94 años y con ganas de aprender a leer y escribir

A. Pobes
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Francisca Martín de Lucía tiene 94 años y es una de las alumnas del aula de Miguelturra, donde aprende a leer y a escribir

Nunca es tarde para aprender - Foto: Tomás Fernández de Moya

A Francisca Martín de Lucía le fallan las piernas. Es su única dolencia a pesar de sus ya 94 años. En su cara se refleja el paso de los años pero sigue manteniendo «muy buena memoria», esa que le lleva a relatar que nació en 1925 en Miguelturra, municipio donde se casó, donde ha sido madre de tres hijos y donde actualmente reside. Ella es un claro ejemplo de que querer es poder, pues quiso mejorar su escritura y lenguaje, y con ese reto acude todas las semanas al aula que el Centro de Adultos Antonio Gala tiene en Miguelturra. Sin duda, un ejemplo de que nunca es tarde para aprender.

«Gracias a Dios estoy muy bien de todo. No estoy mala de nada, solo de la circulación de las piernas que me impide caminar bien, pero como lo mismo que mi familia. Ni tengo azúcar, ni ácido úrico, ni tensión alta... Estoy estupenda». Y dónde está el secreto, le pregunta La Tribuna, pues «eso no lo sé», contesta entre risas, «porque no he hecho nada, simplemente vivir». Hace 16 años se quedó viuda. Fue otro de los duros momentos que le ha brindado la vida. Junto a ellos, la Guerra Civil.

De familia «humilde», siendo ya muy joven ayudaba ya en las labores de labranza a su padre, conocido en el pueblo con el seudónimo de ‘El cura’. «Éramos labradores y mi padre nos llevaba al campo a ayudarle. Somos cinco hermanos y los más mayores no pudimos ir a la escuela. Hemos trabajado mucho».

Es una trabajadora innata que le lleva a salir todas las mañanas de casa. «Cuando mi nieta se va a trabajar al banco me levanto. Son las ocho de la mañana y me pongo hacer mis cosas. Ahora, cuando llegue a casa tengo que poner las lentejas para que coma mañana mi hijo el pequeño, con quien como todos los días», narra en uno de los rincones del aula del centro, al que lleva asistiendo desde hace cuatro años con las mismas ganas por aprender que el primer día. «No sé ni escribir ni leer. En este tiempo he aprendido algo, aunque no mucho, porque también vengo para reírme y estar con la gente joven en vez de quedarme sola en casa», manifiesta con una sonrisa. Clases que compagina también entre semana con otras actividades como la «gimnasia y las manualidades». Y es que, para ella no existe la pereza.

Ángel Corral es el profesor de este año, «igual de bueno que todos los demás», dice. Y una vez más hace uso de su memoria y recuerda a «don Antonio, a doña Juani y doña Julia», sus antiguos profesores. Aunque también habla de sus compañeras de pupitre, «todas del pueblo y muy buenas chicas». «Cuando cumplimos años», añade, «traemos algo para celebrarlo», por lo que el próximo mes de mayo, cuando cumpla los 95, «habrá que traer tarta y café para festejarlo».

Francisca es una de las alumnas «más aventajadas de la clase, pues todo lo que lee lo comprende, y las cuentas y las copias las hace correctamente. Aunque la multiplicación la tiene un poco olvidada, en cuanto hace un par de ellas lo vuelve a recordar». Son palabras de su profesor Ángel Corral, quien señala que en la clase se trabaja principalmente en la lectura y la escritura según los niveles de cada uno de los alumnos. Así, a Paca, como se la conoce entre los compañeros, le pone un diez de nota por su «actitud, comportamiento y trabajo», y por demostrar que «para aprender teniendo ganas e interés no importa la edad».