Hace unos años, Nuria Camuñas compró una vivienda en el número 2 de la calle Tintoreros. Un hogar que adquirió sobre plano, pensando que la zona era buena, cercana a la puerta de Toledo, en un entorno de nuevas construcciones en la ciudad. La sorpresa vino cuando a los dos años comenzó a vivir y vio desde su ventana como se abría una vista de tejados de antiguo fibrocemento, un material construido con amianto y cuya fabricación y uso está prohibido desde hace más de dos décadas. Un amigo, en su casa, antes de la pandemia, le advirtió de esta situación, señalando los peligros que en el largo plazo puede conllevar tener una casa cerca de este material. 

Con este bagaje, esta vecina decidió lanzar una primera petición al Ayuntamiento, a través de una llamada, sin que tuviera mayor éxito. Posteriormente, tras una reunión de la comunidad de vecinos, se envió un escrito de forma oficial en el que se exponía la existencia de tejados de uralita, uno de ellos a escasos metros de su vivienda, y pedía al Consistorio apoyo para el cambio de estos tejados. La respuesta municipal, recibida semanas después del confinamiento fue un recordatorio que no están prohibidos estos tejados, con el recuerdo de que de desmantelarlos debería hacerse adoptando una serie de medidas preventivas, como evitar la rotura. La comunidad respondió a este escrito, recordando que hay naves de los años 70 en la zona, con más de 30 años que es el plazo máximo de vida del fibrocemento y que debería renovarse. El siguiente paso podría ser el paso por los tribunales para pedir amparo, algo que está en estudio. 

Camuñas señala que la presencia de amianto es menor ahora que el pasado verano. La granizada de agosto rompió muchos de los tejados y varias de las naves cambiaron fibrocemento por chapa, otras en cambio presentan placas rotas. 

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