Rafael Cantero

Historia en Piedra

Rafael Cantero


La antigua espadaña

26/02/2021

En torno al cerro de Alarcos, a cuyos pies corre el río Guadiana, tuvo lugar la célebre batalla entre las tropas cristianas de Alfonso VIII de Castilla y las almohades de Abu Yaqub al-Mansur, el 19 de julio de 1195. El rey de Navarra, que se acercaba con su ejército a marchas forzadas desde el norte, se sentía fuerte y creyó que su caballería pesada, formada con en torno a 900 jinetes, y los casi 5.000 infantes a su mando, resultarían más que suficientes para derrotar a las numerosas huestes del califa almohade. La batalla se saldó con la derrota de las tropas cristianas, desestabilizando con ello el Reino de Castilla y frenando el avance de la reconquista hasta que llegó la victoria en la batalla de Las Navas de Tolosa.
Hoy, en lo más alto del cerro donde se desarrolló la batalla está la ermita de Nuestra Señora de Alarcos, de cuya antigüedad da testimonio la bula del papa Honorio III, fechada el 8 de febrero de 1217, en la que el pontífice confirmaba al arzobispo de Toledo la posesión de varias iglesias arrebatadas a los musulmanes, entre ellas, la de la ermita de Alarcos.
Alarcos fue una fortaleza, que como otras muchas, pasó en diferentes momentos de manos árabes a castellanas y viceversa a lo largo de los siglos XII y XIII. El templo de Alarcos, a lo largo de su historia, ha pasado por muchas adversidades que han afectado sensiblemente a su edificación. Además de la destrucción de que fue objeto en 1195 durante la famosa batalla, hay que sumarle los daños que del terremoto de Lisboa acaecido en 1775, o el incendio que provocaron en el templo las tropas napoleónicas en marzo de 1809, tras la batalla de Ciudad Real. Actualmente, la edificación, declarada Monumento Nacional desde 1980, consta de tres portadas: dos laterales, en el lado de la epístola y del evangelio; y otra a los pies de la iglesia. Sobre la portada de esta última puerta destaca un rosetón de tracería, formado por 19 lóbulos tallados en piedra, enmarcado en un cuadro de piedra.
Todo el espacio que se encuentra en torno a la ermita estaba delimitado y protegido por unos muros almenados de fuerte construcción. Al recinto se accedía mediante una puerta abierta al efecto, y junto a la puerta de acceso existió, tal y como se observa en la fotografía superior, una espadaña, una especie de campanario formado por una sola pared en la que están abiertos los huecos para colocar las campanas. Esta estructura sobresalía en perpendicular por encima de los muros, constaba de dos huecos o vanos construidos en piedra y mampostería, rematados por dos arcos de medio punto, destinados a ubicar las campanas. 
Por las actas municipales se sabe que el Ayuntamiento de Ciudad Real, en 1861, compró una de las campanas del exconvento de Calatrava con destino al campanario-espadaña del Santuario de Alarcos. La espadaña se completaba con tres pináculos o almenas que se encontraban en su parte superior. 
En 1992, como consecuencia de los trabajos arqueológicos que se estaban realizando en todo el perímetro del cerro de Alarcos, se tomó la decisión, acertada o no, de proceder a la destrucción de la centenaria espadaña de Alarcos y al desmontaje de la puerta de entrada al recinto de la ermita. Esta puerta que procedía de la antigua cárcel que existió frente a la puerta del Perdón de la iglesia de San Pedro, se encuentra expuesta en la parte exterior de una de las dependencias ocupadas por el personal de las excavaciones arqueológicas.