'Riders' y con mucho orgullo

M. E.
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Los repartidores que operan en Ciudad Real para la empresa Glovo se muestran satisfechos con su actual situación laboral y recelan de la nueva ley que regulará el sector 'delivery'

‘Riders’ y con mucho orgullo - Foto: Tomás Fernández de Moya

Hugo, Daniel, Kelvin, David y Juan Carlos son cinco de la decena de repartidores autónomos que trabajan en Ciudad Real para la empresa Glovo. Son los llamados riders, a los que se puede ver por las calles de la capital en bicicleta o en moto con una gran mochila amarilla a la espalda, o reunidos en la plaza de San Francisco mientras esperan que les llegue un servicio a realizar. En su gran mayoría proceden de países sudamericanos, en este caso de Paraguay, Venezuela y Bolivia, lugares de origen en los que siguen teniendo a muchos familiares y a los que mandan dinero siempre que pueden. Después de cursar estudios como Administración de Empresas, Ciencias Policiales o Informática, y de trabajar como bombero, profesor universitario o barbero, ahora se dedican al reparto a domicilio. Y no lo hacen como un empleo provisional para ganarse la vida mientras no encuentran algo mejor, sino que desempeñan esta labor con la satisfacción y orgullo propios de trabajadores de una profesión en la que se sienten a gusto y, además, útiles.

Lo que más valoran de sus condiciones de trabajo es la libertad de horarios y la no dependencia directa de un jefe. Tampoco ven con malos ojos la contraprestación económica. Sus ingresos medios en un día se acercan a los 60 euros (de 4 a 6 euros por servicio), lo que significa que al mes pueden superar los 1.500 euros, cantidad a la que deben restar el pago de la cuota de autónomos y el IRPF. Una ‘nómina’ que administran bien y que les da para atender los gastos más básicos de su familia más directa en Ciudad Real e incluso para enviar una pequeña ayuda a sus lugares de origen.

Saben que se está gestando una ‘ley rider’ que pretende regularizar el marco legal del sector delivery, convirtiéndolos en asalariados de pleno derecho de la empresa con la que trabajan, en su gran mayoría Glovo. Pero recelan de esta modificación y temen que les arrebate esa flexibilidad de la que disfrutan ahora. «Hemos oído que están preparando esa ley, pero no sabemos nada en concreto. Yo prefiero esperar para dar una opinión, pero creo que no se ha contado con nosotros», dice Juan Carlos, exbombero venezolano de 40 años que lleva dos en Ciudad Real.

‘Riders’ y con mucho orgullo‘Riders’ y con mucho orgullo - Foto: Tomás Fernández de MoyaSu compatriota Kelvin, de 30 años, insiste en este punto. «Yo me siento muy cómodo en esta situación, sin un horario fijo y pudiendo compatibilizarlo con otras actividades». Daniel, el más veterano de todos (53 años), también lamenta la falta de información sobre este posible cambio de escenario laboral: «Todo se lo está quedando el Gobierno y los sindicatos. Vamos a esperar a saber más detalles de esta nueva ley, pero todo dependerá también del salario».

Mientras la ‘ley rider’ no entra en vigor, ellos seguirán trabajando y sintiéndose protagonistas en un sector en expansión y cada vez más utilizado por los ciudadrealeños. Coinciden en que la pandemia les ha aportado más trabajo porque la sociedad ha normalizado ya solicitar comidas desde casa. «Ha habido un cambio de hábitos», dice Daniel, quien recuerda que en los momentos de confinamiento también han llevado medicamentos y otros productos de primera necesidad a algunos clientes que no podían salir a la calle.

Pedalean y conducen haga el tiempo que haga. Es más, agradecen la lluvia porque en esos días la gente se queda en casa y demanda más comida a domicilio. A Juan Carlos le tocó trabajar el día de la nevada Filomena, recuerda con una sonrisa. No tiene tan buen recuerdo de un servicio en el que sufrió un atropello, aunque afortunadamente solo quedó en un buen susto. En este sentido, estos riders valoran que Glovo los tiene asegurados, y que incluso les abona un pequeño plus económico cuando tienen que trabajar en condiciones meteorológicas adversas.

Hoy volverán a quedar en la plaza de San Francisco, «nuestra oficina», dicen con simpatía. Mientras charlan, no quitarán los ojos de sus teléfono móviles, esperando que la alarma de la aplicación salte y les ofrezca un nuevo servicio de reparto a domicilio, un empleo en el que «nos beneficiamos todos, el ‘partner’, Glovo, nosotros y los clientes», defienden con orgullo.