Los secretos de Santa Eulalia

F. J. Rodríguez
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Las obras de restauración del templo mozárabe desvelan muros medievales que podrían confirmar su fundación visigoda. Se trata de una planta anterior en la que hay incrustados restos romanos. Ha salido a la luz una necrópolis y restos de yeserías

Bajo el suelo se ha encontrado una necrópolis en tres niveles de profundidad con unos 200 cuerpos. - Foto: Yolanda Lancha

Hablar de Toledo es hablar de historia. Un pedazo de roca enriquecida siglo a siglo desde tiempos inmemoriales en la que aún queda mucho por descubrir. La iglesia de rito hispano-mozárabe de Santa Eulalia es uno de los mejores ejemplos. Es la gran desconocida del monumental patrimonio toledano y, sin embargo, uno de sus potenciales tesoros. 

La planta del actual templo data del siglo XIII. La victoria en la batalla de las Navas de Tolosa permitió a Toledo dejar de ser zona fronteriza, y el crecimiento de la urbe trajo consigo que se ampliaran sus templos. Entre ellos, Santa Eulalia; aunque su origen era mucho más antiguo.

Sixto Ramón Parro, el Vizconde de Palazuelos, González Simancas, Ramirez de Arellano y Guillermo Téllez, por citar algunos, consideran que pudo ser fundada por Atanagildo en el año 559. Pero nunca se habían encontrado evidencias de tal afirmación... hasta ahora.

El equipo de Atempora Arqueología, formado por Samuel Rodríguez y Javier Peces, lleva trabajando desde el pasado mes de abril en la iglesia. Se ha iniciado, gracias al empuje del párroco, Francisco Javier Hernández, un proyecto de restauración y adaptación de los espacios litúrgicos que conlleva solucionar un gran problema de humedades. Todo el suelo de la iglesia está levantado. Accesible únicamente por una pasarela. Los trabajos avanzan a buen ritmo, así como las sorpresas que se van encontrando.

El firme de la iglesia está ocupado en su totalidad, exceptuando las tres criptas, por una necrópolis con tres niveles de enterramiento. Unos 200 cadáveres que datan desde el siglo XIII al XVIII. Ocupan 120 centímetros de profundidad y únicamente se ha excavado el primer nivel.

La riqueza de los ataúdes sorprende, pero lo que más extrañó a los arqueólogos al excavar fue descubrir varios muros medievales de un considerable grosor (más de 80 cm).

Para ellos es la punta del iceberg. Samuel Rodríguez no puede evitar sonreír nervioso cuando se le pregunta al respecto. «Son muros medievales muy bien trabajados, lo que nos da a entender que se hicieron para estar expuestos. Están trabajados con mortero y con un tipo de grafiado de dibujos alternos», explica sin salirse un milímetro de la doctrina académica; aunque no puede dejar de emocionarse. 

Y es que, esos potentes muros sirven de apoyo al actual templo. Son sus cimientos. Pero hay un detalle que evidencia que son anteriores. Si bien el peso de toda una la fila de columnas descansa sobre uno de ellos, la siguiente fila no apoya completamente. Es la prueba irrefutable de que son anteriores.

Samuel sabe que los muros profundizan al menos tres metros bajo tierra, y está deseando continuar con los trabajos. Para que no se detengan las obras, que cuentan con 400.000 euros de presupuesto, el párroco recibe la ayuda de una fundación privada y de la Asociación Oficial de Guías, que comenzó este pasado viernes a realizar rutas cuya recaudación irá destinada íntegramente a los trabajos.

Con todo, para añadir más emoción a todo el proceso arqueológico, se han realizado catas por debajo del nivel de enterramiento que han dejado al descubierto más maravillas. Se trata de un nivel de escombro del que han salidos yesos y yeserías policromadas. Las han datado sobre el siglo X, aunque aún hay que estudiarlas.

Además, han salido una cantidad considerable de monedas de la época de Alfonso VI, que evidencian su refundación en el siglo XIII.

También se puede ver, bajo una de las columnas, una base anterior claramente romana. Nadie lanza las campanas al vuelo, puesto que las propias columnas actuales del templo lo son. La reutilización de elementos era frecuente.

Con todo, la roca madre del Casco está a tres metros, por lo que de excavar hasta ahí verán lo primero que se levantó sobre ese impresionante solar.

Julio Porres, en su libro ’Historia de las calles de Toledo’, hace referencia a la posible mención de una iglesia del mismo nombre de la actual en el siglo VII, al subscribir el concilio XI de Toledo, del año 675, uno los abades como «Florentinus, ecclesiae monasterii sanctae Eulaliae abba».

Quizás en pocos meses pueda confirmarse esa cita histórica y que Santa Eulalia permita interpretar sus cimientos hasta el día en el que los visigodos lo llamaban monasterio.