Moscú se declara en rebeldía

Agencias
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El Kremlin se harta de las amenazas de Occidente y lanza una ofensiva diplomática contra la Unión Europea y EEUU ante la previsible cadena de sanciones por la encarcelación de Navalni

Moscú se declara en rebeldía - Foto: MIKHAIL KLIMENTYEV/SPUTNIK/KREML

Rusia se ha declarado en rebeldía. No acepta más lecciones de Occidente ni en cuestión de principios democráticos, ni en política exterior. El Kremlin se ha autoproclamado nuevo centro de poder euroasiático y cada vez hay más líneas rojas en su trato con EEUU y la Unión Europea.

«Cualquier intento de Rusia de ser independiente, defender su derecho a una política exterior independiente y defender el Derecho internacional, se encuentra una cada vez mayor y feroz resistencia de aquellos colegas occidentales que quieren que seamos obedientes», aseguró ayer el ministro de Exteriores ruso, Serguei Lavrov.

Moscú se ha cansado de bajar la cabeza cada vez que Washington o Bruselas le llaman la atención, sea por su intervención militar en Ucrania o Siria, o por sus deslices democráticos. Las sanciones internacionales que asolan este país desde la anexión rusa de Crimea en 2014 no han hecho más que acentuar su obstinación.

Ya no se trata solo de dar la espalda a Occidente y orientar su política exterior hacia China, tendencia en marcha desde hace más de una década, sino de lanzar una contraofensiva diplomática contra EEUU y la UE.

«Hay más desconfianza ahora entre Rusia y Occidente que en tiempos de Leonid Brézhnev», el dirigente soviético que lideró la Unión Soviética entre 1964 y 1982, opina el politólogo Alexéi Makarkin.

La gota que colmó el vaso de la paciencia del Gobierno de Vladimir Putin ha sido lo ocurrido con el líder opositor Alexei Navalni, enemigo número uno del Kremlin, al que el Servicio Federal de Seguridad (FSB, antiguo KGB), según el disidente, envenenó con el agente químico Novichok. La reacción rusa a la unánime condena occidental marca la pauta del comportamiento del Kremlin en los últimos tiempos. No solo no admitió su culpabilidad, sino que le acusó de trabajar para la CIA y, seguidamente, le impuso una pena de cárcel. «Tanto para los dirigentes rusos como para las élites, Navalni es un agente occidental», agrega Makarkin.

Aunque muchos manifestantes que participaron en las protestas de las últimas semanas salieron a la calle no solo por Navalni, sino también contra la corrupción en las altas esferas del poder, Moscú acusa a Occidente de instigar el descontento social.

«Navalni es un asunto interno. No es un tema político, sino jurídico. La politización de este asunto únicamente empeorará las relaciones», comenta Andréi Gromiko, director del Instituto de Europa de la Academia de Ciencias de Rusia.

El nieto del legendario ministro de Exteriores soviético advierte que «ni presión exterior ni crítica alguna llevarán a Moscú a cumplir exigencias al respecto, venga de la UE o de EEUU».

«Este no es el mejor momento para venir a Rusia de visita», apuntó Makarkin sobre el viaje del alto representante para Política Exterior de la UE, Josep Borrell, que se presentó el pasado viernes en la capital para tratar de descongelar el diálogo y poner firme al Kremlin por la condena de Navalni y la violenta represión de las protestas.

Lo que no se esperaba es que Lavrov no solo desoyera sus argumentos, sino que le respondiera -tanto a puerta cerrada como en una rueda de prensa que se convirtió en una encerrona-, con ataques a la situación política y de derechos humanos en Occidente.

«Sin ánimo de ofender», apuntó el ministro a su colega europeo, al que ya había enviado un vídeo con imágenes de la «represión» occidental de manifestaciones pacíficas, antes de comparar el caso de Navalni con el de los independentistas catalanes presos.

 

¿Diálogo?

La expulsión de tres diplomáticos europeos en pleno almuerzo entre Lavrov y Borrell demostró las intenciones de la diplomacia rusa. Deshielo, sí; diálogo, no.

Con respecto a los Veintisiete, Moscú ha apostado por una política de «divide y vencerás». Al tiempo que niega estar a favor de la desestabilización del bloque, prefiere entablar relaciones con cada país por separado.

Sin embargo, desde el Kremlin no tiran la toalla. «Las negociaciones en Moscú abarcaron mucho más que ese tema, el del individuo al que apoyan (Navalni)», apuntó un portavoz de Putin. «No está claro en qué lo apoya», añadió. Eso sí, también confió en «normalizar» sus relaciones con la UE, al margen del «potencial problemático» actual. Una declaración de intenciones ambigua.