José Luis Loarce

Con Permiso

José Luis Loarce


Cuestión de prefijos

25/01/2022


Les confieso que estos días solo veo prefijos. Abro los periódicos, miro los telediarios, hablo con la gente y es una lluvia de prefijos. Reordeno en la mente los infinitos temas que elegir para la columna semanal y me avasallan ristras de prefijos. Los prefijos del idioma castellano son como enganches que tiran de los sustantivos perezosos, como palabras a medio hacer que hemos adherido a otras para ahorrarnos el inventar una nueva o para oponer a la existente. Constituyen una suerte de trucaje entre lingüístico y publicitario que vale tanto para un hiperroto como para un semidescosido.
¿Será un síndrome unipersonal o acaso un síntoma de prepandemia de nuevo cuño? ¿Fruto de alguna indigestión de textos o solo una pesadilla que se muerde la cola onírica? ¿Un surrealista empacho de híperlecturas o un visionario asunto de ultrarrealidad terrena? Perdón si hay exceso de juegos (pro)gramáticos. Pero el caso es que ya no sé si las macrogranjas del microministro Garzón han salido en un texto firmado por Mark Zuckerberg o el metaverso del fundador de Facebook forma parte de algunas de las declaraciones proganaderas de Lambán o Page; ya desconozco si los test de autodiagnóstico del covid han abaratado su precio gracias el macrogobierno de 22 ministros, a la cogobernanza o si la vicepresidenta de las «cosas chulísimas» habló o no de «cogestión empresarial» a dúo con el francés Piketty, el que busca perseguir fiscalmente a los «hiperricos» (qué feo suena, ¿no?), mientras el país es una precampaña electoral omnipresente e inacabable.
A todo esto el precio del megavatio sigue dando disgustos y no desinfla la inflación, y los megabytes serán tan necesarios como el oxígeno que respiramos. Pues cómo si no va a ser posible que los avatares holográficos y tridimensionales del nuevo metaverso catalán sean, como dijeron en la presentación del CatVers, «un paso más hacia la república digital», o que en mi ciudad apuesten por el turismo virtual (sic) en la reciente Fitur, donde la sobreactuación política adquiría caracteres épicos. ¿Vivirá uno en ese más allá del universo virtual con que el gurú Zuckerberg nos quiere redimir y seguir engañando al mundo, donde la privacidad, la seguridad y la ética serán asuntos de tiempos pretéritos, y no habrá límites ni imposibles, jurisdicciones legales ni fiscales? Habremos superado entonces este sinvivir diario que nos atenaza y la vida laboral, amorosa y ociosa (y turística, ojo) una especie de teletrabajo eterno y plácido. 
Una nueva megavida nos espera, sin otros virus que los informáticos, ni otra enfermedad que la de este atormentado firmante. Al tiempo: tendrán metaverso hasta en la metasopa.