Rueda, ¿qué tal? ¿no te acuerdas de mí?». Rueda, el singular fotógrafo de La Tribuna desde 1992, no daba crédito, como tampoco en enero de este año cuando estábamos haciendo ‘pasillos’ en los juzgados para ver salir al acusado de matar a un vecino en la urbanización los Rosales. Cuando salió de prestar declaración nos miró, sonrió y dijo: «Hola Rueda». Ya en la Redacción recordamos que era Curro, un becario que habíamos tenido.

Otras historias con las que hoy te ríes y entonces lo pasaste mal tienen que ver con una de las mujeres juzgadas por envenenar a sus maridos. Se recorrió todos los platós de televisión y se sometió a la máquina de la verdad. Sus hijas defendían la inocencia de la madre y lo pasaron mal. En un receso del juicio, las periodistas que cubríamos el juicio las invitamos a un café. Fui a la barra, llevé los cafés a la mesa y al regresar una de ellas estaba moviendo mi café. ¡Qué haces!  «Te he puesto azúcar», me respondió y se echó a reír. A mí, maldita la gracia que me hizo.

Ha habido alguna que otra amenaza y una ‘invitación’ a salir de la zona de la ‘oreja de los servicios secretos’ en término de Manzanares.  

En 30 años ha habido muchas historias, risas y también mucho sufrimiento por llegar al quiosco todos los días con información de primera pese a la constante carga de trabajo soportada y que ha sido causa de titulares jocosos como herido por asta de pollo en una información de toros o el equívoco con el premio Arlequín de Oro que le costó una contractura a Raquel Santamarta, una periodista trabajadora y perspicaz.

También pasaron un mal trago Rueda y Manuel Espadas. Fueron a Francia a cubrir una partido de balonmano y les perdieron las maletas. Espadas consiguió chapurreando inglés que les dieran un cepillo de dientes, un peine y una muda. La gente que ha pasado por La Tribuna ha dejado su impronta. Un político nos dio seis meses de vida y hemos cumplido 30 años de información y, modestamente, hemos contribuido a que algunos desenlaces sean mejores de lo previsto. El antiguo Femenino iba camino de ser una ampliación de la Diputación: desde el principio La Tribuna defendió que el edificio tuviera un uso cultural, como por fin ha sucedido.

En tres décadas han pasado muchos periodistas por La Tribuna, un periódico de provincias donde se aprende el oficio. Se hace de todo (política, sucesos, cultura...) La Tribuna ha tenido la suerte de contar con profesionales que nos han acercado y enseñado su profesión.