Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


El náufrago

31/12/2021

Los políticos piensan que es injusto que les haya tocado lidiar con una pandemia, cuando estaban destinados a distribuir con generosidad los recursos públicos obtenidos con el esfuerzo de sus votantes. Cierto es que algunos han disfrutado como niños al tener un poder absoluto para dictar lo que podíamos hacer y que no.

Todos los fallecidos, independientemente de la causa, merecen un recuerdo porque han sido enterrados en soledad, pero una sociedad fuerte debe de mirar siempre hacia adelante. Los recursos disponibles son finitos y designar las prioridades debe ser el reto gubernamental.

Además, es necesario nuestro apoyo para todos los que en edad productiva sufren las secuelas de una enfermedad que les ha mermado en sus capacidades. Por otro lado, me solidarizo con todos los menores de edad que han visto como su vida, esa etapa maravillosa, ha sido mutilada y trastocada por decisiones no siempre fáciles de comprender. Y no olvidemos que todos los profesionales que no tuvieron la opción de parar en los momentos más críticos son los héroes anónimos de esta historia.

El único grupo repudiado ha sido el de los empresarios y emprendedores. Grandes o pequeños, autónomos o ejecutivos de una multinacional, todos ellos han sufrido un rechazo generalizado, cuando solo su perseverancia nos sacará de esta coyuntura.

Tenemos la ingenua idea que el sector privado está dirigido por ricos insensibles, cuando la inmensa mayoría son gente humilde conocida por las deudas que asumen con los bancos. Al pagar los brutales impuestos que acompañan a la actividad económica, siempre se oye la cantinela de que es porque ganan mucho dinero. Esas vocecillas ignoran que los sueños a veces se transforman en pesadillas y que la suerte es esquiva. ¿Quién iba a pensar que una pandemia iba a impedir la libertad económica?

El Estado defiende políticas contrarias a la propiedad e iniciativa privada. Podemos no saber cómo combatir adecuadamente una pandemia, pero les garantizo que será imposible construir un futuro de prosperidad sin tejido productivo viable. La deuda nunca es una solución efectiva para un problema estructural.

Las vacunas han sido un éxito porque permiten fijar un equilibrio inteligente entre libertad y riesgo. La clase política se resiste aceptar las consecuencias de su existencia y defiende estrategias obsoletas. La humildad intelectual fomenta la responsabilidad individual, mientras que los gobernantes la detestan al pensar que son más listos que sus votantes. Tenemos que recuperar el amor a la incertidumbre que acompaña a la libertad.