La Tribuna entra en la UCI: La intensa lucha por la vida

Manuela Lillo
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La UCI del Hospital General es el último escalón asistencial, la frontera entre la recuperación y la pérdida. En esta burbuja de protección máxima se desarrolla una colosal labor de los sanitarios.

En la frontera entre la vida y la muerte, entre la esperanza y el llanto, entre la recuperación y la pérdida. La Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) es la burbuja de protección máxima hacia los pacientes más graves, donde se libran las batallas más duras, donde los profesionales sanitarios ponen cada parte de su ser para salvar a otros. Entrar en la UCI en tiempos de pandemia, en plena tercera ola, es abrir una puerta para reflejar una labor ímproba, pero también es el toque de atención más severo a la responsabilidad, a la prudencia y al máximo respeto a un virus que ha puesto en jaque todo y a todos.

Es la primera vez que La Tribuna entra en la UCI del Hospital General de Ciudad Real, la primera vez que se adentra en las entrañas del sistema sanitario, dónde se escucha el último latido de la vida para muchos, donde se sale del negro túnel que supone el COVID para otros. En este lugar en el que la vida parece filtrarse entre los dedos, los profesionales sanitarios desarrollan una labor frenética. Son el último muro de contención, el último nivel asistencial, el que planta cara con más ahínco al virus, pero también el que tiene que poner el mayor empeño ante la gravedad que presentan los pacientes que entran.

Accedemos a esta unidad blindada del Hospital General de la mano de su máximo responsable, Alfonso Ambrós, jefe de servicio de Medicina Intensiva del Hospital General de Ciudad Real. Lo hacemos a una gran sala con 12 boxes donde la realidad del COVID se muestra en toda su crudeza. En la mayoría de los casos los pacientes utilizan respirador y están sedados. La vulnerabilidad de la vida se muestra a los ojos. La imagen es impactante. Justo enfrente, en el primero de los boxes que se aprecia desde la entrada está tumbado boca arriba, conectado a un respirador y sedado, uno de los pacientes. Tiene un aspecto joven, solo 52 años. A la derecha de la entrada hay otro de avanzada edad que libra su particular batalla contra el COVID o en el box contiguo, una mujer mayor se encuentra ya sentada, pero aún algo desorientada.

La intensa lucha por la vidaLa intensa lucha por la vida - Foto: Rueda VillaverdeEl silencio predomina, aunque se ve golpeado con el pitido continuo de los respiradores y las palabras con tono moderado de los sanitarios que vigilan mil parámetros en los monitores y pantallas mientras dentro de algunos boxes hay varios sanitarios vestidos al completo con monos, botas, gafas o pantallas y guantes. No dejan ningún resquicio para que se filtre el virus. «El EPI es impermeable, es como si estuvieras forrado en plástico, genera mucho sudor, se empañan las gafas, ejecutar las técnicas es más dificultoso con el mono y la visera que limitan la visión a la hora de hacer técnicas, te cansas mucho», relata Francisco Ruiz, médico adjunto de la UCI del Hospital General.

Una atmósfera de respeto lo envuelve todo. Hay que actuar con precisión y, muchas veces, con suma rapidez. Se trata de salvar vidas y en esto ellos ponen toda la carne en el asador incluso a costa de su propio riesgo. Llevan la adrenalina en el ADN, la vocación por bandera y la profesionalidad y los conocimientos como mejor baluarte frente a las situaciones más duras. «Siempre tenemos personal vestido porque a veces tenemos que entrar corriendo dentro del box. No deja de ser una unidad de cuidados intensivos y las complicaciones aquí matan y matan en segundos», afirma con rotundidad este médico que tiene más de 20 años de experiencia.

Pero son humanos y el cansancio les pesa. Llevan casi un año en esta situación, sin bajar la guardia, siendo testigos directos de quienes sufren la garra más feroz del virus. No son superhéroes, aunque a veces lo parecen tras verlos salir de esas intensas guardias conservando su máxima disposición, su constante interés por los pacientes.

La intensa lucha por la vidaLa intensa lucha por la vida - Foto: Rueda VillaverdeEn la sala están a punto de pronar a un paciente, es decir, colocarlo boca abajo, en posición decúbito prono. «Cada vez que tenemos que entrar dentro de un box son cuatro personas mínimo, a algunos hay que moverlos con grúa. Si hay que pronar son más, cinco, ya que el médico tiene que estar dentro. Son maniobras de muy alto riesgo vital», explica Ruiz. El objetivo de esta maniobra es facilitar la respiración del paciente y conlleva una rigurosa ejecución. «Son maniobras complicadas, utilizamos cinco personas, aunque en algunos hospitales lo hacen con siete. Hacemos una especie de empanadilla, los ladeamos y mientras uno sujeta el tubo y la cabeza, los demás hacen el giro», describe Ambrós, que destaca que, a veces, los pacientes están al borde del precipicio, pero al final sanan.  

Tras dar la vuelta al paciente, de tan sólo 47 años, Alfonso Santos Peral sale empapado en sudor. «Voy a cambiarme y vuelvo para atenderte», dice este médico residente de cuarto año en la UCI que al rato cuenta que tanto él como su pareja han pasado el virus. Él «regular, es bastante peor que una gripe mala»; ella, a punto de morir tras una complicación: «Una trombosis de las venas de las piernas bastante extensa que le llegaba a una vena del abdomen e hizo un tromboembolismo pulmonar bilateral, que eso puede ser mortal». Estuvo cuatro días en la UCI y, por suerte, salió adelante. Ambos tienen solo 29 años.

la sobrecarga que pesa. En la UCI del Hospital General había el miércoles, cuando se hizo este reportaje, 42 pacientes de COVID ingresados y otros seis de otras patologías. El resto de enfermedades no se han esfumado por el virus, siguen ahí y siguen requiriendo de la labor de los intensivistas. En total, 48 pacientes críticos, mientras que la capacidad normal de la UCI es para 21 personas, más otras tres camas, hasta 24, que se reservan para casos de emergencias o situaciones puntuales. Están trabajando a más del doble de su capacidad original. Ahora hay cinco unidades destinadas a UCI en el Hospital General.

Momento de la realización de una traqueotomía a un pacienteMomento de la realización de una traqueotomía a un paciente - Foto: Rueda VillaverdeActualmente se están sufriendo las consecuencias de las navidades, explica Alfonso Santos, quien reconoce «la frustración y el cansancio» que ya padecen. «Hay pacientes de 30 a 70 años, hay gente sana y que se muere y uno detrás de otro», dice con una sinceridad brutal. «Estamos muy sobrecargados», prosigue para lanzar una llamada de atención: «Todos somos vulnerables, todos», afirma para agregar que los profesionales de la UCI estarán ahí para plantarle cara. «Seguiremos dándolo todo. Es una lucha constante contra la muerte y a veces ganamos y a veces perdemos», sentencia este médico residente.

A los sanitarios de la UCI, la irresponsabilidad les crispa, el negacionismo les repugna, ¿cómo negar lo que están viendo día tras día?- «Es indignante, vergonzoso ver cómo en las redes sociales hay gente indocumentada que se atreve a opinar de esto diciendo que esto es un montaje, que esto lo grabamos, que es un escenario», asegura con desgarro el médico Francisco Ruiz.

La UCI no da tregua. Por eso acompañamos a un equipo en la UCA, unidad que se ha ampliado también para COVID, mientras realiza una traqueotomía. Cinco personas trabajan dentro y otras más son las que vigilan fuera del box para que todo salga bien. Consiste en realizar un orificio en la garganta para crear un pasaje de aire, dado que no es conveniente que el paciente esté demasiados días entubado. En este caso lleva 15 días. Tiene 62 años.

La intensa lucha por la vidaLa intensa lucha por la vida - Foto: Rueda VillaverdeCada paciente conlleva el trabajo de muchos profesionales. «Con las 37 camas que superviso hay 18 enfermeros por turno y 12 auxiliares, en total unas 200 personas que gestionamos», afirma Amadeo Puebla, supervisor de UCI. Así pues, no se trata sólo de habilitar camas, tiene que haber un amplio equipo de profesionales para tratar al paciente, comprobar la evolución, ejecutar las maniobras y aplicar los tratamientos. Personal que tiene que ser altamente cualificado para responder a esas situaciones límite que se plantean en la UCI.

«Personal en cantidad no nos ha faltado, pero la formación hay que hacerla sobre la marcha», señala Ambrós en referencia a esta cuestión para seguir inmersos en esa lucha por la vida, en la que no obstante han aprendido mucho desde la primera ola aunque están «al límite». Se han familiarizado con el virus, pero no le han perdido el respeto.

«Esta parte de la pandemia está siendo distinta, primero, porque conocemos ya al paciente y las complicaciones, los tratamientos han evolucionado mucho y van continuamente mejorando», apunta la doctora María Luisa Gómez Grande, veterana de la UCI. «El problema - prosigue- es que estamos muy cansados, son muchos pacientes a la vez, muchas unidades abiertas y traemos mucho de atrás. También psicológicamente nos afecta porque vemos una parte de la población que no es responsable, y es una parte que no es un grupo de edad», lamenta esta doctora que sabe que la intensa lucha en la UCI aún continúa. 

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La intensa lucha por la vida - Foto: Rueda Villaverde
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