«Hay cierta leyenda sobre las 3.000 viviendas de Sevilla»

Juana Samanes
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A este profesional gallego le gusta salir de su zona de confort y afrontar retos profesionales diferentes en su trabajo de actor y en su vida diaria

El actor Mario Casas junto a su compañera en 'Adiós', Natalia de Molina - Foto: Zipi

La cualidad que más agrada de Mario Casas es que, aunque es uno de los actores más famosos de nuestro país y cuenta con miles de fans, sigue conservando la humildad de los primeros tiempos. En el thriller de acción Adiós, de Paco Cabezas, interpreta a un padre de familia, que se enfrenta al peor trago de su vida cuando muere su pequeña hija en un accidente de tráfico provocado.

 

¿El papel de Juan Santos en Adiós ha sido uno de los más complejos de su carrera? Tiene un abanico amplio de registros: marido y padre cariñoso, hijo de familia delincuente, héroe de acción, vengativo.
Es un personaje que tiene muchos matices por el tipo de película que es Adiós, porque en su vida hay amor, venganza, búsqueda de justicia, pérdida de un ser querido pero, a lo largo de mi carrera, he hecho papeles que han sido más incómodos. Cuando interpreto personajes que trabajan desde la emoción, como ocurre con este, me resulta más fácil conectar con ellos que cuando son más fríos, menos empáticos. 

 

Con Paco Cabezas trabajó en Carne de neón en 2010. ¿Fue el primer director que vio sus posibilidades dramáticas y no solo su físico atractivo?
Cuando trabajé con él era muy joven y no se me veía todavía como galán en películas románticas que luego lograría con Tres metros sobre el cielo o Tengo ganas de ti. Carne de neón era mi segundo filme importante, por eso creo que fue más bien el director Alberto Rodríguez, con Grupo 7, el que me retomó para otro cine.

 

¿Cómo ha sido rodar en el barrio de las 3.000 viviendas de Sevilla, calificado siempre de muy conflictivo?
Mi familia ahora es más bien de clase media, pero yo soy un chico de barrio. Cuando era niño vivíamos en uno de clase baja. Opino que hay algo de leyenda sobre las 3.000 viviendas de Sevilla, con que es un barrio conflictivo en el que no puedes entrar. No es así tampoco, hay gente trabajadora que vive ahí porque los alquileres son altos en otras zonas. Pero cuando rodamos allí el respeto, la admiración, el cariño de la gente fue inmenso. Cuando filmábamos, el silencio sepulcral y, cuando acabábamos, se acercaban para darnos las gracias. Era maravilloso.

 

Su compañera en la película, Natalia de Molina, tenía el camino hecho con el acento porque ella es andaluza de Linares, pero a usted, que es gallego, ¿le resultó a usted muy difícil imitarlo?
Me tuve que tirar a la piscina. En el trabajo y en la vida tengo que arriesgarme, necesito estar cambiando constantemente. 

 

Interpreta un personaje más maduro que los que le encumbraron. ¿Cree que sus miles de fans le seguirán en este proyecto?
Mis fans creo que están creciendo conmigo. Vieron hace poco El fotógrafo de Mauthausen y pienso que no me alejo de lo que conocieron. Para mí, este es un viaje importante.  Muchas veces se nos olvida a los actores que trabajamos para agradar el público.

 

Volver a trabajar con Paco Cabezas supongo que debe haber sido magnífico, y en estos años de diferencia han crecido mucho profesionalmente los dos.
Él ha crecido en Hollywood, que es diferente (risas). Lo bonito de Paco es que, tras trabajar 10 años en EEUU con grandes estrellas, sigue siendo el mismo chaval que cuando empezó con su corto de Carne de neón.

 

Ha trabajado con una niña y se le ve mucha complicidad con ella.
Me dicen que tengo facilidad con los niños, quizás porque soy el mayor de cinco hermanos. Al revés, resulta bueno trabajar con ellos si tú coges su energía.