José Luis Loarce

Con Permiso

José Luis Loarce


Recoletos

11/01/2022

Ocurre con frecuencia que la vida no son búsquedas sino encuentros. Que no marcas rutas prefijadas, sino que las sendas te traen y te llevan. Que lo único programado es la respiración del día, el sol invernizo que te esquiva. Como si hubiera un sabio mapa del inconsciente o el azar sepa por dónde dirigirte.

Esa mañana se dibujaba con la tristeza de una despedida en la T2 y una maraña babélica que me atrapaba, hasta que me encuentro, de pronto, sin horas, en un Recoletos bullicioso y abrigado, donde la luz no se desplomaba como aquella tarde de verano en que Alberti, en un banco, solitario, recitaba poemas silenciosos a un helado de cucurucho. Pero otro poeta, Teo Serna, acudía inesperado al móvil para darme noticia de su exposición de Poesía Visual en Manzanares, mientras uno miraba, distraído, las paredes de la Fundación Mapfre y la chapa amarilla y municipal donde se indicaba algo tan simple, tan sencillo, tan aparentemente banal, como que en ese lugar estuvo la editorial La Lectura, de donde salió en 1914 el famoso Platero y yo de Juan Ramón, y entrecomillaba sus primeras líneas que todos aprendimos en la escuela; lo que disparó mi apresurado relato telefónico recordando el Moguer juanramoniano de este verano, convertido en museo de escultura urbana sobre textos de Platero, la casa-museo de JRJ y Zenobia o la casa natal con mirador.

Al tiempo que Teo me recordaba la exposición de Morandi en ese mismo edificio de la Fundación, y encaminaba hacia allí mis pasos no previstos. Bodegones metafísicos, botellas y vidrios como fuentes de luz que brotaran de un fondo abisal, obras ya conocidas en diálogo con las de otros autores, entre las que también podrían estar algunas piezas de Teo; el temblor de aquellas naturalezas muertas morandianas y los objetos sernianos convertidos en imaginativos artefactos poéticos que visite con él, días más tarde, en la pequeña sala de la Biblioteca Municipal, rodeados de un juego lingüístico y tipográfico con las letras 'ida'. Porque Teo es una cabeza romana llena de ideas, metáforas, conceptos, proyectos que le cuesta refrenar.

Nómada uno al fin, subía ese día hasta la plaza Independencia y terminaba saludando el abrigado bronce de Baroja, que no habría querido pedestal sino al pie de los buquinistas de la cuesta Moyano, donde de pronto me veo en las manos con Caliente Madrid (antología arbitraria), de 1961, artículos de César González-Ruano, en la reedición numerada que en 2003 le dedicó la Asociación de Libreros de Lance. El mismo que escribía sus artículos en el Café Teide, tan cerca del Gijón, emplazado en la misma Fundación Mapfre, que ha recuperado su obra literaria y creó un prestigioso premio literario hasta 2014. Y donde uno se detenía impensadamente esa mañana.