El PP que gobernó con Rajoy

Pilar Cernuda
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El expresidente abre la Caja de Pandora en un libro en el que cuenta las decisiones más controvertidas de sus siete años de Gobierno

El PP que gobernó con Rajoy - Foto: Sergio Pérez

Mariano Rajoy rompe su silencio esta semana después de año y medio sin declaraciones, exactamente desde que perdió el Ejecutivo por la moción de censura de Pedro Sánchez.

Presenta un libro en el que cuenta la trastienda de sus siete años de Gobierno, y ha concertado ya entrevistas con varios medios de comunicación. Estará Rajoy en primer plano, como lo estarán quienes formaron parte de sus equipos; se revisará lo que hizo y lo que dejó de hacer y, con toda seguridad, se contrastarán sus decisiones pasadas con las de su sucesor que, precisamente esta semana, se juega su pacto con Esquerra Republicana de Catalunya, un acuerdo que llena de preocupación a la inmensa mayoría de españoles, incluidos infinidad de socialistas y de sus votantes.

El gallego recoge lo que guarda en la memoria y lo que recordaban algunos de los colaboradores a los que pidió que completaran determinados acontecimientos. Ahí estará todo lo concerniente a cómo plantó cara al rescate que pretendía la Unión Europea, la abdicación del Rey, cómo abordó las negociaciones con el independentismo catalán para que la gente sepa si fue excesivamente pasivo -de lo que se le acusa- o manejó todas las fórmulas posibles, de qué manera negoció con Sánchez y Rivera el 155, o qué ocurrió exactamente en el almuerzo posterior a la sesión de investidura. Almuerzo del que se ha llegado a decir que Rajoy estaba borracho cuando su obligación era estudiar la manera de detener la llegada de un Gobierno presidido por Sánchez. Solo un adelanto: no iba sobrado de copas.

El libro de Rajoy va a desencadenar una revisión del PP actual en comparación con el PP anterior. Entre otras razones, porque coincide con la gestación del Gobierno al que aspira Sánchez: coalición PSOE-Podemos con apoyo de ERC y partidos nacionalistas y regionalistas. Una fórmula que produce pavor a millones de españoles y más aún a la clase empresarial, que tendría que analizar, ahora que no ocultan su angustia, cuál fue su grado de apoyo a Rajoy y si algunos de ellos contribuyeron a su caída al apoyar a un partido que dejó al PP bajo mínimos aunque ahora esa formación, Ciudadanos, está en situación de absoluta precariedad.

Va a desencadenar también que se hagan comparaciones entre el PP de Rajoy y el de Casado, y qué habría sucedido si Feijóo hubiera dado el paso de presentar su candidatura o qué habría ocurrido si Casado hubiera llegado a un pacto con Soraya cuando se lo ofreció tras ganar las primarias, en vez de optar por el pacto con perdedores que hizo con Cospedal. Es impresión generalizada, y lo confiesan incluso algunos casadistas, que si Feijóo o Soraya hubieran sido los candidatos del PP a la Presidencia del Gobierno frente a Pedro Sánchez, hoy habría un Ejecutivo del PP en España, es posible, incluso, que con mayoría absoluta. Mientras que Casado tuvo el peor resultado de la historia de la derecha en las elecciones de abril, que mejoró en noviembre, pero muy alejado de lo que se espera de un partido así. 

Una formación, además, que ha provocado el despegue espectacular de la extrema derecha de Vox, a la que Rajoy tuvo tan controlada que, durante su mandato, nunca consiguió un escaño. Porque la gente olvida que Vox ya existía en tiempos de Rajoy, Abascal no nació políticamente hace un año. Por cierto, Vox no ha conseguido un solo escaño en Galicia, ni tampoco Ciudadanos. En Galicia gobierna Feijóo.

El equipo de Rajoy ha quedado prácticamente desmantelado, y ese efecto tiene mucho que ver con el resultado electoral. Casado, desde el mismo día del Congreso en el que fue elegido presidente, ya enseñó sus cartas: al pasado, ni agua. Las personas de prestigio de los equipos de Aznar y, sobre todo, de Rajoy fueron eliminadas del mapa para dar entrada a dirigentes de Nuevas Generaciones. Así le fue a Casado en abril, aunque rectificó meses después para incorporar a Pastor y a Elvira Rodríguez en la lista de Madrid en las elecciones de noviembre, pero poco más.

Además, también se habla de corrupción. Mucho. Para asumir que hubo casos sangrantes, pero también para denunciar que se trató a la corrupción del PP con distinta vara de medir que la del PSOE. En otros partidos no ha habido corrupción, o no ha habido de forma tan grave, pero la razón no está relacionada con la honradez de los que sirven a determinadas siglas, sino con que es difícil ser corrupto cuando no se manejan partidas presupuestarias o no se toman decisiones que hacen ganar o perder dinero.

El expresidente reivindica determinados nombres de su partido que perdieron sus cargos simplemente porque sus imputaciones provocaron tanto escándalo mediático que obligaron a su destitución antes de que se pronunciaran los tribunales, y recoge cómo varios de ellos fueron absueltos de supuestos delitos demasiado tarde para rehacer su vida profesional o política. Destaca el caso de Rita Barberá, que murió sin saber que había sido exculpada de sus supuestos delitos, y también el de la alcaldesa de Cartagena, de la que Ciudadanos exigía que renunciara a su escaño de senadora para apoyar la investidura de Rajoy.

En la España actual, en la que se vive una preocupación máxima por lo que se avecina, muchos ojos se vuelven hacia la calle Génova con la esperanza de que en la sede del PP se tomen decisiones que permitan desplazar a la izquierda actual, con tan escaso sentido de Estado. 

Falta de experiencia

El problema es que en esa sede no está la mejor gente del PP, sino personas a las que no falta buena voluntad pero están faltos de experiencia y dan tantos palos de ciego que han dejado el partido en una situación de debilidad de la que es difícil salir a no ser que se cuente con un equipo muy sólido, que apueste por los mejores y que conozcan en profundidad los resortes para formar buenos gobiernos.

El PP actual está muy lejos del PP de Fraga, de Aznar y de Rajoy. Y un libro del que se hablará mucho esta semana lo va a demostrar.