Entrevista a Fran Cobos, autor de 'La jaula del sol'

D. R.
-

"Si los recursos llegaran a faltar algún día, sobre todo por falta de lluvia, el sistema podría caer por sus cimientos"

Fran Cobos, autor de 'La jaula del Sol'. - Foto: D. R.

La jaula del Sol es su primer libro, que versa sobre el medio ambiente y el cambio climático, en clave futurista...

El libro está catalogado dentro de lo que es la ciencia ficción. El protagonista imagina un escenario en el que en un futuro próximo se puede producir una situación que creíamos que sería muy posterior, provocado por el cambio climático. La novela está narrada, en su mayor parte, en primera persona; el protagonista es un individuo que tiene una serie de capacidades, tanto económicas como personales, para enfrentarse a los problemas que le surgen a la hora de acometer el proyecto que se ha autoimpuesto. Es una persona que tiene un miedo atroz a que el cambio climático desemboque en un colapso social irreversible, que podría destruir la sociedad que conocemos actualmente. Este individuo, al final, está tan preocupado que se obsesiona con ello e invierte todos sus medios en remediar la situación.

En su novela se dibuja un futuro desesperanzador. ¿Cree que puede ser una realidad próxima?

A mí me gusta pensar que este libro es totalmente una metáfora y que todo lo que plasmo en él intenta mostrar en qué situación podemos estar y a la que hipotéticamente llegaríamos. Quiero creer que todo esto es ciencia ficción pura y dura y una especie de pesadilla que ahora plasmo en forma de libro. No me gusta pensar que esto se vaya a cumplir, ni muchísimo menos. Pero cualquiera que lea el libro, verá que gran parte de lo que ocurre en él, sobre todo en los primeros capítulos, está basado en lo que ya sucede.

Es su primer libro. ¿Qué le ha llevado a escribirlo?

Soy agrónomo y siempre me han gustado las ciencias, y además he tenido una vinculación con el medio agrícola y ganadero desde pequeño y, sobre todo, la preocupación por el medio ambiente, los animales y las plantas. Desde que era niño he tenido curiosidad por lo que estaba sucediendo a mi alrededor. Y por qué cojo la temática de Riaño y Belfast: porque son escenarios que están en la memoria próxima del lector y en ambos casos se trata de sociedades que han sufrido en un caso la violencia extrema, respecto a Irlanda del Norte, y en el otro, la desaparición de gran parte de las raíces de un pueblo. Tanto en uno como en otro, vemos hasta qué punto puede llegar la codicia y la falta de sensibilidad de parte la sociedad. Creo que en el momento en el que falten materias primas, esas situaciones se van a volver a dar a nivel global, como ya está ocurriendo ahora en la selva amazónica, donde se está diezmando a los indígenas por sus tierras y sus recursos madereros. Lo estamos viendo todos los días: es una guerra para robarles sus medios. Si los recursos llegaran a faltar algún día, sobre todo por la falta de lluvias, el sistema comenzaría a caer por sus cimientos, que es el sector agrícola y ganadero. Y ahí tendríamos un problema y un panorama desolador.

¿Cómo ve la situación actual en relación al medio ambiente y el cambio climático?

No soy experto en temas de medio ambiente, pero a través de la documentación utilizada para escribir este libro y por las opiniones científicas que vemos en los medios a diario, veo que se han mejorado muchas situaciones, sobre todo en el primer mundo y la sensibilización con respecto al medio ambiente que ha surgido. Pero por desgracia aún quedan muchas cosas por hacer. Hay muchas propuestas sobre el tapete y no se están acometiendo. Una de ellas es la transición energética. La conversión tenía que haber sido muchísimo más rápida; estamos hablando de que llevamos un retraso de décadas. A nosotros no nos va a perjudicar tan directamente, pero me preocupa el futuro que podemos dejarle a nuestros hijos. Por ejemplo, ahora se está empezando a recomendar que los niños no consuman cierto tipo de pescados hasta los diez años de edad, algo impensable cuando yo era niño. Otros serían el tema de los plásticos en los mares, los antibióticos en aguas fluviales…, una serie de problemas que si bien es cierto que se está tratando de darles solución, no veo que se esté haciendo con la rapidez que requiere. No es que sea pesimista, hay muchas posibilidades, pero creo que no hay voluntad política y social para abordar estos problemas con eficiencia.

En relación a esto último, próximamente se va a celebrar en España la Cumbre del Clima. ¿Qué cree que se puede hacer para paliar esta situación?

A nivel social, educación y sensibilización para disminuir el consumo energético y de agua en los hogares. El precio medioambiental que estamos pagando es mucho más alto que su coste económico. Y por otro lado, sobre todo hace falta facilidades por parte de los gobiernos. Hemos tenido, por poner un ejemplo, un ‘impuesto al sol’ hasta hace poco, que ha ralentizado totalmente la puesta en marcha de parques solares, el autoconsumo en muchas viviendas, etcétera; una serie de medidas que podíamos haber llevado adelante desde hace tiempo y que se frenaron en su momento. De hecho, habría que incentivar económicamente estas propuestas. Hay que apostar por el reciclaje y la reutilización de los recursos a todos los niveles, teniendo en cuenta que desde el mismo momento en que se adquiere un determinado producto, con nuestra demanda podemos lograr que las industrias apuesten por productos sostenibles en su oferta. Básicamente, consumo responsable.

Últimamente están aflorando muchos negacionistas sobre el cambio climático. ¿Qué opinión le merece estas personas?

Pensando bien, en la mayoría de los casos se trata de desinformación y de educación, pensando bien. Pero no niego que en algunas esferas el negacionismo es intencionado, puesto que hay muchos intereses, sobre todo en la industria petrolera. No se trata de criticar a un partido u otro, soy apolítico. Creo que el que gobierne tiene que aplicar el sentido común para el bien nuestro y de las generaciones futuras, independientemente de sus ideas políticas.