Una ayuda vital

M. Lillo
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Dos jóvenes que han sufrido malos tratos relatan cómo les han ayudado desde el Centro de la Mujer y defienden su continuidad

María es una de las personas que es tratada por Mar, la psicóloga del Centro de la Mujer. - Foto: Tomás Fdez. De Moya

Todo el mundo piensa que el perfil de una persona maltratada es el de una mujer de clase baja, sin recursos o que no ha tenido una formación, y ese no es mi caso», afirma Irene, el nombre ficticio de una ciudadrealeña de treinta y pocos años para la que abrir la puerta del Centro de la Mujer y pedir ayuda era «una barrera infranqueable» que le llevó mucho tiempo superar, afirma, mientras desliza sus palabras con una voz que refleja que es alguien que ha soportado durante años una pesada carga, pero que a día de hoy lucha con fortaleza para desprenderse de ella.

Con sus tres carreras universitarias, varios idiomas, su predisposición y su independencia chocó de bruces con una pareja que «al principio era dulce y encantador», pero que «poco a poco» se desveló como un maltratador que la iba minando día a día a golpe de malos tratos psíquicos y físicos. Tras estar años en la ‘red’ de su agresor, recabó el coraje necesario para llamar al 016 y poner fin a una relación en la que había vivido con «una tensión absoluta». Aún ahora se le quiebra la voz cuando narra la historia de sufrimiento que le ha tocado vivir y por la que acudió al Centro de la Mujer.

Su primera visita fue en junio del año pasado, aunque no fue hasta septiembre cuando comenzó un tratamiento que ha sido «esencial» para avanzar hacia su recuperación. Entonces se sorprendió al encontrar un centro «saturado» y al saber también que su historia de horror, dolor y drama no era la única en una sociedad que en ocasiones muestra incomprensión hacia las víctimas.

«Llegas aquí con una sensación de soledad, de vacío, de desasosiego, porque vas caminando por la calle mirando por todos los sitios, y aquí encuentras ayuda, apoyo y, poco a poco, vas recuperando la alegría y te das cuenta de que tus valoraciones son reales» y que las dudas o la falta de autoestima son un denominador común de quienes sufren este tipo de maltrato y no fruto de la imaginación o de las justificaciones detrás de las que pretenden esconder la violencia de género.

Sin embargo, asegura que ahora tiene «otra fortaleza» y que puede seguir adelante gracias al Centro de la Mujer. «Esto no lo hace ningún psicólogo», dice defendiendo el trabajo especializado que realizan desde el centro y que considera «insustituible» y para el que pide su continuidad sí o sí. «Me parece que siempre pagan los mismos. Si tiene cualquier disputa o tienen que recortar en algo, que no sea en el bienestar de las personas porque no es que se te rompa una pierna, es que es algo para lo que necesitas muchísimo coraje para llegar hasta aquí y te hacen recuperar la persona que eras», afirma en relación a la polémica que ha surgido sobre la gestión del centro y a la posibilidad de cierre incluso si nadie apuesta por su gestión.

«Este centro nos devuelve la ilusión, ayuda a mucha gente a conseguir encontrar un camino, una salida, cuando estamos en lo más profundo del pozo y es algo que hoy en día no se entiende, no podemos entender que podamos perder a las pocas personas, las trabajadoras del centro, que están rescatando a mucha gente del vacío. Es como si nos estuvieran dando otra oportunidad de vivir», sentencia esta ciudadrealeña.

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