La pandemia más mortal

Javier Villahizán (SPC)
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La peste negra acabó con la vida de 80 millones de personas en el siglo XIV, de los cuales 25 millones eran europeos, el 50% de su población

La pandemia más mortal

A mediados del siglo XIV, entre 1346 y 1353, tuvo lugar la mayor pandemia de peste de la Historia del mundo. Una misteriosa enfermedad infecciosa acabó con casi la mitad de la población europea y en apenas siete años mató a cerca de 80 millones de personas en todo el mundo, 25 millones en Europa y entre 50 y 60 millones en África y Asia.

Desde entonces la peste negra se convirtió en una inseparable compañera de viaje de la población europea, hasta su último brote a principios del siglo XVIII. Sin embargo, este mortal mal jamás se volvió a manifestar con la virulencia del siglo XIV, cuando impregnó la conciencia y la conducta de las gentes, como sucede actualmente con la pandemia del coronavirus. 

A pesar de que en la Edad Media había otras enfermedades endémicas que azotaban a la población, como la disentería, la gripe, el sarampión y la lepra, la más temida  era una dolencia causada por la bacteria yersinia pestis, que si afectaba a los pulmones o a la sangre podía causar la muerte en cuestión de horas.

Fueron años aciagos, funestos y tristes para la Humanidad, para las pequeñas ciudades y burgos que surgían al amparo de las vías comerciales y para una maltrecha economía que no acababa de levantar la cabeza. Se trataba de un mal desconocido y fatal, y del que se ignoraba tanto su origen como una posible cura o terapia. Además, la letal dolencia afectaba a todos por igual, sin distinguir a pobres de ricos y viceversa. 

Igualmente, sobre el origen de las enfermedades contagiosas circulaban en la Edad Media explicaciones de muy diversa índole, desde hipótesis religiosas o supersticiosas a teorías pseudocientíficas. Algunas de ellas eran heredadas de la medicina clásica griega, que atribuían el mal a una especie de contaminación del aire provocado por la emanación de materia orgánica en descomposición, la cual se transmitía al cuerpo humano a través de la respiración o por contacto con la piel. Hubo también quien imaginó que la peste podía tener un origen astrológico, ya fuese por la conjunción de determinados planetas, los eclipses o bien por el paso de cometas, o incluco geológico, como producto de erupciones volcánicas y movimientos sísmicos.

En cualquier caso, todos estos hechos se consideraban fenómenos que superaban la mente humana y que procedían de la cólera divina por los pecados del hombre.

el culpable. No fue hasta el siglo XIX cuando la Humanidad superó la teoría sobrenatural y descubrió el origen real de la peste bubónica. Los bacteriólogos Kitasato y Yersin, de forma independiente pero casi al unísono, hallaron que el origen de esta enfermedad contagiosa era la bacteria yersinia pestis, que afectaba a las ratas negras y a otros roedores y se transmitía a través de las pulgas que vivían en esos animales, las cuales inoculaban el bacilo a los humanos a través de su picadura.

Se trataba, en consecuencia, de una enfermedad que pasaba de animales a seres humanos. Y el contagio eran sumamente fácil, ya que los roedores estaban presentes en todos los ámbitos en los que interactuaba el hombre, es decir, en graneros, molinos, casas, calles, caminos y hasta en los mismos medios en los que se trasladaba, como carruajes o barcos.

Los textos de la época arrojan luz sobre cuáles eran los principales síntomas de los enfermos de la peste negra y atestiguan que se trataba de dolencias muy desagradables. Según esos documentos, los infectados padecían una repulsiva inflamación de los gangrios linfáticos en ingles, axilas y cuello, a lo que se sumaba una gangrena de las extremidades.

La literatura médica del momento deja párrafos detallados sobre esa misteriosa enfermedad. «Hombres y mujeres se veían afligidos por una especie de hinchazón en la ingle o debajo de las axilas que, a veces, alcanzaba el tamaño de una manzana o un huevo. Después, la manifestación cambiaba a grandes puntos negros o lívidos. Casi todos morían al cabo de tres días de la aparición de los signos. Los enfermos la transmitían a los sanos mediante el simple contacto», narra el humanista italiano Giovanni Boccaccio.

La primera cuarentena

El miedo a la peste negra originó la primera cuarentena de la Historia de la Humanidad. Aunque es cierto que el concepto de asilamiento se había utilizado siglos antes, es la primera vez que se toman medidas de restricción del movimiento en pasajeros y cargamento de barcos, pasando de un cierre de 30 días a uno de 40, como sucedió en Venecia en 1423. Es así como surgió el modelo de cuarentena o cordón sanitario, cuya duración probablemente se debió al significado religioso del número 40 en el Antiguo Testamento, un sistema que posteriormente se popularizó.

Las consecuencias económicas de la pandemia de la peste y de las cuarentenas fueron catastróficas. Las guerras cesaron y el comercio se detuvo por completo, aunque por un período corto de tiempo.

Una de los efectos más duraderas de la pandemia bubónica fue una drástica reducción de la tierra cultivada como consecuencia de los millones de agricultores y jornaleros muertos. Lo que provocó la bancarrota de muchos terratenientes, así como el aumento general de salarios entre campesinos y artesanos. 

Esa repentina escasez de mano de obra proporcionó un gran incentivo para la innovación que ayudó a traer el fin de la Edad Media. El Renacimiento llamaba a la puerta y supuso un auténtico resurgir en todos los sectores, desde el arte y la ciencia hasta la nueva escala social.