Francisco García Marquina

EN VERSO LIBRE

Francisco García Marquina


Amores de salvación

30/11/2021

Para que en nuestra sociedad algo sea admisible, ha de ser 'homologable'. Desde una rueda de automóvil o un secador de pelo a un tipo de pensamiento que se llama 'lo correcto' y se expende como de 'sentido común'. Pero tal sentido común no es sino la conformidad con el cliché dado y aceptado sin cuestionamiento. La homologación mental trata de masificar a la ciudadanía evitando la aparición de espíritus críticos.
¿El amor es algo homologable? Creo que su autenticidad la garantiza su espontaneidad y en consecuencia no admite otra normalización que carecer de ella. Los amores fetén van por libre, son locos, salvajes y antieconómicos. No voy a aportar más prueba que la experiencia personal del lector, a lo que él haya podido 'probar' según escribió Lope de Vega en un soneto de caóticas sensaciones que empieza con «Desmayarse, atreverse, estar furioso», y llega a esta conclusión final: «esto es amor, quien lo probó lo sabe».
Yo creo que no hay amores culpables ni sancionables en sí, y lo que les haría inconvenientes son las derivaciones que traería su ejercicio. Enamorarse de la mujer del prójimo es un instinto sobre el que Paul Morand escribe «Aurora era tan bella como la mujer de otro» y es algo que sucede al margen de la voluntad y si se ha considerado reprobable desde la antigüedad bíblica es por las consecuencias que puede venir si se pasa del deseo al hecho.
¿Qué decir de los amores no correspondidos, que se da en llamar 'platónicos'? Yo creo que el viaje sentimental de ida y vuelta es gozoso pero no imprescindible. Un amigo mío es feliz porque tiene una bella novia ¡aunque ella no lo sabe! Recuerdo la historia del ecuatoriano Vidal Sánchez que llevaba en su cartera una foto de Greta Garbo a la que se encomendaba con un amor muy personal porque era todo suyo.
El amor convive con el sexo en una zona inestable, en donde no voy a entrar porque ya se ha gastado mucha literatura en describir sus relaciones. Solamente recordar que en las situaciones de tiranía o desastre el sexo llega a ser un último reducto de la libertad personal.
Hay una interferencia del amor con las relaciones y compromisos de pareja y su reconocimiento social. Hablo del matrimonio que antiguamente se basaba en el interés e incluso lo concertaban los padres de los contrayentes, bastando ver la justificación que de él hace Montaigne en sus Ensayos. Según el estoicismo cristiano el amor conyugal servía para apagar la pasión y no para provocarla quedando este papel a cargo de la amante o la prostituta. En occidente dura esta tesis hasta el s. XVIII en que la literatura romántica une el amor conyugal con el pasional. Hoy se considera que el matrimonio debe estar formado por esposos y amantes conjuntamente
Esta incursión que estoy realizando sobre amores, sexo y sociedad es por aportar algo de templanza y gozo al tono de otras de mis columnas, en las que suelo denunciar los desastres políticos y sociales que padecemos, para proponer ahora la fascinante salvación personal que es el enamoramiento.

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