¡Mi hijo tiene fiebre!

SPC
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La subida de la temperatura corporal es un mecanismo de defensa y, por tanto, no siempre hay que tratarla. Las claves son vigilar la evolución, hidratar y no abrigar en exceso al que la padece

La fiebre es un problema común en los niños y, a pesar de la frecuencia con la que se da, los padres siguen teniendo muchas dudas sobre cómo actuar en estos casos. Cuándo hay que tratarla, qué hace que suba la temperatura del pequeño y si es necesario ir a urgencias son algunas de las incertidumbres que asaltan, principalmente, cuando se es primerizo. 

Hay que señalar que la fiebre no es una enfermedad en sí, sino un síntoma. Según explica Julio Maset, médico de Cinfa, «no siempre hemos de correr al hospital si nuestro hijo tiene fiebre. En la mayoría de las ocasiones, se trata de un mecanismo de defensa con el que el organismo intenta destruir los gérmenes: dado que los virus y bacterias proliferan a temperaturas que oscilan en torno a los 37º C, nuestro termostato incrementa la temperatura corporal «para activar mecanismos que nos protegen y para aumentar la eficacia de nuestro sistema inmune». De manera que, si un niño tiene fiebre, se debe buscar y tratar el problema que la origina que, habitualmente, es una infección. 

Si se sospecha que el pequeño tiene décimas, es importante confirmarlo midiendo la temperatura con un termómetro colocado bajo la axila. Es preferible que este no sea de cristal para evitar que pueda romperse y herir al pequeño. Y es que no es suficiente con tocar su frente con las manos o los labios. Valores entre 37,1º y 37,5º indican que el niño tiene febrícula, mientras que, a partir de esta última cifra, se considera que hay fiebre. "Pero estos valores no deben obsesionar a los padres ni tienen que ser vistos como una norma rígida y aplicable a todos los niños por igual. De hecho, puede ocurrir que un niño presente 38,5ºC y se encuentre bien y que otro no tenga apenas energía ni vitalidad con 37,7ºC", aclara el experto de Cinfa.

Por ello, conviene valorar cada caso en particular teniendo en cuentas varios aspectos. Uno de los más fundamentales es la edad: si es menor de tres meses y tiene fiebre, siempre debemos llevarlo al hospital, al igual que si tiene entre tres y seis meses y la fiebre supera los 39º C. También hay que acudir a Urgencias cuando se alcancen los 40º o aparezcan síntomas como convulsiones, rigidez de cuello, dificultades para respirar, vómitos o diarrea abundantes, orina escasa o manchitas rojas en la piel. La fiebre que dura más de cinco días o los sarpullidos son también motivo para acudir a este servicio. 

Hay que insistir en que no hay que correr para bajar la temperatura. Lo adecuado es dejar que el propio organismo actúe. Sí conviene no obstante vigilar la evolución por si el estado del niño empeora. Así, la prioridad es intentar aliviar al pequeño si está molesto.

Conviene además acabar con ciertos mitos, como los de los baños de agua fría, las friegas con alcohol y la aplicación de paños húmedos que, en realidad, están desaconsejados en estos casos. Desde Cinfa advierten, además, que la fiebre no se puede prevenir, de manera que tampoco recomiendan el uso de paracetamol o ibuprofeno justo antes de poner una vacuna al niño ni inmediatamente después. 

factores a considerar. En los demás casos, antes de acudir a Urgencias, los expertos en pediatría recuerdan que, ante la fiebre infantil, debemos fijarnos en tres factores. Según detalla el doctor Maset, "el primer aspecto a tener en cuenta es la respiración: hay que detectar si el niño respira más rápido de lo habitual, si las aletas de la nariz se le abren más o si se le hunden los espacios entre las costillas. El segundo factor a valorar es la circulación cutánea o aspecto de la piel: constituyen signos de alarma una mayor palidez, que haya adquirido un tono azulado o la aparición de manchas rojas o similares a vetas de mármol. Por último, debemos fijarnos en el estado general del menor; es decir, en cómo se encuentra y se comporta: si está irritable, si llora más, si su interés por lo que le rodea es menor, si sigue comiendo con normalidad o ha perdido el apetito, etc".

Si observamos una alteración de los anteriores aspectos o si la fiebre es alta (más de 38ºC) y no baja con la medicación, si pasan más de 24-48 horas y el niño continúa con fiebre o decaído, con llanto intenso o rechaza la alimentación, la pauta general será acudir al Centro de Salud para que el pediatra valore el caso. 

Como máxima a recordar, el experto de Cinfa insiste a los padres en que "ante la fiebre de los más pequeños, el sentido común es nuestro mejor aliado. Y buscar su bienestar desabrigándole e hidratándole regularmente al tiempo que vigilamos su evolución es nuestra mejor respuesta".