Un tipo duro, pero muy sensible: un poeta

Charo Barrios
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Hank publica 'Mi línea de flotación' y confía en llegar con sus versos a muchos lectores fuera de las redes sociales, ya que en Instagram es toda una celebridad con miles de 'followers'

El catalán toma ‘prestado’ su seudónimo de Charles Bukowski.

Se presenta bajo seudónimo, aunque sabemos que nació en Barcelona, vive en Madrid y no rehúye las fotos. Es decir, se esconde a medias. Su nombre de pluma tiene resonancias literarias, lo escogió porque Bukowski (que es quien lo usó primero) siempre ha sido uno de sus escritores favoritos: crudo, directo, al grano. «Así es como me gustan las palabras», dice. Si se refugia tras un alias es porque Hank es apenas una parte de su persona, muestra solo lo que quiere dejar ver.

Hank es poeta desde hace tiempo y ha tejido su poesía en las redes sociales: 140.000 personas leen sus textos, ven y escuchan sus vídeos, acuden a sus directos en Instagram, sin duda, una herramienta fabulosa para darte a conocer. Pero el papel tiene un prestigio aún inigualado, y ahora lanza su segundo libro, y en una editorial de prestigio poético contrastado, Valparaíso. Alguno pensará que, al lograrlo, da satisfacción a su ego. Él asegura que para halagar su vanidad le sobra con sus seguidores. La intención, al dar el salto, es salir del cubículo virtual, no llegar a más gente, sino llegar a otra gente.

Por si eso fuera poco, comparece de la mano de un padrino sobradamente conocido, David Summers, que define a su ahijado como «un bocazas emocional sensible y observador, fascinado por las personas y sus verdades». De la obra que aquí nos convoca, el líder de Hombres G escribe en el prólogo: «En este libro encontrarás poesía joven, viva, sangrante, atormentada y dulcemente amarga, de sábanas, labios, whisky y apartamiento, mientras el mundo grita en la calle, navegando en ese río abundante de sexo, sabor y olores que desemboca inevitablemente en el amor más profundo y desgarrador». 

El catalán se reconoce en ambas descripciones, en la personal y en la literaria. Precavido, asegura que le tiene mucho respeto a la palabra poesía y a todos los que la han hecho grande; atrevido, defiende que todo cambia, y que también la lírica ha de evolucionar. Ya hace mucho tiempo que los escritores se han pasado a la prosa poética, y eso está bien; para él, la poesía es una forma de (d)escribir la vida, los sentimientos, el partido a partido o tacita a tacita, una manera de dar a quien te lee la posibilidad de ponerse exactamente en tu mismo lugar.

Admite Hank que el suyo es un vocabulario quizás no apto para todas las miradas, que no para todas las edades, pero defiende su elección: si en el siglo XXI no se pueden utilizar según qué tipo de expresiones, nos estamos equivocando en algo. «Hay, a veces, mucha hipocresía de fondo», lamenta.  

Por eso, traza Mi línea de flotación con palabras directas, desnudas, a veces salvajes, sentimientos como el amor y el desamor, la autoestima, el sexo. Al poeta le encanta escribir sobre las pequeñas cosas en las que nadie repara pero que tienen mucho significado. Una mirada minuciosa, delicada, que podría casar mal con la imagen de realista sucio bukowskiano que ofrece… pero no. «La pose es la de Hank, el personaje. Y creo que se asemeja mucho a las palabras que usa, un tipo duro pero sensible, capaz de llevar a una mujer a la cama o de reventar de sentimiento. Un poco de todo».

Porque todo sirve para aliviar el día a día. Para escapar. Unos corren, otros se confiesan con el cura o el psicólogo: él escribe y al hacerlo saca los demonios que todos tenemos dentro, demonios que, una vez escritos, puede manejar. Una suerte de exorcismo.

Leyéndole hablar de diablos, alguno pensará que es un escritor pesimista… Al contrario. Acumula proyectos, sueña con escribir cuentos, quizá una novela y, sobre todo, cree en la poesía. «Quizás no es muy tan mediática hoy en día, pero tengo muchos compañeros que lo llevan haciendo unos cuantos años y no les va nada mal».