Una noche en el infierno

Charo Barrios
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Nuria Barrios publica la novela 'Todo arde', un viaje iniciático de un adolescente en busca de su hermana adicta a las drogas, a la que intenta liberar poniendo en peligro su propia vida

Una noche en el infierno - Foto: Photo: Daniel Mordzinski

Madrid. Más bien la periferia de Madrid. Más bien lo que queda fuera de Madrid, lo que nadie quiere ver, lo que escondemos a nuestra mirada. En ese lugar, un fumadero de un poblado gitano donde no existe ni el pasado ni el futuro es el escenario de Todo arde, el nuevo libro de la cuentista, poeta y narradora madrileña Nuria Barrios. Su germen lo podemos rastrear en su anterior libro de relatos, 8 cm, donde al menos cuatro de ellos hablaban de una chica enganchada. «En realidad no hablaban tanto de ella como de los efectos que la adicción de esa chica producía en la familia. De cómo en realidad un yonqui es un cascarón vacío, pero se convierte en un espejo en el que los que la rodean se ven obligados a mirarse y a hacerse preguntas que jamás se habrían planteado. Trabajé sobre el cataclismo que eso produce. Aquello fue la semilla», aclara. 

A continuación, escribió un libro de poesía, La luz de la dinamo, y el tema seguía presente: «Ahí tuve claro que Todo arde iba a ser la odisea de este chico de 16 años que acude a un poblado de venta de droga para rescatar a su hermana que está enganchada. Todo acontece durante una noche en un territorio que es un escenario perfecto para subrayar lo que le ocurre al chico: ese viaje iniciático, viaje de aventuras o viaje al infierno». 

Hay un maravilloso libro de Johann Hari, Tras el grito, que sostiene que las adicciones dependen tanto de la sustancia como de la red afectiva del potencial adicto. Para Barrios no era tan importante tratar el «tema» de la droga. No se trata de una novela sobre las drogas sino que es una novela dónde hay drogas. A Nuria Barrios le importa más «el gesto de Lolo, su decisión de arriesgar su vida por el vínculo que tiene, y también el gesto de su hermana». «También me interesaba plantear un territorio de frontera, donde se mezclan la luz y las tinieblas, todo puede suceder. Lena está aún con un pie aquí y otro allá».

Estamos ante una escritora que mete el cuerpo durante su proceso creativo. Desde los años 90 conoce bien los poblados chabolistas, a los cuales dedicó varios reportajes, y donde entró en contacto con la Iglesia Evangelista Filadelfia. Le interesaba contar «cómo bajo una apariencia caótica, el negocio de la droga funciona eficazmente, con un lenguaje muy vivo». «Me interesan mucho estas burbujas que se crean dentro de una sociedad muy homogeneizadora. Luego tuve padrinos que me pusieron en contacto con una familia que vende. Ellos me abrieron las puertas de su fumadero y me permitieron estar todas las horas que necesité, simplemente estar, sin móvil ni libreta ni bolígrafo».

Compartimos con Barrios la sorpresa ante el cinismo institucional. «Como ciudadana me importa la realidad del drogadicto y cómo las instituciones lo barren bajo la alfombra. Como las calles se han convertido en un reclamo publicitario, los yonquis afean esa imagen de calles bonitas, ideales para los turistas. El cartón al contenedor de papel, el vidrio al contenedor de vidrio y el yonqui al poblado».

 

Patrullas de policía

 A un lector poco avezado en estas lides pudiera sorprender la aparentemente poco activa presencia de la Policía, como si el negocio, de alguna manera, estuviera legalizado sotto voce. «Al personaje de Lolo, ingenuo, le asombra que dentro de esa barriada pasen los coches patrulla con absoluta normalidad. Esta imagen paradójica de que la Policía está controlando que haya orden. La Policía patrulla para que no haya violencia, para que no haya tiros». 

El eje principal sobre el que se estructura la narración es la familia. Como hay poca tradición de novelas de hermanos, Barrios buscó la inspiración en los cuentos infantiles. Sabemos que Disney los suavizó y, de alguna manera, los mató, pero los cuentos originales son impresionantes: hablan de padres que abandonan a niños, de mujeres que se los comen. «Mi referente simbólico fue el cuento de Hansel y Gretel. Dos niños abandonados en un bosque oscuro llegan a un claro, ¿qué encuentran? la casita de chocolate, o sea el dispensador de droga. ¿Quién hay dentro? La bruja, como en los poblados, donde siempre venden las mujeres. La bruja ceba al hermano para que cuando esté gordo, comérselo». 

Otro referente claro es el mito de Orfeo y Eurídice, el descenso al Hades, que es también una operación de rescate, en la que al final no sé sabe quién rescata a quién. La madrileña explica que «Lena va coja por la quemadura, al igual que Eurídice iba coja por la picadura de la víbora». El cuento y el mito, ambos son el invisible andamio, el esqueleto sobre el que se sostiene esta poderosa historia de amor. 

Varias personas ya le han dicho a Barrios que Todo arde es una novela que debería ser leída en los institutos. Confía «en el buen profesor, que va más allá del prejuicio».