«Que me llamen abuelo es un orgullo»

Eduardo Gómez
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Antonio Lérida, delegado del Viña Albali, ha vivido en primera persona el crecimiento del club desde sus orígenes

Antonio Lérida posa en el centro del pabellón Virgen de la Cabeza. - Foto: Pablo Lorente

Si hay una persona que conoce bien todos los entresijos y la historia del Viña Albali ésa es Antonio Lérida (9-10-1956. Valdepeñas). Muy unido al Club Deportivo Fútbol Sala Ciudad del Vino desde su fundación en 2002, Lérida fue el primer entrenador de la entidad y ahora ejerce como delegado. Pero por encima de los cargos están los valores que él representa: educación, sencillez, amabilidad, experiencia…, cada vez menos frecuentes en el deporte de alto nivel.

Recién jubilado tras más de cuatro décadas trabajando en una bodega, ha vivido en primera línea una campaña histórica, con los subcampeonatos de Liga y Copa de España y el respaldo de todo un pueblo detrás, «algo que ni podíamos imaginar cuando empezamos. Lo difícil ya está hecho y mantenerlo será complicado, pero veo a un club sólido y consolidado, que tiene el respaldo de la mejor afición. Ahora es el momento de disfrutar», explica.

Durante dos décadas ha visto de todo y subraya que «todo ha evolucionado. Ahora con la tecnología todo está más medido, estudiado. Antes podías sorprender al rival de alguna forma y el juego era más directo y vistoso. Ahora todo está más automatizado», repasa.

Prefiere no quedarse con ningún jugador especial, aunque con muchos mantiene una «relación cordial», y como entrenador recuerda que «nunca se acaba de aprender y quizá cogí un poco de cada uno de los que pasaron por aquí: Isidro, Guti, Raúl Aceña, Leo Herrera…».

Con David Ramos se deshace en elogios: «Es la leche. Es un ganador nato, su capacidad de trabajo y de transmitir actitud y compromiso es tremenda. Con él Valdepeñas conseguirá algo importante. Además, en su equipo tiene grandes profesionales como Javier Corrales o Jesús Ramos. Y como personas ni te cuento cómo son».

Un cariño, respeto y admiración que son mutuos, pues Lérida es un hombre tremendamente querido en el vestuario. «¿Por qué? No lo sé. Quizá porque soy de los antiguos y de los que dice ‘respeta y serás respetado’. Todos me lo ponen facilísimo, es un privilegio para mí trabajar con todos ellos. Me ayudan, me cuidan, me miman y me respetan y eso en estos tiempos es tener una fortuna. Que me llamen abuelo es un orgullo para mí». 

Gran parte de su vida la ha pasado en el pabellón Virgen de la Cabeza y asegura que «si en un partido me preguntas dónde se sienta alguien yo te lo digo. Saltar a la pista y ver las gradas llenas es una pasada. Ves a la gente feliz, alegre y que durante un par de horas se olvida de sus problemas diarios. Es mi segunda casa».

De la afición sólo tiene palabras de elogio y asegura que «desgraciadamente por el coronavirus hemos sentido lo que es jugar sin público por un título de Liga. Es algo tristísimo. Cuando estamos delante de nuestra afición jugamos con uno más, nos llevan en volandas, nos contagian, sentir su aliento nos da fuerzas… Es un orgullo contar con la mejor afición de España y que así se reconozca. La mayoría de los equipos te reconocen que Valdepeñas hoy en día es el mejor escaparate del fútbol sala».

Entre sus momentos más alegres están los ascensos y llegar a las finales de Copa y Liga; y entre las tristezas, «no ganar ninguna de las dos finales, pero sobre todo cuando tuve que presentar mi dimisión como entrenador al no tener la titulación ni los conocimientos suficientes para seguir con la progresión del club, dando paso a un compañero mejor formado».

Ante todo se muestra muy agradecido a Luis Palencia y Pilar Ballesteros y a toda la junta directiva «por haber confiado en mí en todos los cargos que he desempeñado». Un agradecimiento que hace extensivo al director deportivo, Joan Linares, a todo el cuerpo técnico y a la plantilla, «por ponérmelo tan fácil, y por supuesto, a la Marea Azulona».

Los años van pasando y no oculta que el final de su trayectoria en el fútbol sala «está más cerca. Todo tiene un principio y un final. La edad no perdona y las fuerzas va mermando», pero tiene previsto seguir, «bien hasta que pierda la ilusión o bien porque el presidente me diga, ‘sal de aquí, que ya estás muy visto’».  Hasta entonces, recalca que quiere seguir disfrutando y aprendiendo de su auténtica pasión, el fútbol sala, un deporte a través del cual Valdepeñas tiene a un extraordinario embajador.