Una Alcaldía en dos manos

Diego Murillo
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Pilar Zamora y Eva María Masías se repartirán el gobierno con una fórmula inusual tras dos carreras distintas en lo político pero con el reto de compaginar dos personalidades parecidas en atraer los focos y apostar por la cercanía

Una Alcaldía en dos manos

Los votos y las sumas han querido que Ciudad Real vuelva a ser dirigida por una mujer por tercera vez consecutiva. Pero esta vez lo hará con una fórmula aunque no novedosa sí compleja de gestionar y de otorgar estabilidad, puesto que dentro de dos años, después de la celebración de Fenavin 2021, habrá cambio de turno y Pilar Zamora (Ciudad Real, 1971) deberá ceder el testigo a Eva María Masías (Ciudad Real, 1974).

La alcaldesa de estos últimos cuatro años sentía la necesidad de continuar a toda costa. La noche del 26 de mayo su rostro palideció al ver que los más de 14.000 votos que logró eran insuficientes para revalidar el gobierno con su socio Unidas Podemos. Quedaba a merced de Ciudadanos que durante cuatro años ejecutó una dura oposición sin acuerdos ni mociones en común que atisbara una luz de esperanza para pactar. Para el PSOE, Ciudadanos era la derecha. Hoy es el centro. En estos últimos cuatro años, Zamora ha tenido que lidiar con propios y ajenos. En esa constante por cambiar la vitola conservadora de la ciudad, gobernada durante décadas por el PP, la regidora, condicionada en sus inicios por la coalición de Ganemos, se vio salpicada con varias polémicas menores (asistencia a procesiones, subvenciones de la Semana Santa de los toros, zona azul, limpieza) que empañaban la permanente sonrisa y cercanía con la que se conquistó a los vecinos, sobre todo, en los primeros años. Cualquier obra, asfaltado o promesa, por muy insignificante que fuera, cantaba victoria. En la carrera constante por querer demostrar gestión con un equipo diezmado en concejales y presionado por sus socios, a la primera alcaldesa socialista no le quedó otra que multiplicarse en actos, en patear la calle a todas horas y buscar en la ciudadanía la complicidad que era incapaz de demostrar en los despachos y en la gestión del día a día. La Junta de Comunidades tampoco le ha echado una mano en esta legislatura más allá de presentar el Plan de Modernización 2020-25. Le restan dos años para cumplir con su promesa. No ha escatimado fuerzas para continuar en su lucha contra el cáncer y compaginar la enfermedad a las puertas de unas elecciones municipales que la han mantenido en el alambre hasta un día antes de la constitución de la Corporación. Esa determinación en sujetar el bastón de mando ha pesado a la hora de tomar una decisión difícil: en este sudoku que ha convertido Ciudadanos la política de pactos municipales es la única alcaldesa de toda España en ceder dos años de gobierno bajo una ecuación que solo sucedía en municipios pequeños y en casos extremos. Hiperactiva cada día desde las seis de la mañana, Zamora llega hoy a su objetivo de tener una segunda oportunidad, según dijo en campaña, para rematar los proyectos inconclusos. Era eso o Vox, justificaban altos cargos socialistas. Pero no tendrá un segundo tiempo, sino un cuarto más en estas dos legislaturas. ¿Después? «La vida da muchas vueltas», dijo ayer al ser cuestionada hasta en cinco ocasiones.

De dulcinea a Alcaldesa.En ese plan para acordonar un pacto del PP y Vox, Masías obtiene un trofeo impensable hace tres años, cuando rompió estereotipos al ser la primera dulcinea elegida fuera de los cánones de belleza y juventud. A sus 42 años entró en la sociedad ciudadrealeña como un ciclón. Terminó la Feria y Masías continuó su mandato en cada acto, procesión o evento como si agosto fuera todo el año. Casada, con cuatro hijos y natural de Fuente el Fresno, la líder de Ciudadanos se sintió grande y llamó a la puerta del PP con el carné en la mano para pedir cargo. No lo encontró. Sí encontró en Francisco Fernández Bravo esa oportunidad para remar por un partido que aspiraba a ser bisagra y ha acabado encumbrándola a la Alcaldía con solo tres concejales en una carambola que ha chirriado en todos los sectores. Pegada a las costumbres, tradiciones, a los toros y a la Semana Santa, nunca ha rehusado en relatar minuto a minuto su vida en las redes sociales -pese a que ayer se borró de Facebook- para escalar a lo más alto. Aunque su preferencia era el PP, que le ofrecía ser teniente de alcalde, Ciudadanos le ha impuesto un caramelo que en lo personal le endulza pero que le amarga en la calle. En esa dicotomía deberá convivir a partir de ahora y más dentro de dos años, cuando deba torear con los socialistas en el final de la legislatura. Se desconoce cómo será el día a día y cada reunión de la Junta de Gobierno Local. Sin experiencia política, esos 24 meses previos le servirán de aprendizaje para dos años de tiras y aflojas que pronostican inestabilidad se mire por donde se mire. Sobre sus espaldas recae gestionar una ciudad en el tramo final de una legislatura en el que el afán de protagonismo será una carrera despiadada por salir en las fotos, encabezar procesiones, presidir actos y lo más importante para los ciudadanos, sacar adelante la ciudad con tres ediles solamente de su formación frente a otros diez que estarán con el colmillo afilado por la proximidad de la cita electoral. Pero antes de pensar en 2023, Masías tiene hoy el gran reto de mutar el discurso de campaña y de amoldar la crítica de los anteriores cuatro años a votar con la nariz tapada al PSOE. Es lo que tiene militar en un partido camaleónico.