Historia con superación

Hilario L. Muñoz
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Abel, que se quedó ciego superados los 50 años, y Desi, su perra guía, están a cuatro asignaturas de lograr el grado. Un sueño de ser universitario que no se había planteado antes de su enfermedad

Historia con superación - Foto: Tomás Fernández de Moya

Cuando Abel Beldad comenzó a ver nieblas donde no las había, no podía imaginar que era el inicio de una ceguera fruto de una enfermedad degenerativa. «El nervio óptico no funciona, los ojos le mandan la información al cerebro, pero no la recibe». Superaba los 50 años y tras una vida dedicada a la hostelería tenía que cambiar por completo su día a día al perder de forma acelerada la visión. «Con la ayuda de mi familia me iba manejando hasta que ya no podía ver». Tuvo que dejar atrás la barra y ante la necesidad de nuevos retos optó por cumplir uno de sus sueños, tener el grado de Historia. «Comencé una nueva etapa de la que me alegro mucho, porque desde niño me ha gustado mucho la historia y ahora estoy haciendo lo que en otra vida no he podido hacer».

El inicio de este camino fue difícil. «Al principio lo pasé muy mal», recuerda en los primeros meses de la ceguera. Su familia, su mujer Felisa y sus hijas Sandra y Virginia, fueron los primeros puntos de apoyo. A ellos siguieron los integrantes de la ONCE con sus bastones, pero también «con la psicóloga y todo el personal» que hicieron que «el bache» de perder la vista fuera menos hondo. «Necesitaba urgentemente hacer algo, ocupar el espacio vacío que me había dejado la ceguera», recuerda, cuando piensa en lo que le llevó a decirse por ir a la universidad. Como tercera ayuda cita el Servicio de Ayuda al Estudiante con Discapacidad (SAED), que le permitió adaptarse al Campus de la UCLM. Finalmente, su gran apoyo fue Desi, sus «ojos» cuando camina por las calles de Ciudad Real, una alumna más con la que ha compartido clase. Abel tiene un mensaje claro a quien sea como él para que «se anime y salga a la calle a hacer lo que sea y que pida ayuda al organismo que le corresponda». «Le diría a esas personas que no se atrinchere en su casa».

«Yo quería tener un perro guía, para lo que hay un protocolo de la ONCE». Esto implica esperar un tiempo y pasar un mes en Boadilla del Monte, en la escuela de perros guía. La primera vez que se encontraron Abel y Desi fue en una habitación de esa escuela y al instante supieron que eran uno para el otro. «El monitor me dijo: esta es para ti, no vas a tener problemas» y, desde ese momento, Desi le hizo la vida más llevadera. «Ella me empezó a hacer carantoñas, me encantó», explica con una sonrisa.

Historia con superaciónHistoria con superación - Foto: Tomás Fernández de MoyaLa primera clase de la perra guía en la UCLM fue con la profesora de Historia del Arte. «Casi no la damos porque Desi fue la novedad», no se había visto un perro guía en el aula. Ambos han ido superando etapas, con cinco o siete asignaturas por curso. Juntos llevan los seis años de carrera, un periodo de convivencia que les ha dado más libertad. Con ella anda dando órdenes: desde ayudarle a encontrar la barandilla o cruzar la calle, a ayudarle a subir escaleras o encontrar el aula. Abel tiene un mensaje claro a quien se encuentre en una situación como la suya: «Que se anime y salga a la calle a hacer lo que sea y que pida ayuda al organismo que le corresponda» para seguir en la sociedad. «Le diría a esas personas que no se atrinchere en su casa la ONCE o el SAED le ayudan en el día a día y tener estudios aporta mucho como persona».

Abel sigue las clases gracias a una grabadora. La utiliza en el aula y graba la clase del profesor. Luego convierte las palabras en apuntes en casa, con un ordenador que lee lo escrito. «A base de escuchar y escuchar te vas quedando», explica y ese método oral es el que emplea también para los exámenes, en los que ha obtenido varias matrículas de honor, sobresalientes «y algún cinquillo». Hay que tener en cuenta que aprender braille superando los 50 años es muy difícil, «no es lo mismo un niño que haya perdido la vista o que naciera sin ella, porque lo absorbe enseguida y se tiene mucha sensibilidad en las manos».

Mientras, la labradora Desi al llegar a clase lo primero que recibe es «un premio, una bolita de su pienso o dos y se queda tranquila». A partir de ahí, descansa, aunque tiene como problema que «ronca mucho» y necesita algún pequeño masaje o despertarla para no interrumpir la explicación en el aula. Hay momentos en que Desi es protagonista, con compañeros de pupitre de Abel que juegan con ella o que la tienen a su lado a base de carantoñas.

Apenas les quedan cuatro asignaturas a los dos, acabarán este año el grado si aprueba en el segundo cuatrimestre, pero su imagen y la de su perra guía Desi, aparecen ya en una orla que ha dado la vuelta a España, desde que la diera a conocer la UCLM. Con todo, el objetivo es seguir dando que hablar, Abel quiere continuar con el máster el próximo curso y obtener el doctorado.