La economía bien, gracias... hasta el domingo. Después, no el apocalipsis, pero sí un doloroso paquete de austeridad, inevitable, pero postergado, hasta después de las elecciones municipales del fin de semana por miedo a que los recortes resten votos al Gobierno de Recep Tayyip Erdogan.
Es el análisis de numerosos economistas y empresarios turcos cuando faltan solo días para unos comicios que, si bien son municipales, se plantean como un plebiscito a la gestión del partido Justicia y Desarrollo (AKP), que gobierna Turquía desde 2002, y su fundador, Erdogan, presidente y jefe del Ejecutivo.
El resultado no es solo simbólico: si el AKP pierde la alcaldía de la capital, Ankara, o sobre todo la de la megalópolis Estambul, que concentra un 30 por ciento del PIB nacional, el Gobierno se puede ver en serias dificultades para aplicar esas medidas de austeridad.
Es cierto que, por el momento, la economía aguanta con incentivos públicos pese al descalabro de la moneda turca en 2018, cuando perdió el 30 por ciento de su valor. La crisis de la lira es el motivo de que el país entrara este mes en recesión por primera vez en una década.
Con todo, las exportaciones suben y la bajada de las importaciones ha reducido el déficit comercial. La inflación, que se disparó hasta el 25 por ciento en octubre, ha bajado hasta el 19 en febrero. Motivo para que el Gobierno confíe en que puede capear la situación.