El Tesoro del Bronce se mantiene 'abierto por obras'

Laura Buitrago
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El yacimiento arqueológico de la Motilla del Azuer mantiene, desde 2014, una extensa rutina de mantenimiento y restauración cuyas labores se compaginan con la recepción de turistas

El Tesoro del Bronce se mantiene 'abierto por obras' - Foto: Tomás Fernández de Moya

La Edad del Bronce no pasó desapercibida por el territorio que hoy se constituye como la provincia de Ciudad Real. De hecho, dejó uno de sus mayores tesoros en las inmediaciones de Daimiel: la Motilla del Azuer, yacimiento que debe su nombre al montículo surgido tras su desaparición y que actualmente no es solo una pequeña mota que destaca en el interior de la llanura manchega, sino que se considera el monumento más representativo de este periodo en la región.

Por ello, no es de extrañar que, a día de hoy, los numerosos visitantes que, de martes a domingo, acuden a conocer este yacimiento con más de 20 siglos de antigüedad se encuentren allí al equipo liderado por la restauradora de bienes culturales y arqueológicos de Castilla-La Mancha, Isabel Angulo, los cuales trabajan arduamente para asegurar la preservación de esta muestra patrimonial.

La profesional, que se sumó al barco de la restauración de la Motilla en 2015 como parte del acuerdo de colaboración que la Junta de Comunidades y el Ayuntamiento de Daimiel firmaron en 2012, relató que las tareas que se practican en el yacimiento se encuentran enfocadas, sobre todo, «a la realización de tareas de mantenimiento y la puesta en práctica de medidas de conservación». Unas labores que, a su vez, incidió en que se realizan de una manera u otra según las necesidades advertidas en cada ocasión.

técnicas. Financiadas en su totalidad por las partidas económicas que la Administración local dedica anualmente a la rehabilitación del monumento, Angulo relató que las primeras decisiones en materia de restauración estuvieron enfocadas «a consolidar los muros que se hallaban en pie»,  para después centrar parte de esta preocupación en hacer de esta muestra histórica una construcción capaz de hacer frente a las adversidades meteorológicas.

«La Motilla del Azuer se encuentra expuesta a un ecosistema cambiante protagonizado por periodos prolongados de luz y altas temperaturas durante el verano y lluvias torrenciales en la época de otoño», circunstancias que, según resaltó, afectan notablemente a su estructura pese a que «a simple vista, parece una construcción muy sólida».

Por tanto, relató que la mayor parte de sus esfuerzos se enfocan al refuerzo de muros y la instalación de mecanismos de filtración y drenaje de aguas. Actuaciones que conforman la denominada «conservación preventiva» y que consisten en la aplicación de gravilla en los silos donde los prehistóricos almacenaban sus cereales o la realización de oquedades por las que el agua discurra y salga al exterior. Unas medidas que además, según señaló el arqueólogo del yacimiento, Miguel Torres, «fueron muy útiles para paliar las consecuencias de los pasados temporales».

Frente a esto, garantizar la seguridad de los numerosos visitantes que acuden desde diversas partes del país con la intención de conocer un yacimiento que goza, desde 2013, del título de Bien de Interés Cultural, también es uno de los objetivos de las tareas de preservación. De ahí que, tanto en el exterior como en el interior, sea posible encontrar vallas, puentes o la sustitución de dinteles por réplicas realizadas con materiales más recientes.

En este punto, Angulo reseñó que todas las labores mencionadas se realizan con una periodicidad prácticamente diaria, lo que supone que las funciones de los restauradores no se paraliza durante los recorridos turísticos. Sin embargo, incidió en que estos no suponen un problema porque «mantenemos una filosofía que me gusta llamar ‘yacimiento abierto por obras’», la cual especificó que se basa en el respeto mutuo entre los trabajadores y los visitantes. «Alguna vez sí que hemos tenido que cerrar el yacimiento al público por motivos de trabajo» admitió, aunque insistió en que los turistas normalmente no interrumpen. «Y ese es el objetivo, que no lo hagan y disfruten del recorrido».

Frente a esto, señaló que las principales adversidades provienen de la actividad de los animales de la zona, en su mayoría conejos y zorros que construyen sus madrigueras en las zonas a trabajar. No obstante, y aunque reconoció que «de momento ellos tienen la lucha ganada», trabajan por reducir su presencia mediante medidas de ahuyentaje y captura.

riqueza cultural. De esta Motilla, lo que más asombra a los turistas es su capacidad para engañar al ojo humano. Porque, como explica el arqueólogo del yacimiento, «a simple vista parece pequeño pero, cuando entras dentro, sorprende la altura que alcanza y la profundidad del pozo de donde, habitualmente, resurgen las aguas subterráneas del río Azuer».

Sin embargo, además de ser un ejemplo arquitectónico icónico de lo que fue la Edad del Bronce, la construcción también ejerce como un cofre cargado de elementos representativos de las formas de vida de los individuos de aquella época, y que resurgen a la luz gracias a las labores de restauración. «Hemos encontrado fragmentos de cerámica, puntas de flecha de cobre, e incluso un nicho con los huesos de una mujer fue enterrada aquí» relató Angulo, al tiempo que subrayó que, en 2016, encontraron una pieza de cerámica prácticamente completa, un hallazgo que definió como «algo casi de libro».

Esta clase de elementos son los que hacen que el yacimiento se haya convertido en objeto de una investigación geofísica, sedimentológica y de aplicación de nuevas tecnologías cuyo objetivo es la extracción de información sobre los habitantes que residieron antiguamente en la Motilla. Esta, co-financiada por la Junta de Comunidades y el Ayuntamiento de Daimiel en colaboración con el Instituto Geológico y Minero de España, la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad de Sevilla, finalizará el mes que viene.

Con base en esto, el interés de los organismos anteriores por la construcción no solo demuestra refleja las riquezas que esta esconde, sino que hace lo propio al poner en valor las maravillas patrimoniales que esconde la región.