Manuel López Camarena

El Yelmo de Mambrino

Manuel López Camarena


España hace la rueda alrededor de Mohamed VI

20/01/2022

La curva, el tope, la gráfica, o lo que ustedes quieran llamar a los datos que reflejan cómo va la cosa pandémica y que nos son ofrecidos con mayor o menor celeridad y rigor, parece que se ha cansado de subir, por sexta vez, y, al menos, ha decidido darse un leve respiro, aunque sólo sea pensando en las machacadas cabezas de los ciudadanos que, en verdad, son hoy, tras más de dos años de batalla, auténticas ollas a presión con las diversas  válvulas de seguridad semi atoradas y, consecuentemente, a punto de estallar. Aunque la situación no es tan extrema ni cruel como la de la  primavera de 2020, cuando las gentes, en especial los más ancianos y más enfermos, se morían a rajas por las habitaciones de hospitales y residencias de ancianos, y se llegó a acuñar una sentencia más o menos así hombre contagiado, hombre desahuciado, o mujer, el ataque de esta variante de COVID-19 denominada ómicron ha puesto en jaque a millones de personas y medios curativos, porque la capacidad de contagio no es que sea superior a la del bichito anterior, el padre o el hermano mayor del supermortal COVID primigenio, sino que la dobla y hasta la triplica en muchos casos y muchos países. 
El problema que se nos plantea ahora, estimo con preocupación, es que tras la sexta oleada, término que me gusta más que ola y paréceme más apropiado, es que sólo sabemos que vendrá la séptima, pero no sabemos con qué arsenal de armas ofensivas, ni las ideas de países a esquilmar, ni nada de nada. Sólo sabemos, porque lo imaginan los expertos, que debería ser algo más suave que las que nos han azotado hasta ahora, pero que no estamos libres de que surja un virus nuevo, completamente nuevo, que vuelva a golpearnos con la dureza que ya conocemos del pasado año. Este no sería ya COVID-19, aunque el nombre no tenga, o tuviese, la más mínima importancia. Poco se sabe aún del 19, veremos lo que viene, pero lo que está claro es que no se puede jugar con gripalizar ni cosas parecida; lo que estamos viviendo, y muriendo, es tan gordo que los políticos no deberían meter el moco en los comités científicos que son los que deberían gestionar la crisis, nada más que para facilitar medios y más medios. Y es que, ya se sabe y ya se ve, que esta tropa no tiene respeto ni siquiera por la salud y mezcla, indecorosamente, churras con merinas y campañas de vacunación con elecciones y demás.  Mientras, Pedro Sánchez ha ordenado que del Rey abajo, casi todos, le pongamos caritas al sátrapa de Rabat, con residencia habitual en París, don Mohamed VI, con la esperanza de que se suavicen las cosas entre ellos y nosotros, sin olvidar que el Sáhara Occidental -antigua África Occidental Española- es territorio libre desde siempre, por mucho que el padre de don Mohamed VI le tuviese ganas. (Ahora buscan oro -aquellas zonas se llamaron Río de Oro…, y Franco lo sabía, pero respetó al pueblo saharaui hasta límites impropios de un dictador del SXX). Y este, el tema del Sáhara, es la madre de la actitud poco amistosa de Rabat con Madrid. Y ahora vienen EE. UU. a mediar en un conflicto en el que el tarugo Trump,  ¡vaya joya!, traicionó, al reconocer los inexistentes derechos marroquíes sobre el Sáhara Occidental, al pueblo saharaui; a la propia España como potencia descolonizadora; a las Naciones Unidas, que abogan por la descolonización sin condiciones ni sometimientos; etc. Ya vamos viendo, que dicen las gentes de ahora,  pero mucho me temo que, al menos por un tiempo, la cosa no sólo no se aclare, sino que empeore. Los goznes de las puertas y vallas de las fronteras comunes conviene tenerlas empapadas en grasa consistente para que abran y cierren bien y no chirríen.