La DO Valdepeñas apostó en esta edición de Fenavin por hacer algo diferente y eso llenó su estand de público,ante la propuesta que ofrecía esta Denominación de hacer una cata teatralizada.

Con el aforo al completo -la singularidad vende-, la representación comenzó una vez que sobre las mesas quedó servido el vino blanco elegido para esta representación que puso en escena el Grupo Literario El Trascacho al que le faltó algo de voz, y que, aunque acertado, pecó de rápido.

Isidro Fernández de la Rosa y Consoli de la Rosa fueron los encargados de dirigir esta cata que, eso sí, de manera curiosa resumió los encantos de los vinos de esta tierra. El blanco «tan brillante que recuerda los rayos del sol sobre las vides», que «huele a flores frescas» y resulta «fresquito». Un compañero ideal «para esas deliciosas berenjenas de Almagro, una caldereta y hasta una buena sopa de pisto». Frente a las características de un tinto, «con más cuerpo», que «recuerda a la noche, con su intenso color granate», aliado en la mesa «de una tapa de jamón y queso». Uno de esos vinos «que ya se conocían en la corte en el Siglo de Oro, cuando el vino de Valdepeñas gozaba de gran prestigio», como recordaron los singulares protagonistas de esta historia vitivinícola que transcurrió en torno a la barra de uno de eso bares de Valdepeñas donde es tradición acompañar el tiempo con un chato de vino.

La DO Valdepeñas tira de teatro para promocionar sus vinos - Foto: Rueda VillaverdeLa DO Valdepeñas optó por la singularidad, esa que hizo únicos sus vinos hace siglos, y por hacer patria, con esta cata teatralizada a la que se puso el broche con unos versos Andrés Cejudo, ensalzando la calidad de un vino «que se ha convertido en el embajador de nuestro pueblo» y que ha sido capaz de «elevar su apellido a nombre propio».

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